El final del pianista

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Hace varios días que nadie escucha el piano de la casa gris del final de la calle Rose Belle. Preocupados, los vecinos han llamado a la policía. Han llamado a la puerta una vez. Dos veces. Tres veces. No ha contestado nadie.

Se han visto obligados a echar la puerta abajo, rodeados por un montón de curiosos. Parece que no hay nadie. Recorren toda la vivienda, dónde no hay señales de que nadie haya vivido en ella. Hasta llegar a la buhardilla.

En la buhardilla del pianista, entran con cuidado. Con cuidado de no pisar ningún papel, ningún relato, ninguna partitura. Observan la habitación, y le descubren tumbado en un colchón situado en la esquina. Perplejos, echan un vistazo a su habitación. Recogen todos los relatos, y todas las partituras. Los leen. Las tocan. Y se dan cuenta de que han vivido junto a un artista.

Abren la pequeña carpeta con sus mejores relatos, y deciden publicarlos en su honor.

Días más tarde, los diarios han publicado que el multimillonario alemán Herman Hellssenwan, del cual no se sabía nada desde hacía años, había sido hallado muerto en una viviendo de Londres.

Al parecer, el pianista no era pianista. Era un hombre que disfrutaba haciendo lo que más le gustaba. Un hombre reservado. Los vecinos jamás entenderán porqué vivieron junto a una figura tan importante y no se dieron cuenta. Supongo que eso les pasa por juzgar las cosas por las apariencias, sin intentar llegar al fondo de nada.

Los vecinos, jamás entenderán que Herman Hellssenwan se había ido a vivir allí por ser víctima de una rara enfermedad para la cual no había curación. Los vecinos, jamás entenderán que la gran pena del pianista era el saber que había desaprovechado toda su vida. No había apostado por el amor. Siempre había apostado por el negocio. Y, a la hora de la verdad, no le había servido de nada.

Los vecinos jamás sabrán que, si se hubiesen dignado a hablar con el pianista, este  les hubiese contestado. Los vecinos jamás sabrán que Herman Hellssenwan era un hombre de ayudar a los que piden ayuda, de largas conversaciones y de una naturaleza bastante sincera. Los vecinos jamás sabrán, en definitiva, quien era en realidad el pianista de la casa gris del final de la calle Ros Belle.

Sabrán que vivieron junto a un millonario. Sabrán que a Herman le gustaba mucho el arte, sobre todo el piano y la prosa. Sabrán la historia del pianista, sabrán sus mejores relatos y sus mejores canciones.  Pero jamás sabrán quien era en realidad el pianista de la casa gris del final de la calle Ros Belle.

Jamás sabrán si le gustaba más la carne o el pescado. Jamás conocerán el tono de su voz. Jamás sabrán lo que le hacía llorar o sonreír. Jamás sabrán cual era su color preferido. Jamás sabrán cual era su mermelada preferida. Jamás sabrán si cocinaba bien o era un desastre. Jamás sabrán nada sobre él. Sólo lo que puedan leer de él a través de los periódicos, o lo que puedan decir en la tele. Pero nunca sabrán sus detalles más íntimos, los que sólo un buen vecino, un compañero o un amigo llegan a conocer.

Y eso, en el fondo, les entristece. Les hace pensar y recapacitar. Sabían que no conocían al pianista pero, sin embargo, jamás les importó. Jamás hicieron nada para cambiar esa situación. Nunca intentaron conocerle, poner de su parte para saber quién y cómo era ese extraño personaje.

Siempre le echaron la culpa a él de no relacionarse con nadie. Pero, lo cierto, es que ellos tampoco reunieron el valor necesario para hacerlo. Porque cometieron el gran error de juzgarle sin conocerle. Y no sólo por eso. Sino porque, en el fondo, todos sentían un poco de miedo por aquél misterioso pianista. Miedo a lo raro, a lo diferente, a lo desconocido.

Y ese sentimiento de culpabilidad es algo que no van a lograr quitarse de encima en mucho tiempo. Quién sabe, quizás hagan como hizo el pianista y aprendan de sus errores. Quizás no juzgaran más sin saber apenas nada. Quizás perderán el miedo a lo desconocido, o quizás lo sabrán vencer cuando sea necesario. Quizás, siga todo igual. No, no creo. La historia del pianista seguro que les hará reflexionar; o no, quién sabe. Lo que sí sabemos del cierto, es que jamás olvidarán la historia del misterioso pianista que vivió en la casa gris del final de la calle Ross Belle.

Relatos de un pobre pianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora