Memorias de Gabriella

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Memorias de Gabriella

El accidente parte II

Pitidos.

Pitidos taladran mi cabeza.

Intento abrir mis ojos pero no responden. Los pitidos comienzan a desaparecer y entro en la inconsciencia otra vez.

Los pitidos vuelven esta vez con más fuerza.

Me remuevo incomoda.

Mi cuerpo pesa demasiado.

Gaby, ¿cariño? Tienes que volver. —Una voz solloza en poco más que un susurro.

¿Dónde estoy? ¿Qué paso?

Intento de nuevo abrir mis ojos y esta vez parece que responden.

Los abro y la luz me obliga a cerrarlos de golpe.

Demasiado blanco, demasiado claro.

¿Qué es este sitio? Parece un hospital.

Ese pensamiento hace que las imágenes regresen a mí de golpe.

Mama.

Papa.

Mierda.

Tuvimos un accidente. Imágenes del camión en el medio de la carretera, el grito de mi mama, papa intentando frenar y cuando me grito que saltara del auto llegan a mi mente en ráfagas.

Sollozo.

— ¿Gaby? ¿Mi niña? —. Mi tío Fernando, el hermano de papa se acerca rápidamente a la cama.

Mi cabeza punza e intento llevar una mano a ella para mitigar el dolor pero no puedo, de cada uno de mis brazos salen vías y cables...

Me quejo a causa del dolor.

— ¿Mama? —gimo mientras la punzada se hace más dolorosa —. ¿Papa? ¿Dónde están? —Mi voz sale ronca y parece que un puñal se enterrara en mi garganta con cada palabra que pronuncio.

—Shhh. Tranquila. Todo va a estar bien —susurra tranquilizadoramente. Mi tío y yo siempre hemos tenido una relación muy cercana. Me retuerzo en la cama cuando otra punzada me hace cerrar los ojos. —Duele —murmuro haciendo una mueca —. Dios, duele. Haz que pare, por favor.

Escucho pasos salir corriendo de la habitación pero no puedo abrir los ojos.

Mi cabeza martilla.

Duele tanto, maldita sea.

Los pasos regresan y me obligo a abrir los ojos para saber qué pasa.

Una mujer vestida de blanco entra en la habitación, con mi tío totalmente pálido.

—Esta bien, cariño. Te darán un calmante. Ya va a pasar —dice con voz suave.

La mujer revolotea a mí alrededor y me dice:

—Ya está. Hará efecto en unos pocos minutos. Te dará mucho sueño.

Con eso sale de la habitación.

Siento como el dolor empieza a mitigar.

Mi tío toma mi mano entre las de él y se sienta en una silla a mi lado.

—Tuvimos un accidente —murmuro —. ¿Cómo están papa y mama? ¿Dónde están? Quiero verlos.

Una lágrima resbala por su mejilla.

Hay algo que no me están diciendo.

Ya estoy preparada para insistir cuando la oscuridad me alcanza de nuevo llevándose el dolor con ella.

—Va a estar bien, cariño. Todos vamos a estar bien. —Es lo último que escucho antes de dormirme.

Abro mis ojos y escaneo la habitación. A mi lado, Daniel duerme con mi mano entre la suya.

La muevo para ver si logro llamar su atención.

Funciona.

Rápidamente se levanta dejándome ver sus ojos rojos. Ha estado llorando.

—Pensé que te perdía —solloza levantándose y besando mi frente. – Dios, quizás no te lo digo lo suficiente y algunas veces no lo parece pero te amo Gab, eres la hermana que nunca tuve y yo te amo tanto.

Sonrió a sus palabras.

Dan no es de los que dicen lo que piensa o siente.

—También te amo, Dan —respondo suavemente —. ¿Mama y papa? ¿Por qué nadie me dice nada? Dani, ¿Qué paso?

Siento las lagrimas mojar mis mejillas.

Necesito ver a mis padres.

Daniel hace una mueca.

—Espérame un momento. Tengo que avisar que despertaste. Ya vuelvo. Te amo.

Sale de la habitación y a los pocos segundos regresa acompañado por mis tíos y lo que debe ser un medico.

—Gaby. —Mi tía Rosemary se acerca a mi lado con lágrimas corriendo por su raramente desmaquillado rostro. Parece haber envejecido años desde la última vez que la vi —. Cariño, gracias a Dios estas bien.

—Mis padres —demando —.¿Qué paso? Por favor, necesito saber que paso.

El doctor camina y se pone a mi lado comenzando a chequear las maquinas a mi alrededor.

—Es un milagro que estés bien —dice este —.Bienvenida de vuelta.

Intento sentarme y cuando no lo logro gruño en frustración.

— ¡Respóndanme!

Todos se acercan a mí y mi tío toma mi mano acariciándola en un intento por calmarme.

—Princesa —comienza tomando una respiración profunda —.Lo siento mucho. Dios, cariño no sabes cómo lo siento.

No hace falta que diga más nada.

Mi mundo se viene abajo y me aplasta en el momento que esas palabras salen de su boca.

Es increíble como solo dos palabras tienen el poder de hacer eso. Como las mismas dos palabras que ayudan a sanar y perdonar, pueden destruirte.

Las ironías del lenguaje son una perra.

Sollozos salen de mi cuerpo haciéndome estremecer, las lágrimas empapan mis mejillas mientras escucho a mi familia intentar calmarme.

Nada puede calmarme ahora.

El dolor, es insoportable.

El doctor inyecta algo directamente en mi brazo y mis sollozos comienzan a volverse pesados aun así, las lágrimas siguen cayendo.

Ya no puedo oír mis propios quejidos y de nuevo la oscuridad me lleva con ella. 

La sombra del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora