Capítulo 8.

310 10 0
                                    

-Un zumo de piña, por favor - sonrío al camarero.

Lo menos que quiero, después de hacer la gilipollez de ponerme en peligro viniendo al Latin Lovers, es emborracharme.

Las chicas no saben nada de mí ni yo de ellas ni de Angie. El "cuando lleguemos a casa, nos llamamos" se ha quedado en la esquina del parque. Tampoco saben que he venido a este pub, donde sólo se escucha música latina y donde abundan personas bailando pegados.

El camarero me entrega la bebida con una sonrisa de lo más pícara. Hago amago de hablar para darle las gracias, pero cuando veo que una chica se posa a su lado y le susurra algo al oído para luego mirarme de reojo, y que al camarero se le quita la sonrisa seductora de repente, me callo y cojo mi bebida yéndome con una mueca.

Hombres de todas las edades acarician mi cuerpo cuando pasan por mi lado. Consigo llegar a una mesa vacía sin rastro de Louis. Me siento en uno de los bancos que tiene a los costados y miro la parte de arriba.

Resulta que hay una segunda planta... una segunda planta donde sólo hay personas andando de un lado para otro y parejas bailando íntima y lentamente, sin el ambiente de alegría y sensualidad que hay aquí abajo.

La canción cambia y la gente también de pasos.

Una salsa con caderas descontroladas.

-¿Bailas?

Un chico moreno me tiende la mano. Sus ojos son marrones oscuros y su pelo es chocolate negro. Viste una camisa negra abierta hasta la mitad de su abdomen, haciendo que se noten sus marcados pectorales, y unos pantalones negros muy ajustados. Su sonrisa y su cuerpo provocan que me levante y me dirija con él hacia el centro de la pista. Además, no hay ninguna pista de Louis. Es ir a bailar con este moreno o dormirme en la mesa con mi zumo de piña.

-¿Sabes cómo va esto? - me pregunta al oído.

Su pie se adelanta y el mío va hacia atrás. Entonces se reproduce de nuevo el movimiento, pero al revés, dándole a entender que incluso sabré mejor que él bailar una salsa puertorriqueña, especialidad de mamá. Mis caderas se mueven solas y me da una vuelta. Cuando me pega bruscamente a su pecho después del giro, se queda parado. Su mano suelta la mía y, torpemente, se va apartando. En sus ojos veo un brillo que no estaba antes y su expresión cambia. Va a decir algo, tartamudea, pero sin decir palabra. Y entonces mira de nuevo detrás de mi hombro y se va.

Bajo mi mirada y río. Me doy la vuelta esperando encontrarme con esos ojos azules, sin embargo, un cuerpo llega rápidamente y me mueve a los últimos compases de la salsa. Al separarme de él, los veo. Y he de decir que están muchos más bonitos que ninguna otra vez. Y que la camisa blanca que lleva abierta hasta la mitad resalta su bronceado y hace que se le vean algunos de los tatuajes que tiene, dejándolo irresistible.

Y como por arte de magia, y como la primera vez, suena bachata.

Su mano baja hacia mis nalgas y me pega a él. Mis caderas encajan perfectamente con las suyas, nuestros pechos se fusionan. Es entonces cuando todas las piezas encajan y vuelo bailando. Recorre los mismos sitios que tocó días atrás aunque esta vez más cuidadoso y de una forma más sensible. Su mano empuja a mi espalda y sus labios recorren la zona que conecta mi hombro con el cuello.

-No puedo creer que me hayas enamorado sólo con bailar - les dice a mis labios en un susurro.

Mis uñas acarician su cuello y lo atraen lo poco que falta para que su boca conecte con la mía. Es un beso corto y suave, que con lo que me acaba de decir, fabrican un gran castillo de fuegos artificiales que estallan en mi estómago.

Me da otro casto beso en los labios, y cuando se separa, sonreímos. Su frente está pegada a la mía y nosotros parados en medio de la pista. Inclina la cabeza hacia un lado, y con una línea en sus labios, casi sonrisa, se fija en cada rasgo de mi cara. Sus manos recorren mis brazos desde los hombros y entrecruza sus dedos con los míos cuando termina de acariciarme.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora