—Papá, tuve una pesadilla.
Parpadeas y te levantas un poco apoyándote sobre tus codos. En la obscuridad, los números del despertador brillan en rojo.
— Son las 3:32. ¿Quieres meterte a la cama y contarme tu sueño?
—No.
Lo raro de la situación te despierta un poco más. Apenas y puedes distinguir la pálida silueta de tu hija en la obscuridad de la alcoba.
—¿Por qué no, cariño?
—Porque soñé que, cuando te contaba mi pesadilla, la cosa vestida con la piel de mamá se levantaba."
Te sientes paralizado por un momento; no puedes dejar de mirar a tu hija. Detrás de tí, las sábanas comienzan a moverse.