Domingo de resaca

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Domingo de resaca

Me duele la cabeza. Mucho. Demasiado. Tengo la boca seca. Me pesan los ojos. Tengo el estómago revuelto. Me da vueltas todo. Sonrío. Gran noche la de ayer. Música, amigos, gente nueva y alcohol. Mucho alcohol. Quizás demasiado. No recuerdo demasiado, pero tengo una agradable sensación en el cuerpo. Me desperezo. Necesito agua. Y un ibuprufeno. Urgentemente. Echo un vistazo a la habitación. Toda mi ropa desperdigada por el suelo. Tendré que llevar el vestido morado a la tintorería. Me fijo atentamente en una pieza de ropa concreta. Calzoncillos. Sorprendida y asustada, me giro rápidamente. Un hombre. Atractivo. Desgraciadamente, no tiene un hueco en mi memoria. Miro debajo de las sábanas. Nada. Dos cuerpos desnudos. Cojo el ibuprofeno de la mesita y me lo tomo de un trago de la botella de agua. Él se despierta. Esos ojos verdes traen un vago recuerdo a mi memoria. Un hombre que se acerca a mí en la discoteca y me invita a varias copas. Bailes, risas y confidencias. Y su cara. Se acerca. Me mira a los ojos. Me sonríe. Me besa la mejilla y me pone la mano en el muslo. Se levanta, y se va a la ducha. Ahora entiendo porqué cedí anoche. Que brazos. Que espalda. Que ojos. Que sonrisa. Que culo. Que hombre. Recuerdo el reciente tacto de su piel. El calor de su cuerpo. Y quiero más. Me pongo su camisa y me dirijo al baño. Se está lavando la cara. Se gira. Ahora entiendo esa satisfacción mañanera tan sospechosa. Se me pone una cara de sorpresa e ilusión. Lo se. Lo noto. Lo veo en el espejo. Él parece notarlo. Le miro a los ojos, haciendo un esfuerzo sobrehumano. "La ducha está libre", digo con una sonrisa picarona. Sonríe con ese aire de superioridad que, ahora descubro, que me encandila. Se acerca, provocando el roce. Me rodea la cadera con el brazo y me acerca a él. Me besa. Me acaricia le espalda. Y me aparta. "Si eso más tarde", contesta con un guiño. Me saca del baño y oigo como se mete en la ducha. Me siento en el tocador. Me miro en el espejo. Recuerdo cosas de ayer. Entrar con Chuck abrazándonos, besándonos, quitándonos la molesta ropa. No podíamos resistir la tentación. Me apoyó en la pared. Caímos al suelo, pero la moqueta amortiguó nuestra caída. Me cogió y nos tumbamos en la cama. Fue una maravilla. Me miro al espejo y descubro una sonrisa melancólica en mi cara. Nunca nadie me ha dicho que hacer y cuando. Y no va a empezar a hacerlo él ahora. Entro en el baño. Me quito la camisa y entro en la ducha. "Mi casa, mis reglas", digo con la sonrisa más insinuante que había puesto nunca. Él, al principio se sorprende. Al sentir nuestros cuerpos juntos, me besa. No sé cuanto tiempo pasamos en la ducha, sólo sé que fue la mejor experiencia que había vivido en mucho tiempo. Salimos y nos secamos. Se pone unos pantalones, y yo su camisa. Nos sentamos en la cama, y pedimos unas pizzas para comer. Me suena el móvil. Ray. Dice que volverá en unas horas, que su vuelo se ha retrasado un poco. Le tiendo a Chuck su camisa, y le pido que se vaya. Asiente, sonriente. Le acompaño a la puerta. Nos besamos. Un último beso. "¿Volveremos a vernos?", pregunta. "Me encantaría... pero no le puedo hacer esto a Ray. Llevamos varios años casados...", contesto. Noto un tono de pena en mi voz, cosa que despierta una alarma en mi interior. Le pido que se vaya. Ambos sabemos que si en un futuro volveremos a coincidir, esto se repetirá. Ambos sabemos que no queremos, que no debemos. No nos damos los teléfonos. Me quedo en la puerta, mirando como el hombre de mis sueños desaparece en la boca del ascensor, haciendo un geste de despedida con la mano, y una sonrisa en los labios. Me duele la cabeza. Mucho. Demasiado. Tengo la boca seca. Me pesan los ojos. Tengo el estómago revuelto. Me da vueltas todo. Sonrío. Gran noche la de ayer. Música, amigos, gente nueva y alcohol. Mucho alcohol. Quizás demasiado. No recuerdo demasiado, pero tengo una agradable sensación en el cuerpo. Me desperezo. Necesito agua. Y un ibuprofeno. Urgentemente. Echo un vistazo a la habitación. Toda mi ropa desperdigada por el suelo. Tendré que llevar el vestido morado a la tintorería. Me fijo atentamente en una pieza de ropa concreta. Calzoncillos. Sorprendida y asustada, me giro rápidamente. Un hombre. Atractivo. Desgraciadamente, no tiene un hueco en mi memoria. Miro debajo de las sábanas. Nada. Dos cuerpos desnudos. Cojo el ibuprofeno de la mesita y me lo tomo de un trago de la botella de agua. Él se despierta. Esos ojos verdes traen un vago recuerdo a mi memoria. Un hombre que se acerca a mí en la discoteca y me invita a varias copas. Bailes, risas y confidencias. Y su cara. Se acerca. Me mira a los ojos. Me sonríe. Me besa la mejilla y me pone la mano en el muslo. Se levanta, y se va a la ducha. Ahora entiendo porqué cedí anoche. Que brazos. Que espalda. Que ojos. Que sonrisa. Que culo. Que hombre. Recuerdo el reciente tacto de su piel. El calor de su cuerpo. Y quiero más. Me pongo su camisa y me dirijo al baño. Se está lavando la cara. Se gira. Ahora entiendo esa satisfacción mañanera tan sospechosa. Se me pone una cara de sorpresa e ilusión. Lo se. Lo noto. Lo veo en el espejo. Él parece notarlo. Le miro a los ojos, haciendo un esfuerzo sobrehumano. "La ducha está libre", digo con una sonrisa picarona. Sonríe con ese aire de superioridad que, ahora descubro, que me encandila. Se acerca, provocando el roce. Me rodea la cadera con el brazo y me acerca a él. Me besa. Me acaricia le espalda. Y me aparta. "Si eso más tarde", contesta con un guiño. Me saca del baño y oigo como se mete en la ducha. Me siento en el tocador. Me miro en el espejo. Recuerdo cosas de ayer. Entrar con Chuck abrazándonos, besándonos, quitándonos la molesta ropa. No podíamos resistir la tentación. Me apoyó en la pared. Caímos al suelo, pero la moqueta amortiguó nuestra caída. Me cogió y nos tumbamos en la cama. Fue una maravilla. Me miro al espejo y descubro una sonrisa melancólica en mi cara. Nunca nadie me ha dicho que hacer y cuando. Y no va a empezar a hacerlo él ahora. Entro en el baño. Me quito la camisa y entro en la ducha. "Mi casa, mis reglas", digo con la sonrisa más insinuante que había puesto nunca. Él, al principio se sorprende. Al sentir nuestros cuerpos juntos, me besa. No sé cuanto tiempo pasamos en la ducha, sólo sé que fue la mejor experiencia que había vivido en mucho tiempo. Salimos y nos secamos. Se pone unos pantalones, y yo su camisa. Nos sentamos en la cama, y pedimos unas pizzas para comer. Me suena el móvil. Ray. Dice que volverá en unas horas, que su vuelo se ha retrasado un poco. Le tiendo a Chuck su camisa, y le pido que se vaya. Asiente, sonriente. Le acompaño a la puerta. Nos besamos. Un último beso. "¿Volveremos a vernos?", pregunta. "Me encantaría... pero no le puedo hacer esto a Ray. Llevamos varios años casados...", contesto. Noto un tono de pena en mi voz, cosa que despierta una alarma en mi interior. Le pido que se vaya. Ambos sabemos que si en un futuro volveremos a coincidir, esto se repetirá. Ambos sabemos que no queremos, que no debemos. No nos damos los teléfonos. Me quedo en la puerta, mirando como el hombre de mis sueños desaparece en la boca del ascensor, haciendo un geste de despedida con la mano, y una sonrisa en los labios.

Relatos de un pobre pianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora