Mauricio Anderson 1940 - 2010.

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Mauricio Anderson 1940 - 2010.  

Mauricio Anderson da vueltas por su oficina tratando de encontrar en su mente el posible culpable de las amenazas que le están haciendo llegar en contra de su familia.

Tiene muchos enemigos, pero ninguno había llegado tan lejos...El único que le podía estar causando problemas, se lo había quitado de encima con una mentira piadosa.

Sonríe recordando el momento.

Idiota, definitivamente ese chico necesito estar cerca de él, aprender el arte del engaño para sobrevivir en los negocios...y en la vida.

De eso ya hace más de un mes. Tiene que ser alguien más pero, ¿Quién?

Un golpe suave en la puerta lo saca de sus pensamientos.

—Adelante —dice encaminándose a uno de los sofás que tiene dentro de su despacho.

Toma asiento al mismo tiempo que su secretaria entra con el jugo de naranja y el té caliente que le pidió.

Desde hace unos días ha estado sintiendo unos golpes de calor muy raros...tan raros como que desaparecen en unos pocos minutos para dar paso a un frio incontenible.

Al parecer, su presión está jugando con él.

—Señor, el joven que estaba esperando ya está aquí —informa la hermosa mujer colocando ambas bebidas en la pequeña mesa frente a su jefe.

—Bien. Hazlo pasar. —Pone los ojos en blanco con fastidio preparándose mentalmente para lo que viene.

Mauricio hala el nudo de su corbata en un intento de aliviar el calor.

No funciona.

Definitivamente, tiene que hacer una cita con su médico.

Toma ambas bebidas y levantándose del sillón, regresa a su lugar detrás de su escritorio. Lo último que necesita es que ahora él se crea su igual.

La ya familiar figura de aquel joven entra con seguridad en la estancia.

— ¡Pero qué sorpresa! —murmura Mauricio irónicamente como saludo.

—Veo que esta feliz de verme —responde el sujeto sentándose en la silla frente a él imitando su tono.

Otra ola de calor lo golpea haciéndolo halar con desespero su corbata y con algo de esfuerzo quitarse el saco del traje.

El joven sonríe mientras mira como gotas de sudor resbalan por la frente del viejo.

— ¿Acalorado?

No contesta.

De repente, el sudor que antes era causado por el calor inexplicable, se convierte en gotas frías que resbalan por todo su cuerpo empapándolo por completo.

Temblando agarra la taza de té, pedida con la exclusiva intención de calentar su cuerpo.

—Hoy estás, increíblemente, sin palabras.

— ¡Cállate! — ordena Mauricio entre dientes. Un fuerte dolor se empieza a extender por su brazo alcanzando su pecho. Se lleva una mano al corazón masajeando para mitigar el dolor.

La sonrisa se mantiene en el rostro del joven quien observa todo con regocijo.

Frio.

Calor.

Frio.

Calor.

La temperatura en el cuerpo de Mauricio sube y baja sin control.

—Llama a un medico —su voz suena entrecortada e incluso ininteligible.

—No. —Con calma el joven retira el teléfono de su alcance.

Mauricio se cae contra el respaldo de su silla incapaz de mantenerse firme.

Recorre la oficina con su vista cayendo en el marco que contiene la foto de su familia...sus hijos, su orgullo.

Sus hermosas nietas, tan dulces, tan únicas.

Dicen que cuando estas muriendo, tu vida pasa como una película frente a tus ojos...

Nada es más cierto que eso.

Retira la vista del marco, dándose cuenta de lo que ha estado pasando frente a sus narices en el último mes.

— ¿Qué hi-ciste?

La sonrisa de aquel hombre es lo último que ve antes de que un dolor cegador golpee su pecho.

Mauricio Anderson deja este mundo victima de sus propios errores.

Aquel joven se regocija mientras ve como poco a poco el color abandona el cuerpo del viejo...

Ahora todo este imperio será para él.

Viejo estúpido.

Se encarga de eliminar toda la evidencia de las amenazas de la computadora y cualquier cosa que pueda relacionarlos antes de que el momento que ha esperado toda su vida, llegue. 

La sombra del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora