A la mañana siguiente, Abby se despertó alrededor de las 11 de la mañana. Enseguida se puso tensa. Llegaba tarde al trabajo.
Corrió de un lado a otro para buscar todo lo que necesitaba. En menos de 10 minutos ya estaba lista, y con la respiración agitada. Bajó rápidamente las escaleras y se dispuso a abrir la puerta, cuando escuchó una voz. O dos.
-¿Adónde crees que vas? -preguntaron Chad y Simon al unisono.
-¿A trabajar? -preguntó ella con sarcasmo rodando los ojos. Ellos negaron, y Abby supo en ese mismo instante que no iba a salir de casa tan fácilmente.
-No, ya no. -dijo Chad. Abby cerró los puños y suspiró. A veces eran demasiado cabezones y protectores.
-¿Cómo que no? -preguntó ella.
-Ahora estas embarazada, y no vas a ir a ningún sitio sin alguno de nosotros. Además, Nate nos ha contratado. -dijo Simón orgulloso mientras le explicaba a Abby.
-Vamos a ver, aun no estoy embarazada ni de un mes, por dios. -dijo Abby llevándose una mano a la frente.
-Abby, hemos hablado con Brandon. Ya no eres de su empresa. -dijo Simon. Abby abrió los ojos como platos.
-¿¡QUE HABÉIS HECHO QUÉ?! -gritó Abby.
-¡No grites delante del bebé, joder! Digo.. ¡puñetas! Osea.. ¡maldición! Esto.. ¡recórcholis! -gritó Chad, que parecía algo mareado. Abby se hubiera reído si no fuera por lo que acababan de decirle. Abrió la puerta.
-¿Adónde vas? -preguntaron los chicos. Abby suspiró fuertemente.
-¡A dar una vuelta! El bebé necesita que le de el aire. -dijo, y salió de casa antes de que pudieran detenerla.
Llevaba como una hora caminando, cuando decidió sentarse en el banco de un parque en el que se encontraba. Observó atentamente a los niños que subían y bajaban del tobogán, se columpiaban hacia un lado y al otro en los columpios, y jugaban a hacer castillos de arena en el arenero. Inconscientemente se llevo la mano a la barriga y sonrió.
Abby se preguntó como sería tocarle, abrazarle.. Como sería llevarle de la mano al parque, y observarlo jugar con los demás niños. Abby se preguntó si jugaría al fútbol, si sería más de leer, o de jugar a los videojuegos. O quizá ambas. Se preguntó como sería ayudarle con los deberes, y escuchar sus primeras notas. Abby se preguntó si se parecería a ella. Si tendría sus mismos ojos, rasgos, o incluso su sonrisa. Si le gustaría lo mismo que a ella. Cómo sería la primera que la llamara mamá. Si a mitad de la noche, fueran las 3 o las 5, entraría en su cuarto buscándola para dormir con ella. Si le gustaría la música.
Había tantas cosas que ansiaba saber.. Abby sintió unas manos acariciándole la espalda, y más tarde, un cuerpo a su lado. Conocía tan bien su olor.
Se apoyó contra Nate y suspiró, sin dejar de observar a los niños que corrían libres por el parque. Una niña rubia, con el pelo trenzado y un vestido rosita de aproximadamente unos 5 años se acercó a ellos, y se sentó a su lado en el banco con los brazos cruzados. Tenía el ceño fruncido, y estaba enfadada.
-Hola -dijo Abby sonriendo, como siempre. La niña la miró aun enfadada, y le sacó la lengua. Abby se sorprendió un poco, pero luego volvió a sonreír.
-¿Cómo te llamas? -preguntó Nate. La niña se volvió a girar enfadada hacia Abby, pero al ver a Nate, se sonrojó.
-Ana -susurró ella bajando la mirada a sus manos entrelazadas en su regazo. Aun estaba algo roja y movía los pies hacia delante y hacia atrás. Nate sonrió.
-Es un nombre muy bonito. -dijo él. La niña lo miró y sonrió levemente.
-¿Y por qué estabas enfadada? -preguntó él. La niña volvió a fruncir el ceño.
-Mi hermano y sus amigos no me dejan jugar con ellos. -dijo Ana aun enfadada.
-Deberías ir a hablar con ellos y volver a pedirles por favor que te dejen jugar. -dijo Abby sonriendo con calidez a la niña. Ana la miró y le sonrió.
-Tienes razón. -dijo, y se bajó del banco. La niña se acercó a ellos, y Abby pensó que le iba a dar un beso en la mejilla. Pero se acercó a Nate y besó su mejilla rápidamente, antes de salir corriendo en dirección a unos chicos que jugaban a la pelota.
Abby y Nate no pudieron evitar reír.
-¿Debería preocuparme? -dijo Abby aun riendo. Nate rió más fuerte y le pasó un brazo alrededor de los hombros. Le besó la cabeza.
-Deberías estar acostumbrada, nena. -dijo él, y antes de que pudiera volver a contestar, la besó.
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Nate II; miradas oscuras.
VampireUna vida en París, un trabajo decente, y una maravillosa relación con sus cuatro idiotas favoritos. A pesar de haber pasado todo lo que habían vivido hasta ahora, nada los había separado, sino que los había unido aún más. Tres años después, cuando c...