cincuenta y seis.

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Cuando creí haber pasado el mono de la morfina de tus labios,
me choco de frente contra la cruda realidad que es estar sin nadie que te quiera cuando tú tampoco lo haces.

Sin nadie que venga a abrazarte cuando lo necesites,
ni baje a ver las estrellas contigo estando con varias copas de más.

Ahora me doy cuenta de que busco que alguien vaya detrás de mí sólo para poder sentirme mejor,
para no sentirme tan sola.

Y lo siento,
lo siento tanto.

Siento todos los mensajes de posibilidades inexistentes,
de «me gustaría estar contigo» copiado de otras dos conversaciones y pegado en la tuya también por probar quién caía antes.

Siento no ser capaz de guardar el miedo a tener que aguantarme sin nadie,
de tener que vermelas sola contra el lobo que me ahoga,
de que me queden grandes los lazos que unen fuerte.

Siento saber con certeza que cuando tú me necesites y el alcohol no esté en mi sangre,
no acudiré a tu llamada.
Siento haber hecho que tú lo hicieras.

No te prometo que mientras mi alma esté libre de flechazos no vuelva a jugar con los sentimientos de alguien,
pero te prometo que no pienso mandar más mensajes estando borracha.

[Por cierto,
estoy cruzando los dedos detrás de la espalda]

Tormentas y demás pensamientos de madrugada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora