Capítulo 11

468 112 8
                                    

La llamada

Ares me había dejado tirada en esta cala retirada de la mano de Dios. Estaba allí pensando cómo iba a volver, cuando de repente, mi bolsillo comenzó a vibrar, era una llamada de teléfono de un número desconocido, lo cogí y contesté:

—¿Dígame? —pregunté al desconocido.

—¿Erika? —se escuchó decir desde el otro lado del teléfono.

Esa voz grave y profunda solo podía ser de una persona, por lo que me resultó extraño escucharle. Me hice la tonta, como si no supiera quien era y continué diciendo:

—¿Sí? ¿Quién es?

—¿No me reconoces la voz? —continuó sorprendido.

—No, porque escucho la voz de un fantasma, un cobarde que se marchó cuando le dije lo que sentía, pero es imposible porque se largó a no sé dónde y no ha vuelto—dije cabreada.

—Escucha, sé que estás enfadada, pero entiéndeme Erika, era la primera vez que permitía que una chica entrara en mi vida, todo fue muy rápido y encima cogiste y me besaste, pillándome desprevenido.

—Y si tan claro lo tienes, ¿para qué me llamas?

—Porque no he pasado aquí ni un día, y ya te echo de menos.

Al escuchar sus palabras, ya me lo imaginaba volviendo, abrazándome, besándome; por desgracia, sus pensamientos eran otros:

—¿Eso significa que vuelves? —estaba ansiosa por su respuesta.

—No, aún no puedo volver, no estoy preparado, me voy a quedar aquí otras dos semanas— confesó el muy miedica que me hacía perder la cordura.

—¿Dónde estás? — quise saber ya perdiendo la poca paciencia que me quedaba y comenzando a salir de la playa casi desierta.

—No puedo decírtelo—se negó Scott.

—Vamos Wolf, ni que fuera a presentarme allí— exasperé cansada de sus tonterías.

—No sé lo que eres capaz de hacer Erika, no te conozco tanto—pareció vacilar un poco.

No quise insistir, había aprendido en la vida, que si te gusta alguien no puedes presionarlo, no debes cansarlo ni perseguirlo. Lo que había que hacer era ponerlo celoso, en toda película y en todo libro que se precie, al chico que se marcha, había que ponerlo celoso para que volviera corriendo a los brazos de su amada. Mi mente era mucho de hacer planes alocados como aquel, lo cierto es que, en ese momento, estaba bastante cabreada porque sabía que le gustaba tanto como a mí me gustaba él, pero no iba a venir por culpa del típico miedo de los chicos a comprometerse, oyen la palabra relación y se marchan. Así que decidí hablarle un poco de mi "amigo" Ares, sin mencionar su nombre, para darle mayor dramatismo y misterio. Resoplé y le solté:

—Bueno, supongo que tendré que volver a llamar al idiota que no ha parado de insistir en que salgamos, por lo menos no me dejara colgada cuando las cosas se complican...—le pinché para ver su reacción y continúe mi camino en busca de una parada de autobús o algo que me sacase de allí.

Scott se quedó en silencio unos segundos, aunque me pareció escuchar como apretaba los dientes. Al rato, carraspeó un poco y comentó bastante sorprendido:

—¿Qué? — dijo en un tono de rabia contenida.

Quiso hacer como si no hubiera escuchado nada, era una forma de evitar responder que tenían los chicos, por suerte para mí, me había leído suficientes libros como para saber qué responderle:

Alea Iacta Est La Suerte Está Echada© [YA EN LIBRERÍAS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora