Kathelyn.

1.1K 22 5
                                    

 Kathelyn.

Le pido otro cubata a Rosalita, que sonríe coqueta al otro lado de la barra. "A este invita la casa", dice. Para agradecérselo, brindo a su salud. Miro a mi alrededor. Todo el pub esta lleno de mujeres hermosas, con trajes minimalistas, pero sin dejar de ser elegantes; mujeres que esperan a hombres atractivos, con mansiones y chalés. Sí, yo soy de esos hombres. A mi derecha, una rubia potente. Pelo largo y liso, que cae sobre una espalda desnuda y contrasta con el vestido corto y negro. Curvas generosas, y unos pechos perfectos. Está de espaldas, a la barra, mirando a la pista de baile, esperando a que alguien la saque a bailar. Me acerco y le invito a una copa. Hablo con ella. Ahora entiendo porqué un bellezón como ella está sola: tiene voz de pito. Y su risa... es como unos cascabeles que tintinean desafinados. Horrible. Aprovecho que la al baño para acercarme a una morena que está sentada sola en la mesa. Una buena pechonalidad, y unas caderas generosas. Me siento y le invito a una copa. Empezamos a hablar. Bueno, más bien habla ella. Es demasiado inteligente. Y una charlatana. Finjo una llamada urgente y me escaqueo a la barra. Me pido un cubata y, entonces, la veo. La mujer de mi vida. Aires de buscar a alguien, pero de dejar que la encuentren a la vez. Ojos grandes y almendrados, de un color miel encantadores. Unos labios carnosos que incitan a devorarlos. Unos pechos perfectos, lo justo que cabe en una mano. Y una cintura que incita a ser rodeada. Y esa melena. Una larga melena pelirroja, que cae de un modo cuidadosamente descolocado, procedentes de un moño despeinado con cuidad, sobre unos hombros firmes y desnudos. Le invito a una copa. Ella la recibe. Me mira, y sonríe. Brindamos en la distancia. Me acerco a ella y hablamos. Por fin. Una voz dulce, blanda, pero a la vez firme y decidida. Habla lo justo, ni mucho ni poco. La saco a bailar. Bailamos una canción lenta, abrazados, juntos, muy juntos. Aspiro el aroma de su pelo. A canela. Sólo entonces me pregunta mi nombre. "Thony, pero esta noche, puedes llamarme como te apetezca", respondo tumbándola sobre mi brazo izquierdo y acercándome mucho nuestras caras. Ríe y la levanto. Una risa melódica, hechizante. "Es posible que lo olvides, pero yo soy Kate. Esta noche, y las siguientes". Se acaba la música y nos acercamos a la barra. Pedimos unas cuantas copas más. Rosalita no parece tan amable como antes. Kate y yo seguimos hablando de todo y de nada, picoteando temas de aquí y allá, como si no nos acabase de combencer ninguno. Y en cierto modo era así. Sólo hablamos por hacer algo, por el simple hecho de disfrutar de la voz del otro el máximo tiempo posible. Me dice que tiene calor. Le dejo una generosa propina a Rosalita. Le cojo la mano y me la llevo a los jardines. Tiendo mi americana en la hierba para que se siente y no manche su bonito vestido plateado. Me siento junto a ella. Me acerco y, por fin, la beso. Un beso tierno, dulce, tímido. Un rato más tarde, nos levantamos y pido un taxi. Nos acerca a mi chalé de las afueras. Entramos besándonos, cada vez más apasionadamente. Me quita la camiseta. Le desabrocho el vestido, que se confunde con el mármol blanco del suelo del salón. Vamos a la habitación dejando un rastro de prendas molestas en el suelo. Al llegar a mi habitación, la cojo en brazos. Nos tumbamos en la cama, y nos dejamos a mercer de nuestros sentidos, explorándonos mutuamente. Me despierta un sol indiscreto de mediodía, que se filtra por la ventana haciendo caso omiso de las cortinas. Miro a mi alrededor. Ni rastro de Kate. Localizo el número de móvil que ayer me dio y la llamo. Me contesta una anciana, que afirma no tener a ninguna Kate en la familia. Cojo mi cartera con una horrible sensación. Vacía. Sólo hay una nota. Con su letra. "Me has caído bien, Thony, eres un encanto. Lástima que no nos volvamos a ver. Muchas gracias por costearme más vestidos para conquistar a más hombres como tú, y por costearme algún que otro vicio. Con cariño, Kate". Sonrío. No creo que le haya dado tiempo de comprarse muchas cosas aún. Mañana anularé las tarjetas. Me doy una ducha de agua fría. El día transcurre con normalidad, salvo por un pequeño detalle. Mi cuerpo, está diferente. Estoy feliz, melancólico, pensando en ella, disfrutando cada momento de su actuación de anoche. Sé que no todo fue fingido. O, al menos, quiero saberlo. Esa noche, vuelvo al pub. Al verme sola, Rosalita sonríe de nuevo. Me paso toda la noche mirando a la puerta, con la esperanza de verla entrar por la puerta en cualquier momento. Ni rastro. Tendré que conformarme con la rubia con voz de pito de ayer. Antes de irme con ella, le dejo una carta a Rosalita para que se la de a Kate si vuelve. La carta dice: "Puedes robarme cuanto quieras, pero si vuelves a mi casa yo mismo te llevaré de compras. Con amor, tu encantador Thony". La volveré a ver. Lo sé. Estoy seguro. Volveré cada noche a buscarla, me recorreré todos los pub de la ciudad si es necesario. Pero la volveré a tener entre mis sábanas. Y en ellas encontrará un anillo de diamantes y, bajo la almohada, una visa oro y una american express.

Relatos de un pobre pianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora