Capítulo 4: Confía en mi

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Capítulo 4

Confía en mí

Tomo la taza de café que Evan me ofrece mientras se sienta a mi lado. Si él creía que solo podía decir algo como eso y yo no iba a preguntar nada más estaba muy equivocado.

Así que, con un susurro casi inaudible le pedí que viniéramos a su apartamento. No dijo nada y sencillamente condujo.

Si me preguntan, es un hermosos y espacioso apartamento pero mi mente apenas y se ha fijado en eso hecho, todo palidece en comparación con su declaración.

Abrazo la taza con ambas manos intentando calentarme, al parecer mi cuerpo se mudo a Alaska desde que esas palabras abandonaron su boca.

Avery y yo éramos hermanos. Aurora era mi mama.

— ¿Vas a decir algo? —pregunta removiéndose incomodo.

—Por supuesto que voy a decir algo. Solo...déjame procesarlo por un momento.

Ríe suavemente y parte de la tensión en mi cuerpo me abandona. Me encanta ese sonido.

Creo que eso tiene que ver con el hecho, de que no parece ser una persona que tenga muchos motivos para sonreír.

—De acuerdo —digo recuperando la compostura. — ¿Mi tía y Avery lo sabían?

—No, mi mama nunca se entero que estaba embarazada de mi, una noche solo salí de su lugar privado y hui mientras ella dormía —responde irónicamente poniendo sus ojos en blanco.

Touche.

La sorpresa me está volviendo estúpida.

—Muy Gracioso. Permíteme reformular. ¿Avery sabía que tenía un hermano? ¿Mi tío sabía que su esposa tenía otro hijo?

—Si y si —responde simplemente.

Resoplo en frustración.

— ¿Es esa la única respuesta que voy a obtener?

—Te dije que solo iba a responder la pregunta que me hiciste anoche –replica cortante.

Recuerdo perfectamente sus palabras pero creo que le he mostrado lo suficiente de mí, como para que se dé cuenta de que no puedo, simplemente dejarlo pasar.

— ¡Lo sé! Pero no puedes solo lanzar una bomba sin pensar en las consecuencias de su explosión —prácticamente grito levantándome del sillón y comenzando a dar vueltas por el salón.

Evan intercepta mi caminata justo antes de que pueda abrir un hoyo en el piso.

Coloca sus manos alrededor de mi rostro obligándome a mirarlo.

La corriente que viene acompañando a su toque se hace presente. Mierda, me estoy volviendo una cursi...casi tanto como Avery.

—Necesitas relajarte. Escúchame —dice firmemente. —Se que no me conoces de nada ni yo a ti, pero necesito que confíes en mí. En su momento, lo sabrás todo, se que esperar va contra tu instinto pero por favor...confía en mí.

Tiene razón. Lo que me pide va en sentido contrario a todo lo que me hacer ser quien soy.

Me libero de su agarre y retomo mi caminata. Alejo de mi mente los pensamientos sobre lo bien que se sienten sus manos sobre mi cuerpo, o como me gusta la manera en que me mira; como si fuera la cosa más interesante y hermosa que ha visto en su vida.

— ¡No puedes simplemente pedirme que no haga preguntas! Creo que te he mostrado lo suficiente de mí como para que sepas que si no me lo dices igual voy a averiguarlo.

—Por eso precisamente necesito que confíes en mí. Gabriella, no quiero que escarbes en mi pasado. Quiero ser yo quien te lo diga pero no estoy listo. Entiéndelo por favor —dice pasando una mano por su cabello en frustración.

¿Cómo demonios puede hacer sonar mi nombre como un objeto del pecado cuando sale de sus labios?

Genial.

De romántica a pervertida en menos de dos segundos.

Quizás, sea yo la que necesita un psicólogo después de todo.

¿Los cambios drásticos de humor no eran un síntoma de bipolaridad?

— ¿Por qué? —replico deteniéndome abruptamente frente a él. — ¿Qué puede ser tan malo para que no puedas decírmelo ahora?

Nuestras miradas están trabadas. Me siento incapaz de despegar mis ojos de los suyos y al parecer, a él le sucede lo mismo.

Lo que veo en sus ojos me asusta...Y me hace saber que lo que sea que no me este diciendo, de hecho, es muy grave.

Hay algo más ahí también...Dolor. El mismo dolor que reconozco en mí cuando pienso en mis padres y en todo lo que he perdido.

¿Confió en él? Apenas lo conozco, sería estúpido hacerlo.

Al contrario, de lo que las novelas clichés venden; no puedes confiar en alguien que has conocido por un día.

Quizás, puedes sentirte a gusto, pero toma muchos más que eso confiar en alguien.

¿Podría confiar en él? Fácilmente. He descubierto que me gusta estar a su alrededor. Además, disfruto su compañía, lo que es bastante raro. Generalmente la única compañía que me gusta es la de un buen libro, (no le diremos eso a Isabell).

Asiento suavemente tomando la decisión de esperar por respuestas, al menos por un tiempo...un corto tiempo.

—De acuerdo —concedo, todavía con mi mirada en sus ojos —.Voy a esperar a que confíes en mí lo suficiente para decirme que es eso tan malo en lo que no quieres que escarbe. ¿Mis tíos saben quién eres?

—No se los dije pero tengo la impresión que sí. Aunque estoy seguro que Daniel no lo sabe, al menos que ellos ya se lo hayan dicho. No hay manera de que nadie sepa quién soy en realidad, cuando todo paso, ninguno de ustedes estaba aquí.

Evan toma cada una de mis manos entrelazando nuestros dedos.

Automáticamente mi mirada se dirige hacia el punto en donde nuestras manos están unidas.

Suspiro.

—No es falta de confianza —susurra acercándose más a mí, dejando nuestros cuerpos a milímetros de distancia —. Por algún extraño motivo...puedo verme a mí mismo contándote toda mi historia.

Frunce el ceño en lo que sus palabras abandonan su boca. Como si no pudiera creer que le esté diciendo eso a alguien.

No digo nada.

No hace falta. Solo nos quedamos ahí, observándonos como si con eso pudiéramos conocernos tanto como deseamos.

Mi celular suena rompiendo el extraño silencio que se había creado entre nosotros.

A regañadientes separo una de mis manos ya que él no me permite soltar ambas.

Saco mi celular del bolsillo de mi pantalón y atiendo.

— ¿Dónde estás? —pregunta un Daniel muy agitado.

Mi piel se eriza preparándose para lo peor. Su tono no es relajado como siempre...Lo que de inmediato me hace pensar que lo que sea que vaya a decir no va a gustarme. Esta nervioso o asustado. Quizás, ambas.

— ¿Qué ocurre? —. Ignoro su pregunta.

—Papa...tuvo un accidente en el coche. Está en el hospital central.

—Voy en camino —digo cortando la llamada.

Otra vez no.

Por favor...no otra vez. 

La sombra del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora