Estoy cansado… realmente cansado… no puedo más, pero aún así me resisto a intentar dormir. Llevo mucho tiempo corriendo, viajando, intentando escapar de un horrendo destino que me eh ganado a pulso. Aunque en ese entonces no imaginaba lo que mis acciones desencadenarían a futuro. Fue mi decisión la que me llevó a esto.
No fue intencional, y aun así fue mi culpa que todo esto sucediese, por mi maldita curiosidad y mi estúpida impulsividad. Ahora no puedo hacer más que correr, intentar escapar, huir de algo que no descansa ni se detiene por encontrarme.
No se cuanto tiempo más podré seguir así… el sueño es insoportable, el cansancio abrazador, la fatiga inmensa… pero no puedo dormir. No debo dormir. Ni en mis sueños estoy a salvo. De hecho es allí donde mas peligro corro. Él puede verme cuando duermo, oh si, claro que puede… su mirada duele como el filo de una navaja introduciéndose en mi estómago; profunda y desgarradoramente repulsiva. Me aterra.
No voy a dar mi nombre, porque no tendría sentido, solo escribo esto para entretener mi mente y evitar rendirme al sueño, al menos por un par de horas, hasta que la señorita detrás del mostrador me comunique que halla un asiento libre para el vuelo mas inmediato. A cualquier lugar, no me importa, solo quiero estar en movimiento, ya que así es la única forma de conciliar el sueño con menos riesgos de que me atrape.
Pero no eh de engañarme, no es seguro, nunca lo es.
Necesito dormir, mi cuerpo necesita reposo, pero mi mente corre un gran peligro… y temo que también mi alma.
Desconozco la naturaleza de lo que estoy viviendo realmente, pero no creo querer saber. Lo qué eh visto me basta para evitar querer saber más. Me reuso a intentar comprender lo que sucede realmente. Solo quiero escapar.
Debido a lo que vi, a lo que sé, eh estado huyendo todo este tiempo, sin siquiera detenerme a pensar en mis posibilidades de éxito.
A medida que los días pasan mi esperanza mengua exponencialmente, y con ella mi cordura. No sé si algún día lograré liberarme de mi perseguidor. Todo indica que no, y eso me quita todo vestigio de voluntad y estabilidad emocional que eh logrado mantener después de ello. Pero no eh de rendirme, no aún.
No es esperanza lo que me mueve, sino miedo. Podría describir todas las pesadillas y horrores habidos y por haber en la imaginación mas retorcida del psicótico más demente que este mundo pueda engendrar, y solo lograrían hacerme sentir a salvo comparado con él. Sobretodo porque él es real. Y me ha visto.
Hace ya tres meses que corro. Tres meses en el infierno. Tres meses de miedo. Pero no cualquier miedo, sino el horror, un horror que desearía calificar “de otro mundo”, pero lamentablemente no lo es. Es un horror que habita este mismo mundo, o al menos lo transita, al igual que otros. No tiene nombre, y si lo tuviera no quiero saberlo, su rostro me atormenta en mis recuerdos exaltándome cada ves que divago en pensamientos aleatorios, como si en esos momentos él estuviera mirándome. Sé que lo hace.
Todo comenzó esa noche maldita. Un fatídico martes en el que fui transferido a un poblado rural en algún lugar de Europa, como nuevo miembro del cuerpo de policía local. Era un pueblito pequeño, tranquilo, humilde. La gente era cálida, un poco hosca, pero agradable.
Al ser un poblado de unas pocas casas de madera, dedicados a la agricultura y ganadería ovina, no era un lugar en el que ocurriesen muchos delitos más que algún que otro ladrón de gallinas movido por el hambre o la necesidad, por lo que mi nueva vida prometía ser relajada y poco emocionante.
Justo lo que necesitaba, la vida en la ciudad me sobre-extenuaba y el stress resultante me estaba convirtiendo en un patán. Por lo que veía como un gran alivio ser reasignado a un lugar así.