A la mañana siguiente, ocurrió esto:
Abby no quería levantarse. Chad y Simón no pudieron moverla de la cama, y optaron por el plan B. Cogieron un cubo de agua helada, y se la tiraron encima. Abby empezó a estornudar, y, sin saber por qué, a vomitar. Así que tuvo que llamar a Brandon para avisarle de que hoy no podría ir al trabajo.
Ahora mismo Abby se encontraba sentada en el sofá, con una manta alrededor. No paraba de tener náuseas cada dos por tres, y tenía que ir al baño a vomitar. Nate la miraba preocupado, sin saber qué hacer.
Abby le había dicho que no hacía falta que se quedara con ella, pero Nate era demasiado cabezón. Nate realmente amaba a Abby. Lo había hecho desde el primer momento en el que la vio.
-¿Sabes qué, pequeña? -dijo Nate mientras los dos estaban acurrucados en el sofá, con las manos entrelazadas.
-Dime. -dijo ella.
-¿Recuerdas en el campamento, cuando nos tocó hacer la actividad del bebé? -preguntó él. A Abby se le vinieron pequeñas escenas a la mente, como le solía pasar.
"-Lo siento Erica, estoy con Abby -dijo Nate pasando su brazo alrededor de mis hombros.
La cara de Erica se desfiguró por completo.
-En la actividad. Estamos juntos en la actividad. -dije quitándome el brazo de Nate de encima. Erica me fulminó con la mirada y se fue echando humo por las orejas.
-De momento -susurró Nate en mi oído haciendo que diera un pequeño saltito del susto."
Abby sonrió inconscientemente.
-Sí, me acuerdo. -dijo ella.
-¿Recuerdas que pusiste en un folio, número? ¿Recuerdas que todos cerraron los ojos, miraron hacia el techo, y cruzaron los dedos? ¿Recuerdas que yo solo rodé los ojos, y los mantuve abiertos?
-Claro que me acuerdo.
-Lo escribiste con un rotulador, y, cariño, el número se traspasaba. -dijo él. Abby se sorprendió y lo miró rápidamente. Él solo sonrió.
-¡Oh, dios! ¿Hiciste trampa? ¿Estabas viendo el número todo el rato? -dijo ella aun sorprendida. Él asintió sin dejar de sonreír. Ella no pudo evitar soltar una carcajada, y acto seguido salió corriendo al baño. Otra náusea.
La mañana pasó entre lloriqueos y náuseas. Hasta que tocaron al timbre.
Abby se levantó con pesadez. Nate había salido a comprarle algo para que se sintiera mejor. (En realidad, había salido a cazar.)Abby fue a abrir la puerta, y se sorprendió al ver quién era.
-¿Esther? -preguntó ella perpleja.
-Yo.. Pienso que tenemos que hablar, Abby. -dijo ella secamente. Abby asintió y la dejó pasar, fijándose detenidamente en su rodilla vendada. Se sentaron en el sofá.
-Te juro que iba a ir a verte, de verdad. Pero.. Estoy enferma, y los chicos no me han dejado salir de casa en todo el día. -dijo Abby intentando bromear, pero Esther estaba seria. Quizá demasiado.
-¿Por qué no me acompañaste? ¿Por qué me dejaste sola? -preguntó ella con la voz algo temblorosa. Vaya, a Esther sí que le gustaba ir al grano.
-Esther.. No sabes cómo me arrepiento.. Pero me asusté tanto.. Te vi a ti, mi mejor amiga, en aquella situación.. Y la sangre.. Odio la sangre. No puedo con ella, Esther.. Le tengo un pánico.. Pero no sabes cómo me he arrepentido. -Abby mintió. Pero no podía decirle que en realidad no fue por miedo a comerse a alguien.
-Abby.. ¿Te crees que a mí me gusta la sangre? No hay ser vivo al que le guste la sangre, por dios, sería un monstruo -auch- pero en fin.. No fue por lo de la serpiente por lo que estuve enfadada, sino por el hecho se que mi mejor amiga no fuera capaz siquiera para acompañarme cuando sabe que lo estoy pasando mal. ¿Y todas las veces que te he ayudado yo, Abby? -y como siempre, Esther tenía razón. Y eso solo le hizo a Abby sentirse un poco peor de lo que ya estaba, si es que eso era posible.
-Esther.. -a Abby cada vez le costaba más aguantarse las lágrimas. Y Esther parecía igual.
-Creo que tenía una opinión algo distinta sobre ti, Abby.. -y esa fue la gota que colmó el vaso. Abby comenzó a llorar. Esther también. Y todo fue un caos.
Un auténtico caos.
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Nate II; miradas oscuras.
VampireUna vida en París, un trabajo decente, y una maravillosa relación con sus cuatro idiotas favoritos. A pesar de haber pasado todo lo que habían vivido hasta ahora, nada los había separado, sino que los había unido aún más. Tres años después, cuando c...