Capitulo 10

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El plan de Ares

Al fin llegamos al lugar al que la moto de Ares se dirigía, era una cala retirada. No había un alma en la playita secreta de Ares.

Las cosas estaban un poco tensas después de la anterior conversación, así que me enredé un rizo de pelo en el dedo y le solté:

—Para ser tan precavido y tan meticuloso, tu plan es un poco "topicazo"—hice comillas con los dedos.

Él se rascó la cabeza e hizo su típico comentario de chico chulo y prepotente, el cual yo estaba esperando:

—Me has pillado McCain, a las niñitas bonitas hay que dejarlas en sus cuentos y sus fantasías, porque si las sacas de su historia, pueden ponerse en peligro—me guiñó un ojo, algo que se estaba volviendo una costumbre odiosa.

—Milner, por primera vez tienes razón, un excelente detalle por tu parte, entonces, según tú, como soy una princesa, me vas a ayudar a bajarme de la moto suavemente—hice el gesto para que me ayudara a bajar.

El estiró su mano y luego la apartó, se alejó caminando en dirección a la playa y comentó:

—Lo de las princesitas acomodadas era antes, las princesas actuales no requieren de la ayuda de un príncipe, son independientes Erika, al menos eso he oído—se encogió de hombros.

—¡Eres un cretino y un idiota! —le grité.

—Demasiado lejos para oírte, deja de quejarte—me hizo una reverencia irónica.

Yo corrí hacia él cabreada y lo plaqué lanzándome encima suya, él, que estaba debajo, se inclinó hacia mí y dijo:

—No juegues con fuego McCain, aléjate de mí ahora que puedes—acarició mi mejilla derecha.

Yo le sonreí y dije descaradamente:

—¿Ya no quieres ser mi amigo? —hice un puchero improvisado.

Él se volvió a tumbar delante de mí y contestó:

—Los mejores amigos McCain, los mejores amigos.

Yo sonreí a su comentario y le hice una pregunta que no podía callarme:

—¿Cómo piensas actuar a partir de ahora que eres mi mejor amigo gay? —contesté para cabrearle.

Él frustrado se ordenó el cabello y me cogió por la cintura, nuevamente estaba desprevenida:

—No aprendes Erika, no me llames gay porque me obligas a tirarte al agua.

—No serías capaz, un mejor amigo no haría eso—le respondí.

—Una pena que aún no sea tu mejor amigo—dijo mientras se acercaba a la orilla y me lanzaba al agua con la ropa puesta.

Al sentir el agua fría sobre mi piel, me cabreé bastante, digamos que me volví un poco loca. Es el único chico que me saca de mis casillas. Corrí hacia él y le metí un puñetazo en la barriga :

—Te dije que no te atrevieras.

—¿Otro puñetazo? —dijo cabreado—Joder McCain, como amiga dejas mucho que desear.

—Lo dice el desgraciado que me ha tirado al agua sin permiso.

—Yo también te quiero amiga.

—Yo no, para nada— dije empapada y ofuscada.

—¿No me digas que te has cabreado?

—Si—me crucé de brazos.

—Lo siento, no sabía que las princesitas tenían sentimientos—dijo riéndose.

Alea Iacta Est La Suerte Está Echada© [YA EN LIBRERÍAS] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora