Capítulo 7.

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Giro mi cabeza para saber si me está siguiendo y desde la esquina veo cómo se mete en su gran todoterreno. Corro hasta que logro ver una gran melena rubia.

-¡Chicas!

Ambas se dan la vuelta y vienen preocupadas hasta mí. Se disculpan por si han hecho mal en dejarme sola y me dicen que Angie se ha querido ir con ese chico tan alto porque le gusta.

"Es genial y está buenísimo. Si me pongo en peligro, os aviso y venís a mi rescate. Siento preocuparos. Os quiero", leo en el mensaje que le ha mandado a Marie.

Entonces grito alterada y enfadada:

-¡¿Pero esta chica es subnormal?! ¡¿Imbécil?! ¡¿Qué coño hace yéndose con ese?!

Angie fue la primera que dijo que me separase de Louis y es ahora ella la que se acerca a uno que es prácticamente como él. Ayer pasamos todo el día en mi casa maquinando ideas para salvarme por mí sola cuando algo como lo del sábado por la noche me pase. Por mí sola, ya que no creo que a Liam le vaya llevarle la contraria a su amigo. Además, creo que el hecho de que me llevase a casa fue un gran golpe de compasión por todo lo que me hizo pasar aquella noche.

Decidimos ponernos en contacto en tal que lleguemos a casa. Ellas giran a la derecha y yo sigo recto. En el camino, pienso el porqué me ha costado tanto separarme de Louis cuando lo he besado. Su barba pinchaba y al principio me hizo daño con su mano, pero me ha encantado la sensación que he tenido cuando he empezado a disfrutar de su forzado beso. He tenido un subidón increíble, tal y como el del sábado por la noche. Al principio me ha costado, pero cuando me he visto en libertad corriendo, he sabido que mi plan de calentarlo ha salido a la perfección.

Llego a casa y saludo a Ann, la madre de Angie, mejor amiga de la mía y vecina de en frente que siempre está cuidando su jardín. Vivimos tan cerca gracias a mi padre. Tony y él compraron el terreno que ocupan ahora las dos casas y mi padre las diseñó. Según mi madre y Ann, son las más envidiadas de la ciudad, ya que son grandes, modernas y creadas por el gran arquitecto Singht.

Su historia es muy graciosa. Cuando a mí me dio por ir a casa de Angie el primer día que la conocí en el colegio, la que luego no quería salir del lugar era mi madre, que se había quedado toda la tarde bromeando con Ann. Después de dos años, cuando Angie y yo teníamos unos cinco, obligaron a su familia a mudarse para ellas estar siempre cerca, cosa que nuestros padres agradecieron pues no gastarían tanto teléfono y gasolina. Ahora son como hermanas. Y Angie y yo también.

Con la sonrisa por haberla visto, voy a meter la llave. Y hay algo que no encaja, y no es la llave. La sonrisa se va. La puerta está entreabierta y me giro a ver a Ann. Me saluda de nuevo agitando su mano con efusividad y agarrando su sombrero de paja, y con una cinta azul celeste rodeándolo, a la cabeza con la otra. Trago saliva y cierro la puerta con un golpe, intentando asustar al supuesto intruso. Me doy media vuelta y cruzo ligera la carretera que nos separa.

-¿Sabes si han llegado mis padres ya?

-No, cariño - se acerca a mí y se quita los guantes de jardinería -. Me tienen desinformada - niega con la cabeza -. Si necesitas algo, ya sabes que me tienes a mí. Te puedo hacer lo que quieras de comer y cuando quieras, ¿vale? - le sonrío asintiendo, sabiendo que me cuidaría como si fuera su hija. La sonrisa se estropea cuando recuerdo que yo esta mañana he cerrado la puerta con llave y que mis padres todavía no han vuelto -. ¿Y Angie?

-Se ha ido a comer con... con... las chicas, sí - asiento, más bien para convencerme a mí misma -. No he ido porque me siento mal. Necesito mimos de mamá - hago un mohín.

Ann niega de nuevo con la cabeza y me alejo con un alegre "nos vemos". Llego otra vez a la gran puerta de roble. Meto cuidadosamente la llave y abro de la forma más silenciosa que he hecho en mi vida. Cierro de igual manera.

Pienso que me voy a caer, a desmayar, pero en seguida recupero la compostura. La parte de abajo está entera iluminada por los grandes ventanales y no se escucha ni una mosca. La recorro entera abriendo las puertas como una espía, pensando que así intimidaría al intruso.

O a Louis, porque del psicópata guapo ese me espero todo. Hasta que haya escondido su coche para que no me dé cuenta de que está aquí.

Un aire tranquilizador me rodea cuando veo que en la planta baja no hay absolutamente nadie ni nada.

Subo.

Repito mi acción de abrir las puertas a lo bruto. Ni habitaciones, cuartos de baño ni las demás salas presentan algo más allá de motas de polvo. Cuando estoy paseando por la habitación de mis padres, miro lo felices que se ven en las fotos que tienen sobre su cómoda. Su amor es de los que no acaban nunca, sigue en llama pura. Les tengo una envida tremenda. Llevan casi treinta y cinco años juntos y siguen enamorados el uno del otro como en los primeros momentos que vivieron uno al lado del otro.

Una sonrisa risueña que aparece al ver una foto de los tres, en mi cumpleaños de ocho años, y yo mellada por todos lados, se esfuma cuando el típico escalofrío que tanto temo corre por mí. Cierro por un momento los ojos y luego los abro lentamente.

No hay nadie, Maggie.

Has registrado la casa entera, y a no ser que esté por los jardines, aquí no hay nadie.

Nadie.

Bajo a la cocina a prepararme un sándwich. Cuando estoy cogiendo el agua del frigorífico, escucho un ruido. Dejo la comida y subo las escaleras. Otro ruido. ¿Y de dónde proviene?

De mi habitación.

Bien, genial.

La puerta está entrecerrada cuando yo la he dejado completamente abierta. La abro de manera que puedo ver mi escritorio, y me doy cuenta de que mi MacBook está de vuelta. Mi estómago se las ingenia para hacerse un nudo y quiere salir por mi garganta cuando alguien tira de la puerta.

-¿Por qué has tardado tanto?

Lo único que pasa por mi cabeza es correr y lo hago hasta que consigo alcanzar las escaleras. Él me coge de la cintura y me levanta separándome de ellas. Me da la vuelta y hace que me siente en la barandilla. Si me empuja hacia atrás, caigo. Me agarro lo más que puedo a sus hombros y enrollo mis piernas en él. Su respiración se mezcla con mi aliento.

-Déjame sólo intentarlo. Deja que vuelva a ser el chico con el que bailaste. Deja que intente conquistarte y olvídate de todo lo que ha pasado por el medio. Ven esta noche al Latin Lovers y haz como si ningún Louis Tomlinson haya pasado por tu vida - me dice a la vez que me mira intensamente a los ojos. Y yo perdida por ese color azul, me dejo cuando se acerca lenta y cuidadosamente a besarme. Se aparta varias veces hacia atrás por si me niego a que siga con su propósito. Y después de un corto beso en los labios, baja rápidamente las escaleras y se va.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora