Capítulo 5

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Nuestro primer encuentro

ARES


¿Alguna vez habéis planeado qué decir y qué hacer en una cita cinco segundos antes de ir a la misma?

Estaba nervioso y no sabía por qué, McCain era como las demás con las que había estado, solo tenía que seguir las mismas normas que con el resto, o eso quería creer.

Era la hora de irse, cuando se acercó por el pasillo y me dijo al pasar por mi lado:

—No la cagues Milner.

Eso me puso más nervioso, estaba a punto de irme y no volver, maldito Scott, el lío en el que me había metido era demasiado grande para mí.

Caminé lentamente hacia el paseo que hay cerca del instituto, justo al lado de un parque. No había llegado aún y ya podía ver su perfecta figura de pie en la fuente, estaba esperando impaciente. Cuando notó mi presencia, me sonrió, esto hizo que se me paralizaran las piernas, se me nublaron todos y cada uno de mis sentidos. Lo peor fue cuando terminé de acercarme y vi aquellos ojos verdes que tanto intentaba evitar, no sabía por qué, pero me recordaban a algo, a alguien, sin embargo, no conseguía recordar a quién o a qué era, tal vez se debía a que la había imaginado en alguno de mis sueños.

Ya a su lado le sonreí, eso las enamoraba a todas, iba a pedir perdón por llegar tarde, pero entonces ella hizo algo que me sorprendió:

—Disculpa McCain, llego...

—Déjate de excusas Milner, estás penalizado por llegar tarde, te voy a ir quitando puntos cada vez que la cagues, o mejor aún, te daré puntos cuando hagas algo bien, si es que puedes hacerlo —me guiñó un ojo.

—Te prometo que me voy a tomar esto en serio niñita—le copié el gesto.

—Pierdes puntos demasiado rápido, idiota.

—¿Qué tengo que hacer para que me des una oportunidad? —la rodeé con mi brazo.

—Primero deja de llamarme niñita, mi nombre es Erika—dijo cogiendo mi brazo y quitándoselo de encima—. Segundo, quiero que seas tú mismo, no el capullo y estúpido vacilón que sueles ser, yo quiero ver al chico que escribió esta carta— señaló una hoja de papel que tenía en la mano. Observé como la agarraba, parecía que esa carta de Scott había conseguido captar su interés, porque la sujetaba con mucha fuerza.

—Así es como soy.

—Entonces no tienes nada que pueda llamar mi atención Milner, lo siento, pero no me interesas, hasta luego.

Se estaba marchando, corrí hacia ella, me puse delante, y cuando se paró, dije:

—Dame esa oportunidad Erika, prometo que te gustaré tal y como soy, pero no me pidas que me comporte como un cuatro ojos de ésos con los que imagino que acostumbras a salir porque yo no soy así.

—No claro, tú eres Ares Milner, el ligón más grande y reconocido ¿me equivoco? Te crees que cualquier chica te desea locamente y se muere por tus huesos ¿no es así?

—Nadie es mejor que nadie McCain, ese chico que describes no soy yo—mentí, me creía incluso mejor de lo que ella me había descrito.

—Deja de fingir, yo sé cómo eres, te conozco, eres un ser frío y sin escrúpulos.

Me cabreó que no confiase en mis palabras, tiré de ella hacia mí, la sujeté por la cintura y me puse frente con frente, miraba sus labios deseoso, ella intentaba separarse, entonces le hice mi pregunta:

—¿Tienes novio McCain?

—No es de tu incumbencia Milner—giró su cara de lado, demostrando que mi pregunta le había cabreado.

Me reí y dije para cabrearla aún más:

—Seguro que no tienes, eres la típica chica que busca una "relación verdadera" ¿me equivoco niñita? —le devolví la pregunta.

Se consiguió soltar de mis manos, una vez liberada dijo:

—Te equivocas, he salido con muchos chicos, por eso sé la clase de tonto que eres.

— ¿Y ahora que buscas? —dije intrigado.

—Busco a alguien que me quiera sin importar mi aspecto, que me quiera por como soy, un chico sensible y atento.

—¿Pero en qué mundo vives McCain? Para eso cómprate un mueble, tienen la misma función. Eso no existe, los sentimientos verdaderos son fugaces e imprevisibles.

—Pues hasta que no encuentre a un tío como el que he descrito, no pienso salir con nadie más.

—Mientras lo encuentras y no, ¿yo te sirvo para entretenerte no?

—No Ares, no me hacen gracia tus comentarios inmaduros. Déjame en paz—añadió empujándome.

—McCain, admite que te gusto es sencillo, hasta que no lo hagas no voy a parar, y tengo mucho tiempo libre, te lo aseguro—le sonreí de lado.

—Te puedes llevar toda la vida intentándolo, pero la respuesta va a seguir siendo no, no voy a salir contigo Milner.

—¿Salir conmigo? ¿Quién ha dicho nada de salir? Yo solo quiero conocerte, no te creas tan importante niñita.

—¿No ibas a conquistarme? ¿Cómo piensas hacerlo sin pedirme salir, inteligente?

Me cansé de sus tonterías, si no me escuchaba haría que me escuchara, la cogí por los pies y me la llevé, tuvimos una ligera discusión por el camino:

—¡Bájame! ¿Qué se supone que estás haciendo?

—Como no quieres escucharme, no tendrás escapatoria ni otro remedio que hacerlo. La dejé en un poste de piedra blanco del parque al que subía cuando pequeño.

La niñita gritaba, pero si quería que me escuchara y que viera quién soy, la única forma era captar su atención por la fuerza.

—¡BÁJAME ARES! —dijo cabreada.

—Dos opciones McCain, o te bajas tú sola, o escuchas lo que tengo que decir.

—Vale, te escucho estúpido—dijo rindiéndose.

—Sabes qué, no me ha gustado como lo has dicho, repítelo ni-ñi-ta.

—Cuando baje de aquí pienso matarte, ¿así está bien para el señor? —dijo a punto de estallar.

—No sé dónde te habrán educado, pero no se dice capullo a la gente que intenta hablarte.

—Está bien Ares, prometo escuchar lo que tienes que decirme.

—¿Y? —le instigué a que siguiera.

—Y no te insultaré ¿contento? —resopló.

—Puedes decir todo lo que quieras McCain, pero que digas que no soy nadie y que ni siquiera te intereso, eso no te lo pienso permitir.

—No he dicho que no seas nadie.

—A la gente no le gusta que les insulten. Sólo pienso preguntar una vez más, ¿me vas a dar una oportunidad? Sí o no, así de fácil—comenté.

—No me gusta cómo eres, no me gusta la forma en la que mueves el flequillo, no me gustan tus ojos, ¿es lo que quieres oír?

—Ya soy un idiota y un estúpido, pero cuando te digo de quedar no te atreves a decirme que no.

—¿Qué? —dijo extrañada.

—A las 9 en el semáforo que hay detrás del estadio de fútbol, arréglate un poco, vamos a salir por ahí.

Me fui para que no pudiera decirme que no, sabía que iría, porque es una chica ángel, no le gusta fallar a las personas.

Había conseguido llevar a Erika a mi terreno, yo había estado en su mundo por unos segundos, ahora le tocaba a ella ver el mío, ahora decidía yo qué hacer, porque si le dejaba a ella me destruiría, ella es de esas chicas que hasta que no tienes su nombre grabado en las venas, no paran, y probablemente, después de que me enamorara pretendería dejarme, pero yo me he propuesto conquistarla, y cuando yo quiero algo lo consigo.


Alea Iacta Est La Suerte Está Echada© [YA EN LIBRERÍAS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora