uno.

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Lo dices, y toda la confianza depositada en aquellas pupilas oscuras se esfuma.
Lo dices, a sabiendas de que me haces daño.
En mis iris se divisa la tormenta.
Lo ves, y sonríes.
¿Cómo nunca pude haber confiado en tí?
Siempre supe acerca de aquella manía tuya de herir a todo aquel que te muestra afecto sólo para sentirte bien contigo.
Pero creí que no.
Que esta vez no.
Pero,
oh,
qué estúpida fui.
Sí, ¡claro que sí!
Siempre que puedes destrozar un poquito a alguien,
lo haces.
Sin vacilar.
Sin pensártelo dos veces.
Ni siquiera te tiemblan los labios, maldita sea.
Te conozco, no te arrepientes de ello tampoco.
Y me rompes.
Me hago pedazos.
Como una botella de vodka malo se hace añicos contra el suelo.

Lo has conseguido, enhorabuena.

Tormentas y demás pensamientos de madrugada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora