treinta y dos.

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Llevo varias copas de más,
los labios pintados de rojo por si te veo
y tu nombre dando vueltas en mi cabeza.

Qué mala suerte
que me emborraché para olvidarte y ahora te veo doble.

Sin embargo me pregunto qué estás haciendo,
¿por qué no estás aquí?

En este local cutre,
encima de esta mesa empapada de vodka
llena de decepciones circulares,
te necesito.

Aquí, conmigo.

Tu abrazo no está.
Tus besos se han desvanecido.

¿Dónde estás?
Te quiero, joder, de veras que lo hago.

Me han insinuado
—unos ojos llenos de tristeza y alcohol—
que te supere.

Superar es olvidar y, ¿cómo me voy a olvidar de tí?

Si tú eres el que me protege de mí misma.
Si tú eres la Navidad en mis inviernos.

He probado otros labios,
otros brazos,
otras caricias;

he saboreado otros te quieros,
otros besos de tabaco y menta,
otras metáforas;

pero no siento lo mismo.

Te echo de menos.

Te sigo queriendo.

Tormentas y demás pensamientos de madrugada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora