Capítulo 19.

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“Estoy a salvo contigo, Louis.”

No ha habido unas palabras hasta esas que hayan llegado a retorcerme el corazón cruelmente, como cuando se escurre un trapo mojado. Seguro que no habría dicho aquello si supiera mis planes. Aunque ahora no sé si llamarlos así, pues anoche ni se me pasó por la cabeza hacerle algo. De hecho, tampoco quería quitarle esa inocencia que la hace tan bonita. Pasaba de ver su cara al yo entrar en ella. Se notó mucho que le dolió y el hecho de esta mañana de encontrar una gran mancha de sangre en mi cama lo demuestra cien por cien.

No hay persona más miserable que yo ahora mismo.

Estos tres meses han sido una completa tortura. Y no ha sido por no haber conseguido lo que quería, lo que supuestamente me llenaría completamente y ya podría vivir sin tener en la espalda la puñalada que me clavaron en el pasado. Era por no tenerla a mi lado con esa sonrisa de niña pequeña. Por esos ojos mieles que iluminan la oscuridad que me rodea. Me ha sido imposible no ir a verla, no entrar en su habitación para recordar su aroma. Tengo su ordenador, un peluche suyo y varias partes de ropa interior suya también.

Sonrío. Soy un guarro.

Tengo apartadas a las mujeres y así va a seguir. Desde que verdaderamente apareció dentro de mi vida, sólo la quiero a ella. Lo que ha provocado que me convierta en un depravado mental y sólo me haya tocado imaginándomela, sin contar que tengo a más chicas para olvidarla.

Por una parte, no quiero a otras porque no la quiero olvidar. Y por otra, porque no puedo. Porque claro, siempre nos perseguirá ese cuchillo. No creo que pueda estar con ella sin acordarme de lo que me hicieron, sin querer vengarme de una vez por todas.

Y anoche ella no estaba a salvo conmigo.

-¿Para llevar?

-Sí, gracias.

Pago el desayuno y cojo las dos bolsas de plástico, impresas con la vaquita y el prado alrededor, de la mejor pastelería de Selville. “Muuu” se llama. No sé si la vaca o la pastelería. Me he llevado unos cuantos donuts y un batido de vainilla y otro de chocolate. Tortitas con caramelo y unos helados por si le apetece.

Es muy golosa.

En el coche me acuerdo de anoche. De lo terca que era ahí y de lo dulce, pero dominante, que se volvió en la cama. He llegado a la conclusión de que la quiero.

Y acelero, porque me asusto.

No puedo amar a la chica que me quitó el puesto y me dejó en la calle.

Dejo el coche con los demás y me bajo con el desayuno. Hago malabares para poder coger el móvil que suena.

-Dime – contesto a Liam.

-¿Cómo fue?

No puedo evitar sonreír.

-Liam, le hice el amor. Varias veces.

Un silencio hay y llego hasta la puerta de la calle.

-Lo has conseguido pues.

-Usé protección.

Otra vez se calla, tanto que hasta llego a la puerta de mi casa.

-No entiendo nada. Entonces… es verdad que la quieres.

-No lo sé. No puedo.

-Claro que puedes. Será: no debes.

Ahora el que se calla soy yo. Me apoyo en la pared, al lado de la puerta vieja de madera.

-Se le ha fundido un faro al Land Rover.

-Niall está en el taller. Luego se lo puedes llevar.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora