Cuando Scott me besa se derriten mis mejillas
Llegué a mi casa del Instituto, dispuesta a comer, vestirme e irme con Ares y sus planes de locura, pero entonces le vi allí dormido, era Scott, delante de mi puerta, había vuelto. Intenté escaparme por detrás y entrar en mi casa sin despertarle, ya que le había dado mi palabra a Ares y tenía intención de cumplirla, además, sabía que, si Scott y yo hablábamos me convencería para que me quedara, no sé qué es lo que hace, pero tiene algo en la mirada que me hipnotiza y no me deja pensar con claridad.
Ya estaba consiguiendo entrar, cuando tropecé con su brazo y me caí, no podía ser más torpe porque creo que es imposible. Cuando estaba cayendo, él se despertó, probablemente por el golpe que le di al tropezar con su brazo, me cogió al vuelo en brazos y me miró fijamente a los ojos mientras me sonreía con esa sonrisa blanca que me dejaba sin palabras y decía:
—¿Qué tal Firenze? —sus ojos buscaban mi aprobación por haber vuelto, pero yo no iba a darle esa satisfacción.
—Aquí tropezando con una roca—solté con reproche.
—He vuelto—contestó nervioso para ver si así conseguía mi aprobación, pero estaba muy equivocado—. ¿No te alegras? —insistió a pesar de que no se merecía ni que le hablara después de haber huido como un cobarde.
—No, no llamas, no hablas, desapareces sin decir nada a nadie, ¿y pretendes que te hable como si nada? —mi enfado aumentaba por momentos, aunque en sus brazos era vulnerable, porque con el tacto de sus manos me derretía como la mantequilla.
Él me cogió y entramos en mi casa, que yo había abierto anteriormente antes de caerme torpemente. En el interior me dejó en el sillón mientras él se cogía una silla, me volvía a mirar y decía:
—Seré sincero, quiero volver a las terapias contigo, me hacían bien—su propuesta me sorprendió, pero el motivo no terminaba de convencerme.
—No, ya no quiero ayudarte—¿notaría que estaba cabreada?
—¿Qué puedo hacer para que me perdones? —dijo con la mirada más sincera y entregada que he visto.
—Nada, y como no soy psicóloga profesional, no puedes contratarme ni nada por el estilo—ni yo me creía el argumento que se me había ocurrido.
Creo que mis palabras le dieron la idea que estaba a punto de mencionar.
—Eso es, tú me das terapia y yo te organizo planes, para que podamos conocernos tanto psicológicamente, como física y socialmente, ¿qué te parece? —¿pasar más tiempo juntos? ¿había dicho pasar más tiempo juntos o lo sobreentendí?
Hubiera dicho que sí desde el principio, aunque fuera una broma, pero tenía que mantenerme en mi papel de enfadada, no podía flaquear al primer comentario bonito.
—Está bien, pero a la primera que la cagues me voy—acepté a regañadientes.
—Lo prometo, y para que veas que hablo completamente en serio, Erika, hoy empezamos con los planes, vente a las siete a la plaza que hay en el centro —dijo Scott estirando su brazo para coger mi mano y apretarla. Mientras mis piernas se preparaban para temblar por el efecto que causaba en mí su penetrante mirada, Scott aprovechó para darme un beso en las mejillas y derretirlas.
—Luego nos vemos preciosa—me guiñó un ojo y se marchó. Aunque lo disimulaba muy bien, se le notaba cansancio en los ojos.
Justo cuando el chico que me hacía perder los sentidos se había ido, apareció por medio de mensajes, el chico que me hacía perder los nervios y que me cabreaba con cada frase que salía de su boca.
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Alea Iacta Est La Suerte Está Echada© [YA EN LIBRERÍAS]
Teen FictionPara McCain: Tu vida es un sin sentido , no te engañes. Tu hermana se ha ido, tus únicos amigos son los libros que siempre te acompañan, el amor no ha llamado a tu puerta. Por eso, pase lo que pase, despejate caminando hacia la escuela como habitual...