Último sueño

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     Estaba más liviana que antes, era un jardín enorme y bonito, ya había estado ahí antes. Caminé despacio buscando a alguien, miré a mi alrededor y una roca inmensa me evitaba ver mas allá, intenté treparla pero recordé que llevaba a alguien en mi interior y preferí rodearla.

     Estaba descalza y se sentía bien, llevaba puesto un vestido suelto, continué rodeando la roca gigante y vi a muchas personas llevando cosas en sus manos, transitaban de un lugar a otro.

—Creo que están ocupados —dije—, volveré en otro momento.
—¿Devorah? —preguntó una adolescente muy hermosa— ¡Devorah! Eres tú.

      Sentí su abrazo sincero, ella repetía muchas veces que me había extrañado.

—¿Adalina? —pregunté dudosa.
—¡Sí, por fin regresaste! —exclamó y me soltó, notó mi barriga algo abultada— ¡serás mamá! Era verdad lo que me contaron.
—¿Quién te contó? —pregunté.
—Ven, sígueme —me jaló ligeramente del brazo—. Durante estos años ha transcurrido de todo, pero lo más importante es que mamá y mi tía Adalaisa por fin pudieron viajar a tus tierras lejanas. Demoraron mucho en descubrir la formula pero lo lograron, junto a mi papá.
—Adalina, yo no soy dueña de mi planeta, allá soy tan solo una ciudadana más —respondí riendo.
—No me refería a esas tierras —rió ella también—. Mi mamá y mi tía van seguido a tu casa, ahí conocieron a tu pequeño hijo...

     Recordé que ambas asistieron al matrimonio de Mía, era imposible que sepan el lugar exacto sin que lo hayan oído antes así que la confesión de Adalina era cierta.

—¿A dónde vamos, pequeña? —pregunté.
—Es sorpresa —giró la mirada hacia otro lado— pero mientras tanto te cuento lo demás, hace unos años mamá y mi tía fueron a tu planeta para el matrimonio de Mía quien se casó con Steve... Ese año no regresaron solas...

     ¿Hace unos años? El matrimonio de Mía fue esta misma tarde... Pensé.

—Ellas estaban buscando la manera de traerte pero fue difícil porque ya tienes una familia allá... —se detuvo mirando mi barriga y pensó durante unos segundos.
—Pero también tienes familia aquí con nosotros —habló alguien más. Se acercó con paso firme, me abrazó y susurró: Te extrañamos mucho Devorah.
—¡Reina Irina! —la saludé emocionada—, pensé que no nos volveríamos a ver después de aquella vez...
—Aquella vez tú tenías razón, tardamos casi un siglo para que los pobladores acepten que yo no soy la única reina de este país y gracias a ti ahora somos más fuertes e inseparables que nunca. Ambas hermanas.

      Me alegró mucho oír eso, finalmente regresó la paz y la armonía a aquel país. Miré a mi alrededor y las cosas estaban tranquilas, Adalina me había llevado a un lugar rodeado por una pared de piedra ploma, ahí dentro había un amplio espacio con plantas y flores, en el centro un pozo cubierto con aquella tela transparente.

—¿Sabes dónde estamos? —preguntó la reina Irina con cierta curiosidad al notar que no dejaba de observar los detalles del lugar.
—No tengo idea, pero es un lugar muy tranquilo —respondí observando a las aves que volaban libremente.
—Es la torre en la cual yo vivía —dijo Adalaisa, la reina Adalaisa.

      Se acercó sonriendo, ya no se veía como una mujer extraña y malvada, se veía como lo que siempre había sido, una magnífica reina. Le hice muchas preguntas, las cosas estaban muy diferentes a como yo las había dejado pero eso fue parte de un proceso. Adalaisa tenía aquel pozo dentro de la torre, la torre impedía que ella pueda salir de aquel lugar pero ayudaba a que otros ingresen y es por eso que yo estuve ahí con ella. Ese pozo ayudó a que Adalaisa aparezca en mis sueños, o mejor dicho, ese pozo ayudó a que poco a poco -yo- vaya entrando a Entre las piedras.

     La torre se había convertido en un lugar donde el rey hacía sus inventos, era un lugar donde Irina y Adalaisa iban cada vez que querían viajar a otras tierras y en uno de sus viajes regresaron con Madamme Súniga y su hermoso gato.

—¡Devorah, mi niña hermosa! —me tomó por sorpresa, cuando la vi me sentí mejor. Recordé que Eduard me había contado una noticia errónea, pero en ningún momento se me cruzó la idea de que no había fallecido, ella estaba en Entre las piedras.

—Madamme Súniga, ¿por qué no me contó que se mudaría a este país?
—No quería preocuparte —respondió acariciando a su gato— intenté comunicarme contigo años atrás pero aún no me acostumbro a la diferencia de tiempo de aquí y la tierra. Para nosotros han pasado varios años desde que vivo aquí pero para ti fueron solo unas horas.

      Ella tenía mucha razón. Madamme Súniga se volvió maestra de Adalina y conoció a un hombre guapo y educado, Madamme Súniga conoció al señor Jeb y ambos se enamoraron.

—¡Organicemos una fiesta! —gritó cuando me vio, el señor Jeb recordaba con mucha alegría aquella presentación musical que realizamos Eduard y yo.

      Yo reía ante cada ocurrencia del señor Jeb, era un magnifico hombre y se sentía afortunado de haber conocido a una espléndida dama, me alegraba que Madamme Súniga haya conocido a un estupendo caballero.

      Me contaron que Adalina no podía salir de su país porque aún era pequeña pero en cuanto cumpla la mayoría de edad irá a visitar a Eduard, la pequeña Adalina quería aprender a cantar y planeaba estudiar en la escuela que abrió Ed.

—¿Eso quiere decir que irás a vivir un tiempo a la Tierra? —pregunté entusiasmada.
—Iremos regularmente, diremos que vivimos en un pequeño pueblo de otro continente para no levantar sospechas pero siempre estaremos contigo, te enviaremos señales diversas y dejaremos un poco de magia en cada paso que des —fue la respuesta de Adalina.

    Con todos estos años ellas habían aumentado su magia y podían viajar a la Tierra pero... ¿yo podría regresar a su país?

—¿Esta será la última vez que esté aquí? —pregunté con cierta tristeza.
—Tal vez sí —respondió Adalaisa—, tú tienes una vida en la Tierra y nosotros no vamos a interferir en ella. Presta mucha atención y agudiza tus sentidos porque ahí estaremos nosotros.
—Te amamos mucho, Dev —comentó la reina Irina— y queremos que estés aquí siempre. Queremos que tus hijos nos conozcan y que a pesar de la distancia sigamos siendo una familia unida.
—Recuerda que si en algún momento quieres vivir aquí junto a toda tu familia tienes un hogar en el castillo con nosotros —comentó Adalaisa—
Pero ya es hora de partir Devorah, estás despertando.

      Me sentí aún más liviana que de costumbre en aquel país, mis piernas dejaban de soportar mi peso poco a poco. Sonreí lo mejor que pude al despedirme, sentí que la reina Irina colocaba algo en mi brazo izquierdo. Les mandé besos desde lejos y poco a poco fui desapareciendo.

      Dejé de sentirme tan liviana, el peso volvió a apoderarse de mi cuerpo y regresé a casa abriendo los ojos de inmediato.

Entre las piedras [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora