Mi último recuerdo

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Nuevamente regresó, me encuentro atemorizado. Siento sus pasos firmes y pesados que se aproximan lentamente mientras mi pulso se acelera.

Aprieto los ojos en la oscuridad de mi armario esperando que no me encuentre. El sudor congelado que recorre mi frente es lo único que se mueve dentro del armario junto con mis latidos y mi respiración.

Escucho los gemidos extraños que provienen de aquella criatura que me atormenta cada noche; no recuerdo cuándo fue la última vez que salí de casa, pero la última vez que lo intenté perdí mi pierna izquierda.

Aquel ser se aproxima cada vez más y más, él sabe que estoy aquí y disfruta a cada segundo, a cada instante mi sufrir.

Ya no lo soporto más. Comienzo a llorar nuevamente en la oscuridad mientras recito en mi mente «¿Por qué viene a mí? ¿Qué es lo que quiere?».

Mi sufrimiento, por supuesto.

Respiro profundamente intentando tranquilizarme mientras escucho cómo sus garras arañan la puerta del armario mientras camina. Solo sujeto mi pierna a la vez que sollozo.

Escucho como un gemido se incrementa poco a poco, y de repente, los ruidos se detuvieron. La puerta comenzó a abrirse lentamente con un rechinido infernal... Ahí no había nada.

El leve rayo de luz que entra por el pequeño espacio ilumina mi rostro conforme me acerco. Un sentimiento extraño me invade, similar al terror. Una mano pesada se apoya en mi brazo con sus afiladas garras que penetran en mi carne a la vez que una voz horripilante susurra en mi oído «Te encontré» mientras me lamía la oreja con su lengua de lija.

Pego un grito a todo pulmón; estaba horrorizado al encontrarme cara a cara nuevamente con aquel espectro de dientes pequeños y afilados, de piel desmembrada y ojos amarillos.

Intento escapar apoyándome en la pared, doy unos pequeños saltos y me alejo del armario. Cuando me distancié lo suficiente caí bruscamente contra el suelo y mordí mi lengua tan fuertemente que la corte en dos. La sangre brotaba de mi boca a montones cuando yo sollozaba e intentaba suplicar por mi vida. Aquella cosa sujetó mi pierna con su alargada cola y comenzó a arrastrarme hacia el armario mientras mis uñas rasgaban el suelo de madera. Esa cosa me dijo que si quería vivir suplicara por mi vida. Me sostuvo frente suyo boca abajo y mencionó con una sonrisa esbozada en su horrendo rostro: «Es cierto, no puedes».

Su mano se introdujo en mi boca y arranco lentamente el pedazo de lengua que colgaba de ella. Lo colocó en su lengua y comenzó a masticarlo mientras yo gritaba con palabras impronunciables.

La puerta del armario se cerró y solo pude sentir desesperación, dolor, horror y miseria a la par que veía directamente a los ojos que brillaban en la oscuridad de aquella criatura.

Ese fue mi último recuerdo.

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