cincuenta y nueve.

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Eras un gilipollas.

Cuando tus manos torpes trepaban por mi cintura a oscuras mientras no sabías qué decir;
y yo no sabía si era porque tenías la cabeza vacía o demasiado llena.

Te comportabas como un gilipollas.

Cuando salíamos del instituto y me abrazabas fuerte delante de aquella monja a la que nunca le caímos bien.

Cuando me comías la boca en los pasillos y mi tutor te gritaba que me soltases y que eso no estaba permitido dentro del centro.

Eras un jodido gilipollas.

Cuando me contabas que lo que querías era meterte al ejército y en mi cabeza los pitidos de la revolución proletaria sonaban cada vez más alto,
pero tú serías del estado,
de las fuerzas del estado.

Cuando venías a recogerme con aquel uniforme y la bandera de España antidemocrática y bicolor que sólo con mirarla me hacía querer vomitar,
pero estabas tan guapo.

Y yo sacaba el lado positivo, y te decía que llevabas las botas como las llevan los anarkas
y siempre deseé que acabaras siéndolo.

Actuabas y eras un completo gilipollas.

Cuando te pusiste aquel mismo uniforme que hacía que me infartase y que vomitase a la vez y condujiste a oscuras a las 6 de la mañana hasta el aeropuerto conmigo de copiloto.

Cuando me hiciste tener que despedirme de ti sin saber que realmente no te pasaría nada porque los fachas progresistas del congreso te habían sumido el seso y te querías ir a luchar una guerra que no era la nuestra,
sino la suya.

Cuando te hiciste el héroe americano y me dijiste que no te pasaría nada, que estuviese tranquila,
que volverías pronto.

Fuiste un puto gilipollas.
Eres un puto gilipollas, ¿sabes?

Yo no quiero ser la viuda de un militar jubilado con armas en casa, que me hable de «ciudadanos» como si fuesen comunistas y del comunismo sin tener ni puta idea.

Ser la esposa de un imbécil que me hizo tener hijos que luego no supo educar porque sus ansías de poder y su narcisismo hizo que ni sus hijos le aguantasen.

Nunca quise ser la mujer florero de un soplapollas con aires de grandeza que se cree que por tocarme el culo dos veces ya le pertenezco.

Nunca quise tener que aguantar a tu madre,
ni a su astrología de mierda,
ni a tu padre el tarugo con ganas de llegar a algo grande que nunca consiguió ser.

Ni quise ser madre, ni casarnos por la iglesia, ni tener un chalet, ni una hipoteca, ni ver todas las noches pelis de acción para que tú te sintieses en ella y no como un simple idiota que se tragó aquella falacia nacionalista para perder 3 años de su vida en una guerra que le cambiaría por completo.

Nunca quise acabar todas las noches durmiendo en una cama de matrimonio con un militar con la bandera de España en la muñeca y una virgen en la mesilla.

No quiero un futuro contigo,
idiota extremadamente guapo,
así que por eso mejor nos quedaremos en un beso delante de la monja
y dejar de contestarte los mensajes.

Tormentas y demás pensamientos de madrugada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora