Capítulo 23

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Derrotando al mejor amigo

ARES

No era consciente de lo que había hecho, sólo sé que un montón de personas empezaron a rodearme y a empujarme, y que estaba viendo a Milo en el suelo, agarrándose la nariz mientras la sangre brotaba de ella.

La gente seguía amontonándose, entonces, Milo se levantó, tenía una brecha profunda en el puente nasal, se acercó a mí y dijo:

—Sé que me merezco el golpe, ¿pero me tenías que romper la nariz?

Con su comentario reaccioné.

—No pensaba en el daño que iba a hacerte, pensaba más bien en el daño que tú le ibas a hacer a ella—le expliqué, clavando mis ojos con ira en los suyos.

—Eres el mejor amigo ése, ¿me equivoco? —me miró con desprecio.

—Ares Milner, mejor amigo de Erika—le ofrecí mi mano con convicción.

—Milo, soy su falso novio—me estrechó la mano.

—No quiero ser grosero ni violento, pero, ¿ella lo sabe?—le pregunté esperando algo más que una respuesta.

Milo puso cara de avergonzado y respondió:

—Aún no. No he sido capaz de decírselo—con cada palabra suya me alegraba más de haberle pegado.

—¿Tienes una moto verdad? —escuchando su pregunta imaginé que me tocaba hacer de recadero.

—Sí—afirmé con mi furia contenida.

—Llévame al hospital, me has roto la nariz, me lo debes.

Quería coger la moto y dejarlo ahí, que sufriera, pero era el novio de Erika, no quería que todo mi esfuerzo de que ella me vea con otros ojos se fuera al traste.
Me eché las manos a la cara con desesperación antes de decirle que sí, aunque sabía que me arrepentiría.

—Sube—le indiqué con la mano golpeando el asiento de mi moto.

—¿Es seguro? —al parecer el tal Milo era un miedoso.

—Sube a la maldita moto antes de que me arrepienta—le ordené.

Se subió y lo llevé al hospital más cercano, el Hampton Medical Center. Llegamos rápido, pero había una gran cola de pacientes de urgencias, así que no tuve más remedio que hablar con él, porque inició una conversación.

—¿Te gusta ella verdad? —hizo la pregunta que todo novio celoso le hace al mejor amigo.

— ¿Qué? No que va—respondí, pero era difícil, porque lo cierto es que Erika estaba empezando a caerme bien.

—Si no te gusta, ¿me explicas cómo hemos acabado aquí?

>>Si lo hubiéramos dejado allí tirado no tendrías este problema<<

—Le vas a hacer mucho daño a mi mejor amiga, tenía que intervenir—le comenté.

—Te gusta Ares, sino no me hubieras partido la nariz—el que siguiera insistiendo me hacía querer volver a pegarle, pero no lo hice, estaba intentando ser el "chico bueno que no se mete en problemas", Charlie Roman el chico de mi clase me estaba ayudando por las tardes a conseguirlo.

—Me importa, es sólo eso—la verdad, no me había parado a pensar en si sentía algo por Erika.

—¿La quieres? —siguió presionándome.

—En realidad la odio—le dije la verdad, solo que él no sabía que la odio porque odio que me guste de la forma en que lo hace—. Demasiado pesada y complicada, requiere de mucho esfuerzo—dije esa frase para ver si el pesado de Milo me dejaba en paz de una vez, pero lo cierto es que sienta lo que sienta, haga lo que haga, no puedo sacarme de la cabeza a esa niña cabezota y contestona.

Alea Iacta Est La Suerte Está Echada© [YA EN LIBRERÍAS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora