Capitulo 16

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  El día martes no fue de lo mejor. Gracias a mi falta de sueño me desperté más torpe de lo normal. Llegué tarde a la escuela porque tuve que tomar el autobús y olvidé mi teléfono en casa por la prisa que llevaba.

Luego de tres clases me encontré con Kim y Val en el pasillo. Sonreí de oreja a oreja porque durante la mañana no las había visto.

- Chicas – las saludé contenta.
- Sam, Hola- Val me abrazó y Kim imitó su acto.
- ¿Han visto a Sullivan? – pregunté... no había estado en mi clase de química y me parecía extraño. Además no vi mi coche en el aparcamiento.
- No... creo que no ha asistido hoy, ¿Por qué no lo llamas? – sugirió Kim.
- Dejé mi teléfono en casa – resoplé con frustración... tenía que hablar con Jimmy lo antes posible, antes de la cena.
- Si quieres hablar de algo... te recuerdo que también somos tus amigas – dijo Val con tono ofendido.
- Sé que son mis amigas... - repliqué – solo quería saber si Jimmy vino, es todo, tiene a mi carro... - resoplé. Ellas se miraron de manera cómplice.
- ¿Te gusta James? – atacó Val. Sonreí.
- No... - me crucé de brazos. Se miraron otra vez.
- Es que últimamente pasan mucho tiempo juntos, le prestas tu carro... y bueno es normal que pensemos que ustedes... ya sabes, salen o algo – se encogió de hombros Val, Kim asentía.
- No sean bobas – me acerqué a abrazarlas – el día que me guste alguien, ustedes serán las primeras en saberlo, además James tiene a alguien – aclaré con mucha calma. Ellas sonrieron y juntas nos encaminamos a Educación física.

A la salida de clases, tomé el autobús al trabajo. Odiaba no tener mi carro, odiaba tomar el autobús, pero no odiaba a Jimmy en ese momento, estaba muy preocupada por él como para odiarlo. No sabía qué pasaba con él.

Me bajé a una cuadra del gran edificio de Disqueras Platinium, caminé desde la parada del autobús y al entrar por las ostentosas puertas de cristal divisé a Voony muy concentrada en su trabajo. Me acerqué con una sonrisa a ella, tenía la intención de preguntar por Jimmy.

- Hola Voony – me apoyé en el mesón. Ella alzó la vista, no parecía nada contenta. Tampoco enojada, más bien triste.
- Ah... Hola Sam - volvió la vista a sus papeles – tu padre te espera, dice que es importante, recuerda que se cambió de oficina y llévale esto ¿quieres? – me entregó una carpeta. La miré pestañeando repetidas veces.
- ¿sucede algo?
- ¿Debería suceder algo? – respondió en un tono cansino.
- Pareces molesta – dije con una mueca.
- Pues... no, no pasa nada – sonrió con mediocridad.
- ¿Sabes qué le pasó a Jimmy? – pregunté como último recurso. Ella me miró con cierto nerviosismo y se le cayeron unos papeles.
- Ni idea – balbuceó recogiendo – ve tu padre te espera Sami - no me miró más.

Me alejé con la carpeta entre las manos. Subí hasta el piso doce, donde se encontraba la supuesta gran oficina del dueño de Disqueras Platinium, mi padre.

Sus dos secretarias, Meaghan y Halley se encontraban en un mismo mesón muy amplio y moderno, no más lindo que el mío. Ver a Meaghan me produjo cierto nerviosismo. Ella me había visto en una escena nada inocente con Zachary, pero cuando me vio me regaló una sonrisa de amabilidad y dijo <<Tu padre te espera>> apuntó a la puerta y musité un tímido <<Gracias>>. Era vergonzoso pensar que ella sabía lo que pasaba entre zACHARY y yo. Y me preguntaba si ella sabría mantener la boca cerrada el tiempo suficiente.

La puerta negra, dos veces más grande que la de Zachary se abrió de par en par para dar paso a un enorme lugar, sumamente moderno y de ensueño. Abrí la boca de la impresión. Creo que mi padre no usaría nunca la mitad de las cosas que compró para la oficina, como el enorme estéreo, el televisor de plasma en la pared y los centenares de libros que según yo solo tenía porque se veía bien. No los leería jamás, eso es seguro.

La alfombra era gris y las pareces azules claras, todos los muebles negros y mucho metal.

- Hola – le dije a mi padre que estaba llenando una copa de algo desconocido. Él centró su atención en mí.
- Samantha, me alegra que vinieras... tengo algo para ti – me dijo buscando entre los cajones de su escritorio.
- Yo también, ten – le pasé la carpeta. Él la miró y la dejó a un lado, sacó una chequera de su cajón y comenzó a escribir algunos números.
- Ten – me entregó el cheque. Lo miré ceñuda. Eran cuatrocientos dólares.
- ¿Y esto que es? – pregunté. Él sonrió.
- Compra un lindo vestido para hoy, unos zapatos si quieres – esbozó una amplia sonrisa suplicante, con un tono de "ya no te enojes más conmigo". Suspiré frustrada, siempre, siempre, era dinero a cambio de una sonrisa mía. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué no entendía que con dinero no era feliz?
- Bien – intenté sonreír.
- Tienes el día libre –
- Pero...
- Nada de peros... ve al centro comercial –
- Papá – subí el tono de voz. Él me miró otra vez, preparándose para estar a la defensiva - ¿quién va a reemplazarme? – pregunté.
- Gena – dijo como su fuese obvio. Contraje la mandíbula, furiosa. Odiaba a Gena desde que la conocí y la iba a odiar siempre. Apreté los puños y Alex notó mi reacción.
- Oh querida... sé que no se llevan bien –
- Ni me consultaste – gruñí.
- No tengo por qué consultarte, a Zachary le parece bien trabajar con ella por hoy, es solo por hoy – tenía que mencionar a Zacky, una oleada de celos me recorrió el cuerpo y tan solo imaginarme que Gena estaría en mi escritorio cerca de Zachary me hizo querer ahorcarla, era una arpía, una perra por decirlo de manera suave.
- Pero Alex – iba a protestar cuando las puertas se abrieron y Zachary entró con una gran sonrisa... me miró extrañado, como si no esperara encontrarme ahí. Mi padre me dedicó una fulminante mirada y luego le sonrió a Zachary.
- Baker... -
- Sr. Jefferson, Samantha, Hola – besó mi mejilla como lo haría cualquier empleado de mi padre. Como un saludo, la diferencia era que él me producía un revoltijo en el estómago de los puros nervios.
- Hola – dije sin mucho ánimo – yo... ya me iba... - apunté la puerta.
- Ten un buen día en el centro comercial e invita a Jimmy un café, cariño – se despidió mi padre con un sonoro beso en mi frente, me puse roja porque Zachary se aguantó la risa.
- Claro, ahora te agrada James – dije entre dientes mientras salía por la puerta.

Subí al elevador y apreté "sin querer" el botón que daba a la oficina de Zachary. Me dio gracia pensar en Gena sentada en mi silla, esa silla era mía, tenía mi nombre, mi trasero marcado del día anterior. A ella no le combinaba para nada, era una sin clase bastante común.
Y aunque a la mitad de los trabajadores de papá les daba un paro cada vez que veían a Gena, me metí en la cabeza que Zachary no era tan tonto como para darle la pasada tan fácil.

Las puertas se abrieron y me encaminé a mi escritorio, ocupado por la rubia teñida de ojos verdosos y obviamente falsos, como todo en ella, sus pechos por ejemplo, silicona y nada más; fajada hasta por si acaso para que parezca tener cintura y con tacones de quince centímetros para ser tres centímetros más alta que yo.

- Buen día Gena – me apoyé en el escritorio. Ella iba a sonreír, pero lo reprimió al verme. Se preguntarán por qué me cae tan mal...
- Ah... ¿Cómo está la consentida de papá? – dijo burlona. Apreté ambos puños, manteniendo una sonrisa cínica.
- No sé de qué hablas – me encogí de hombros – solo pasaba a decirte...
- Ay por favor Sami, todos sabemos que papi te dio el día libre y un jugoso cheque para ir de compras, te regaló un auto y te puso a trabajar con el empleado más sexy que encontró... vives en una nube cariño, no lo niegues –

<<Perra>>

- ¿Y? eso no te importa... -me puse recta – solo vine a decirte que este escritorio es mío, esa silla es mía – Zachary también, pensé – ese computador es mío y no quiero que los ensucies, tengo entendido que no eres muy... ágil, y tienes pésima coordinación, tanta silicona se sube al cerebro – hice una mueca burlesca. Ella frunció el ceño.
- Bien, no voy a ensuciar sus cosas Srta. Jefferson... veo que cuestan caro – sonrió mostrando los dientes y luego hizo una mueca de asco – será mejor que vaya al centro comercial con sus ricachonas amigas mientras yo me quedo trabajando con el hombre más hot del mundo – soltó una risa – no entiendo cómo es que no has cogido con él Samantha, lo tienes ahí todos los días – rió. Me hirvió la sangre. Siempre pensando en cosas así, maldita.
- No soy una perra como tú – me volteé y salí de ahí.  


Esto se pone bueno :D

Eres tu, Solo tu -Zacky V.- [Adaptacion]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora