Romance del joven pescador

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Cuenta la leyenda que, hace muchos, muchos años, en un reino muy, muy lejano situado junto al mar, vivía un hombre llamado Lucas, que vivía enamorado.

Por la mañana, salía a pescar en su modesta barca, y no volvía a pisar tierra hasta que despuntaba el alba. Por las noches, hacia una pequeña hoguera en la playa y cocinaba parte del pescado que había cogido. Al día siguiente, iba al pueblo a vender lo que había atrapado la mañana anterior, y compraba lo necesario para seguir con su modesta vida.

Pese a que todo el mundo le tenía por un muchacho bastante pobre, no sabían que tenía una fortuna considerable, producto de ahorrar todo lo posible cada día. ¿Qué para qué lo tenía? Pues para el día de su boda.

Lucas era un hombre joven, fuerte y atractivo. Además, era inteligente y muy simpático. Y no le faltaban pretendientes. Pero, pese al gran revuelo que organizaba entre los corazones de las doncellas, a él no le interesaba ninguna.

Como ya he dicho antes, Lucas vivía enamorado. Desgraciadamente, no era correspondido. El pensaba que sí, por lo que todos lo tomaban por loco. Cada noche, en la playa, Lucas entonaba unas melodías preciosas con su guitarra, destinadas a conquistar el corazón de su amada: la Luna.

Grande, hermosa y elegante. Había cautivado el corazón de Lucas. Ésta estaba completamente enamorado de ella,  aseguraba que ella también de él. Aseguraba que algún día adoptaría forma humana y que bajaría a la tierra para llevarle con ella. “Pobre Lucas, tanta soledad le ha vuelto majareta”, pensaba el pueblo al completo. Pero él no les hacía caso, y seguía con su vida haciendo caso omiso de los comentarios áridos de los más cotillas de la villa.

Una noche, la Luna no salió. Lucas, entristecido, pensó que quizás si cantaba con más intensidad saldría. Lo único que consiguió, fue atraer a una muchacha desconocida. Tenía el pelo rubio platino, reluciente a la luz de las estrellas. Su piel blanca destacaba notablemente con la negrura de la noche,  y sus ojos parecían brillar con luz propia. Lucas, ensimismado, se acercó a hablar con ella.

-Hola, soy Lucas – dijo tendiéndole la mano - ¿Quién eres tú? No eres de por aquí, ¿Verdad? ¿Te has perdido?

-No. Te buscaba. – La voz de la muchacha era melódica, suave y dulce. Como la de un ángel

-¿A mí? Pero si no nos conocemos. ¿Cómo te llamas? – Lucas no entendía nada.

-Sí, sí que nos conocemos. No puedo decirte como me llamo ni quién soy. Pero he venido a pasar la noche contigo. Eso sí, - prosiguió- te voy a poner una condición. Cuando me vaya, no debes mirar por dónde me voy.

-De acuerdo.- Contestó Lucas. – Siéntate junto a la hoguera y coge un pedazo de pescado. Yo estaba tocando una pieza que he compuesto.

Pasaron la noche juntos. Lucas, quedó ensimismado por la belleza, simpleza y elegancia de aquella mujer. Hasta tal punto que, un par de noches más tarde, se había enamorado completamente de ella.

Con el tiempo, ella también se enamoró de él, y le prometió que algún día estarían juntos. “Siempre y cuando desconozcas mi nombre y mi procedencia”, solía decirle.

Había noches que no aparecía, pero entonces hablaba con la Luna, absolutamente convencido de que ella le escuchaba. Una noche, Lucas no pudo resistir la tentación, y siguió a la joven para ver dónde vivía. Lo que vio aquella noche, lo dejó petrificado.

En una hermosa cala, dónde la Luna solía brillar con fuerza y reflejarse sobre las aguas, vio como la joven se des volatilizaba, convirtiéndose en polvo y subiendo al cielo, como Luna.

-¡Eras tú! ¡Lo sabía!- gritó- Sabía que la Luna era una mujer de carne y hueso, lo sabía.

-¡Lucas! ¿Qué haces aquí? – La joven parecía enfadada – Me prometiste que no me seguirías. Eres un traidor. Jamás volverás as saber de mí. Nunca.

Lucas, avergonzado y entristecido, volvió a su casa. Desde aquella noche, Luna no volvió jamás por esa playa. Lucas iba cada noche a cantar y tocar a la cala dónde perdió a su amada por ser un estúpido curioso, traicionando así su confianza y rompiendo su corazón.

Dice la leyenda que, si te acercas por la noche, aún podrás oír a Lucas el pescador, cantándole la canción más romántica y triste que jamás se haya oído a su amada: la Luna.

Relatos de un pobre pianistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora