Un hombre normal

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Teo es un hombre normal. Cada día, madruga para ir a trabajar. Es carnicero. Atiende a todo el mundo con una gran sonrisa, siempre amable y atento. Un pedazo de carne por aquí, un poco de embutido por allá. Domina a la perfección los cuchillos, y es capaz de cortar cualquier trozo de carne que se le ponga por delante. Cuando acaba su jornada, lo recoge todo y lo deja impecable. Y vuelve a casa.

Teo es muy conocido y respetado por todo el pueblo. Don Teodoro, le llaman algunos. No tiene mujer, ni hijos. Pero no por falta de pretendientes. Teo es un hombre rechoncho, pero de mejillas sonrosadas y ojos centelleantes, muy simpático, gentil y con un gran sentido del humor. Muchas mujeres han probado a tener algo con él, pero no han llegado a nada. Eso no quiere decir que a Don Teodoro no le interesen las mujeres; ni mucho menos. Simplemente está a gusto como está. Solo. Le gusta volver a casa y encontrársela tal y como la dejó. Le gusta llegar a casa después de una larga jornada de trabajo y estar en silencio.

Cuando llega, lo primero que hace, es bajar al sótano. Nadie sabe que Teo tiene un sótano. Es uno de sus secretos. Allí, guarda la mejor carne que su paladar ha probado nunca. Es un sótano insonorizado, desde fuera no se oye nada. Por eso nunca entra allí sin asegurarse de llevar la llave consigo. Aunque debe ir con cuidado, pues se la pueden quitar. Y eso sería horrible para él. Al entrar por la puerta de ese reducido lugar, comprueba que no falte nada y que nadie ha entrado allí. Allí es donde guarda la mejor carne que su paladar haya probado jamás. Cuando baja, coge lo que va a comer y sube a cocinarlo. Hay muchas maneras de cocinar ese tipo de carne. Y Teo lo sabe muy bien. Después de cenar, se prepara un bocadillo de esa espléndida carne para la comida del día siguiente, lava a conciencia todos los utensilios que ha usado, y se mete en la cama. Más de una vez, le han pedido un trozo de su bocadillo de la comida. Y él, sin oponer resistencia y sin hacer tan siquiera un mohín de disgusto, lo da. Todos están de acuerdo en que es un sabor peculiar, extraño, que no se encuentra en ningún sitio. Y le piden a Teo que les venda. Pero Teo, que es un hombre de principios, les dice que no, que esa es la carne secreta de Teo.

Cada sábado, Teo sale del pueblo. Se va a la gran ciudad, a coger más carne de calidad. En el pueblo no puede cogerla, pues se notaría mucho. Porque el rechoncho y fuerte de Teo, es muy cuidadoso. Cuando la gente empieza a sospechar cosas feas de él, o empiezan a correr rumores absurdos, se va. Y eso entristece mucho a sus vecinos. Y al propio Teo. Porque le gusta vivir donde vive. Ya lleva un año viviendo en ese pueblo apartado, y nadie ha hablado aún de su rara costumbre. Eso es bueno, puesto que se encuentra muy a gusto allí. Se está muy bien. Todos le aprecian mucho. Aunque puede que se deba a que no saben cuál es la rara costumbre de Teo. Eso es lo bueno, que en ese pequeño pueblo no hay ningún mirón, ni ningún cotilla. Dejan que cada uno haga lo que le apetezca. Y eso, para la gente como Teo, es bueno.

Teo coge la carne en esa ciudad cerca de los colegios. Pero no lo coge por kilos. Lo coge por piezas. Aunque, lo que sí es cierto, es que Teo elije las piezas más grandes y jugosas. La coge, la mete en el coche, y las lleva al sótano.

Por todo lo que la gente sabe de Teo, podría pasar por un hombre normal. Y en el fondo lo es. Simplemente tiene unos gustos peculiares.

Relatos de un pobre pianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora