Cada vez que llega invierno, la Sra Thompson junto con su esposo Frederick Arnold Thompson despejaban su casa de Mannhatan de la nieve que cubría la entrada, ponían las luces de colores llamativas alrededor del tejado y armaban un pequeño pino de navidad frente al buzón de mensajes. Siempre me parecieron agradables, buenas personas, trabajadoras y muy dedicadas con todas las cosas que hicieran. La Sra Thompson llevaba por nombre Magdalena Rosa de Thompson, medía no más de un metro sesenta, su edad no alcanzaba los cincuenta, aunque si deducía su edad mediante sus ojos seguramente calcularía noventa años, era muy alegre y le gustaba mas que todo mantenerse en casa y hacer los quehaceres. El Sr Thompson era todo lo contrario, medía un poco más de lo que la Sra Thompson medía, era calvo y su cara era muy simpática, seguramente tenía cincuenta años. Eran el uno para el otro. Para mi ellos merecían un premio a la mejor pareja. O por lo menos eso creía.
Yo tenía 18 años y estaba preparado para rentar un apartamento cercano y partir a la universidad, ese mismo año los Thompson no dedicaron tiempo como todos los años a despejar la entrada y a adornar con hermosas luces el tejado. Estaba solo en mi casa y extrañado, no era común, si la Sra Thompson no hubiera salido y vuelto a entrar yo hubiera llamado a la policía, pero de haber sabido lo que estaba ocurriendo ahí dentro hubiera llamado a la policía sin premeditarlo. La Sra Thompson salió de su casa no más de tres minutos a echar un vistazo por los alrededores, sentí que si me miraba algo malo ocurriría, así que apagué la luz de mi habitación y me escondí tras mi escritorio.
La Sra Thompson volteó unos minutos a mi habitación, yo estaba helado y tragaba saliva por montones, no recuerdo porqué estaba tan asustado, pero que bueno que lo estaba. Una vez que confirmó lo que quería confirmar se volvió hacia su puerta y entró muy despacio, como si no quisiera llamar la atención. Pude ver por la ventana como tomaba un taladro con la mano derecha y una cámara con la mano izquierda, o tal vez era al revés, no lo recuerdo. Bajó con dureza al sótano y la perdí de vista una vez que bajó lo suficiente. Mi curiosidad por saber qué ocurría en el sótano de los Thompson me venció en una batalla interna, y me decidí por acercarme y entrar con silencio. Mi mano derecha aún sujetaba el teléfono que iba a utilizar para llamar a la policía, no recordaba que aún lo tenía. Tomé un cuchillo y lo puse en mi bolsillo trasero, podría defenderme de lo que sucediera, aunque no me sentía del todo seguro. Salí de mi casa con mucho cuidado para no levantar sospechas. La casa de los Thompson quedaba justo enfrente de la mía así que solo tuve que agacharme y esconderme tras los potes de basura y mirar a los lados para asegurarme de que todo marchaba bien. La oscuridad de la noche me envolvió y poco a poco mi visibilidad se tornaba más desenfocada, llegué a la puerta y con mi cuchillo la forcé y abrió. Volví a guardarme el cuchillo en el bolsillo trasero. Entonces entré y la puerta se cerró con suavidad a mis espaldas, la poca luz que alumbraba la sala era de color naranja opaco, noté que todos los muebles estaban cubiertos con plástico, como para que no se ensuciaran. Encontré la escalera que daba al sótano y bajé despacio, con cada escalón que pisaba la tensión aumentaba, comencé a temblar y sudar, sentía incluso que mis ojos temblaban, mis palpitaciones se volvían más consecutivas y un dolor de cabeza que me quitaba el equilibrio. Un agudo sonido, como de un televisor recién encendido, aumentaba mientras me acercaba a la puerta. Tenía dos miedos, ¿qué pasa detrás de esa puerta? y ¿cuándo saldrá alguien nuevamente de esa puerta? Mi cuerpo me exigía salir corriendo y esconderme bajo mi cama, pero me abstuve de ese deseo y continué bajando la escalera. Finalmente llegué a la puerta la cual abrí lo más modesto posible, sin hacer ruido. Mis ojos no estaban preparados para lo que verían a continuación.
La Sra Thompson sostenía la cámara la cual apuntaba a un hombre de no más 28 años, estaba atado con ambas manos en la espalda a un silla de metal envuelta por el plástico que había visto antes. El hombre estaba inconsciente mientras la pareja arreglaba una especie de estudio para grabar. El señor Thompson se puso una máscara blanca la cual solo tenía orificios en la nariz y los ojos acompañado con un traje negro que cubría el cuerpo de ese maniático. Sostuvieron un diálogo corto: