Si las historias de amor fueran reales
Paramos en un restaurante de camino a nuestro destino, aunque más que un restaurante era una gasolinera con servicio de comida rápida, Ares parecía ilusionado con este viaje que se había sacado de la manga:
—Oye niñita, no me has dicho aún que te parece mi plan—me guiñó un ojo.
—Verás chiquitín, es que no tengo ni idea de a dónde me llevas—dije mientras me cruzaba de brazos.
—McCain, ¿por qué siempre tienes una respuesta a todo lo que digo?
—¿No crees Milner, que, si no te respondiera, no tendría gracia? —dije irónicamente.
—Tienes razón pelirroja, no sería tan divertido—me siguió el rollo.
—¿A dónde vamos fuera de bromas? —dije ya cansada de tanta indirecta.
—A donde mi moto nos lleve, Erika.¿Me había llamado por primera vez por mi nombre?
—¿Erika? —dije extrañada.
—¿Es tu nombre no? —dijo riéndose.
—Sí, pero me ha extrañado—dije con una estúpida sonrisa en la boca.
—A partir de ahora me he propuesto conquistarte, no tienes por qué alejarte en la mesa, prometo que hasta ahora morder, no he mordido a nadie.
Me consiguió sacar una sonrisa el muy idiota.
—Menos mal, sabes reírte McCain, me tenías preocupado—ahí estaba él exagerando la ironía.
—Milner, en la mesa no se llevan gafas de sol—le regañé mientras con un gesto suave y lento las apartaba de su cara.
Al tocarle sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Me aparté, esperando que él también hubiera sentido aquello.
—¿Sabes que eres muy pesado? —le indiqué educadamente.
—Niñita, ¿sabes que tienes los ojos más bonitos que he visto?
—Gracias, no eres el primero que me lo dice—dije descaradamente.
Terminamos de comer y nos montamos en la moto, me puse el casco recogiendo mi larga melena pelirroja como pude y me senté detrás de él. Lo detestaba, pero tenía que agarrarme a él para no caerme de la moto, era bastante rápida. Hice el intento de agarrarme a la parte trasera de su moto, pero él lo notó y me dijo:
—McCain, si no quieres caerte agárrate a mi y hazlo con fuerza—dijo mientras cogía mis manos y las ponía en su cintura.
Arrancamos de nuevo y él quiso iniciar una conversación:
—McCain.
—Dime Milner.
—¿Por qué siempre estás insultándome, tan mal te caigo? —me preguntó con voz lastimera.
Me sentí culpable en ese momento no sé por qué.
—No es que me caigas mal, es que eres un chulito, y a mí los chulitos no me gustan.
—Pero soy un chulito divertido eso me lo admitirás.
—Sí, eso sí es verdad—me volví a reír.
Por muy estúpido, imbécil e idiota que Milner pudiera llegar a ser a casi todas las horas del día, lo cierto era que me lo estaba pasando muy bien. El idiota al que más odiaba hacía que me olvidara del idiota por el que sentía algo.
—Oye pelirroja, ¿alguna vez has tenido novio? —siguió preguntando.
—Claro Milner— aseguré obvia.
—¿Se parecía a mí y por eso me odias? —soltó de repente.
—No, era todo lo contrario a ti, inteligente, bueno, amable, todo un caballero vamos.
Ares se rio un instante y luego dijo:
—Aunque no lo creas has descrito al pringado que solía ser—dijo entristecido.
—¿Que te pasó Ares, nunca lo has contado? —pregunté intrigada.
Se calló unos segundos, respiró profundamente y dijo:
—Una chica tuvo la culpa.
—¿Una chica? —me asombré ante su respuesta.
—Sí, estuve enamorado de ella, sentía esas cosas que ya he dejado de sentir, a donde ella iba yo iba detrás, era un perrito faldero andante.
Se me escapó una risilla tonta, no sé por qué. Luego llegó mi inapropiado comentario:
—¿Ares Milner, el terror de las nenas, pillado por una chica?
La moto se paró en un lado de la autopista cerca de un bosque, Ares se quitó su casco y dijo enfurecido:
—Nadie nunca lo ha vuelto a conseguir Erika, n-a-d-i-e. El amor es muy doloroso, te hacen daño o haces daño, es mejor no llegar a ese extremo.
—¿Y fue ahí cuando decidiste que ninguna chica volvería a romperte el corazón? —le seguí interrogando.
—No, ahí fue cuando todavía estaba dispuesto a intentarlo.
—¿Y entonces que fue lo que hizo que Ares Milner fuera quién es? —seguí.
Hubo un silencio tenebroso, la situación se estaba poniendo muy fría, pero yo tenía que saberlo. Así que volví a decir:
—¿Quién o qué fue Ares?
Su espalda se derrumbó, estaba hecho pedazos, parecía que había sido algo doloroso. Se levantó y me dijo:
—Ella murió, la chica de la que siempre estuve enamorado murió. ¿Contenta? Ya sabes por qué soy como soy.
Me quedé con la boca abierta sin saber que decir, él arrancó de nuevo su moto mientras añadía:
—Antes de irse me dijo que no me enamorara nunca, porque el amor te hace mucho daño. Me confesó que siempre me había querido, que estaba enamorada de mí desde el principio, pero nunca se atrevió a ser quien era y por eso no me lo dijo. En aquel momento, en el que vi como su agarre se hacía cada vez más débil y como la luz de sus ojos se apagaba, decidí, que no me enamoraría, porque el mundo es demasiado cruel con las personas que se enamoran.
En ese momento, al escuchar las palabras de Ares, las lágrimas salieron de mis ojos sin poder evitarlo. En la intensidad del momento, de estar los dos tristes, me acerqué a él y lo abracé con todas mis fuerzas. Se notaba que sufría, estaba temblando en mis brazos, lo peor fue que yo no sabía que decirle y metí la pata:
—¿Pues no decías que ibas a conquistarme? — me hubiera golpeado a mí misma en aquel mismo instante.
Él se quitó las lágrimas de los ojos, sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos y soltó:
—Conquistarte como amigo, no te creas tan importante, si he dicho ninguna chica es ninguna chica.
—¿Entonces estás faltando a la promesa de la carta Milner?
—No, cuando me vea con fuerzas, intentaré conquistarte, pero de momento prefiero que seamos amigos.
Lo que había dicho debería haberme agradado, sin embargo, me sentí dolida con aquellas palabras, no sé si fue la parte de "ninguna chica" o la de "solo amigos", a veces para los sentimientos era demasiado torpe.
Yo no sabía si tener a Ares de amigo iba a ser algo saludable, había una especie de química que ambos sabíamos que estaba ahí. Mientras reflexionaba todo aquello, su mano apareció delante de mis narices y dijo:
—Erika, quiero ser tu amigo, así que, aunque te resulte difícil no sentirte atraída por mí, intenta controlar tus impulsos afectivos.
Ese comentario me hizo enfadar, ¿quién se había creído que era? Estreché su mano enérgicamente y respondí:
—Lo mismo te digo chiquitín, lo mismo te digo.
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Alea Iacta Est La Suerte Está Echada© [YA EN LIBRERÍAS]
Teen FictionPara McCain: Tu vida es un sin sentido , no te engañes. Tu hermana se ha ido, tus únicos amigos son los libros que siempre te acompañan, el amor no ha llamado a tu puerta. Por eso, pase lo que pase, despejate caminando hacia la escuela como habitual...