Capítulo 25.

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Mis ojos dejan de estar pegados y se empiezan a abrir. El nublado de la periferia siempre es un paraíso a la hora de despertarse. Cuando noto que alguien da cortos besos a mi pecho desnudo, mis ojos se despegan completamente. Una chica rubia levanta su cabeza y me mira sonriente. La mía cae a la almohada y quiero pegarme un tiro cuando también veo que estoy en su casa.

Me levanto, sin cuidado de hacerle daño, y me visto completamente. Tres preservativos usados están tirados por el suelo. Entonces, me enfado más. Oigo a Gala preguntarme, pero no le hago caso. Paso de lo que intente o diga.

Por último, cojo mi móvil y mi cartera y salgo de su casa con un portazo.

Es que es una bomba en la cama. Eso sí que es comparable con la pequeña Maggie, pero no atendiendo a que ella perdió la virginidad hace dos días. En realidad, Gala es abrumadora. Y tiene tal cuerpazo y esas dotes de ponerte cachondo que logra que hagas lo que te pida. Acostarme con ella ha hecho que me dé cuenta de algunas cosas. Por ejemplo, que esta rubia va a estar siempre para mí. La conozco desde que salí del orfanato y es verdad que ha estado siempre detrás suplicándome.

Dos días después de nuestro primer atraco, comida y bebida, nada grande, los chicos y yo nos acercamos al club Memories. El sitio desde entonces ha cambiado bastante. La rubia estaba detrás de la barra y se acercó a mí a preguntarme qué necesitaba con esa sonrisa y ese escote tan suyos. De hecho, siempre me ha atrapado lo que hay debajo de su barbilla. Total, terminamos en el callejón derecho del club y fue cuando perdí la virginidad y la primera vez que pude dejar a una tía embarazada.

Ahora sí río por el comentario que hizo ayer.

A partir de ese día, ha intentado hacer conmigo aquello todo el tiempo. Y la mayoría de veces lo ha conseguido. Porque seamos sinceros, siempre vas a tener esa debilidad por quien te dio el primer vuelco al corazón, por quien te cautivó desde el primer momento, sobre todo, por quien hizo que perdieras tal cosa como la inocencia.

Espero que eso no le pase a Maggie.

Cuando llego al club, me dirijo al coche que ha pasado toda la noche allí. Después de cerciorarme de que no ha sufrido ningún cambio mi precioso Lamborgini, me meto en él y me dejo resbalar por el asiento.

Inspiro lentamente y suelto el aire pensando cómo de puta es mi vida.

Mis manos se vuelven al volante y me pregunto qué estará haciendo esa pequeña personita con la que soy tan cabrón.

Y… ¿ahora qué estará haciendo?

Más relajada y menos dolorida, salgo del segundo baño caliente de la mañana. Mi madre ha dejado que me quedase, hoy lunes, en casa. También me ha dicho, cuando me ha despertado a las seis de la mañana, una hora después de que pudiera dormirme, que se iba pronto para volver igual, prometiéndome una cena.

¿Que por qué he tardado tanto en dormirme? La respuesta tiene nombre y apellido y una salida que me dejó completamente extrañada y asustada. Si salió así de casa tuvo que ser por algo, y por como es Louis y su forma de ver la vida y de vivirla, nada bueno tiene que ser.

Por eso, hasta las cinco no pude conciliar el sueño, aparte de porque siguiera con el dolor.

Después de secarme, de ponerme cómoda y de dejar mi habitación en condiciones, cojo prestado sin permiso el MacBook Pro de mamá ya que el mío sigue “desaparecido” en posesión de Louis Tomlinson. Entonces, me siento en mi cama, a la que le he cogido un poco de asco, y lo enciendo. Cuando me aparece en frente la barra de búsqueda de Google, pongo: orfanato de la periferia de Selville.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora