Los príncipes azules no existen
ARES
Me desperté en la cama, con seis latas de cerveza a mi lado, estaba dolido y con resaca. No podía entender por qué me había gastado una broma así, y sobre todo lo que no comprendía de toda esta historia, lo que no encajaba en mi mente por muchas vueltas que le diera era el hecho de que me importara demasiado que le pasara algo, así que, cuando llegué a mi casa, me emborraché hasta perder el sentido y me dormí.
Al día siguiente, ya con las cosas más claras, aunque con un dolor de cabeza tremendo, mi teléfono, que al parecer llevaba bastante tiempo sonando, empezó a vibrar de nuevo, pero no me dio tiempo a cogerlo. Al mirar la pantalla de mi móvil, y ver las siete llamadas perdidas de Erika me asusté y rápidamente la llamé, la tenía en marcación rápida en la letra "p" de pesada.
—¿Sí? —contestó al segundo tono.
—¿Estás bien Erika? —mostré mi preocupación.
—Sí, no te preocupes, no ha pasado nada.
—¿Nada son para ti siete llamadas perdidas? —pregunté extrañado.
—Te estaba llamando para que vinieras a mi casa, quiero pedirte un favor— me dijo con una alegría contenida.
—¿A qué hora? —respondí sin pensármelo dos veces.
—A las siete en mi puerta, sé puntual—me colgó como si nada.
En ese momento el dolor de cabeza se me pasó, el enfado que me duraba aún de la noche anterior se disipó como si de un mal sueño se tratase. Estaba sonriendo como un dibujo animado, me puse frente al espejo de mi habitación y me di un par de guantazos repitiendo una y otra vez:
>>Ares no te enamores, no te enamores idiota <<
Miré el reloj cuando al fin me conciencié de no enamorarme de Erika, eran las cinco y media, tenía menos de dos horas para volver a parecer el apuesto capullo que tan bien le cae y dejar de parecer el vagabundo que vive en la estación de metro que hay de camino a mi casa. Me metí en la ducha, puse el agua lo más fría posible, tenía que quitarme el sueño y despejarme. Después cogí el champú, sin fijarme lo suficientemente en la etiqueta me enjaboné a fondo el pelo con él, a continuación, fue el gel, tengo que confesar que uso un gel de niños, porque es el único que hace que mi piel tenga el tacto que tanto les gusta a las nenas.
Terminé de ducharme y tocaba el ritual de colonia y desodorante, siempre uso un desodorante cualquiera que sea deportivo, y en cuanto a colonia, soy de los que prefieren la calidad a la cantidad, sigo la filosofía de que las grandes esencias se guardan en frascos pequeños, por eso el desodorante para mí no tiene importancia la marca, porque creo que lo que guarda mi esencia es mi colonia.
Al salir del baño noté un olor a rosas, como suele oler mi hermana, me imaginé que habría llegado antes del colegio, pero cuando fui a buscarla, no estaba en ninguna de las habitaciones de la casa. A continuación, fue cuando me miré en el reflejo del espejo y me di cuenta del desastre, mi preciado cabello rubio, una de mis armas más características para ligar, era de un azul mar profundo, y la piel me olía a rosas porque me había confundido de champú y de gel, y lo peor de todo era que la mezcla con la colonia y el desodorante me hacía parecer un completo transexual, había entrado como Ares Milner y había salido como una auténtica drag queen de película, menos mal que seguía siendo guapo, sino me hubiera preocupado.
Busqué por todos los cajones una de mis gorras para cubrirme el pelo, pero no encontré ninguna. Estaba a punto de rendirme cuando encontré una de los Lakers en la habitación de mi hermana, bendita etapa de "casual", me había salvado la vida, me la puse y cogí la bicicleta para ir a casa de Erika.
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Alea Iacta Est La Suerte Está Echada© [YA EN LIBRERÍAS]
Teen FictionPara McCain: Tu vida es un sin sentido , no te engañes. Tu hermana se ha ido, tus únicos amigos son los libros que siempre te acompañan, el amor no ha llamado a tu puerta. Por eso, pase lo que pase, despejate caminando hacia la escuela como habitual...