Capítulo 27.

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Después de no haberme hablado durante todo el día, sin tener en cuenta esos mensajes de esta mañana, Maggie no para de llamarme y cada vez me cabreo más. No he conseguido quitarme a la policía todavía de encima y llevo una hora dando vueltas con el coche como un tonto. No es que me considere un ser superior inalcanzable, aquel que nadie puede atrapar, pero es lo que han demostrado los hechos. No creo que hoy sea una excepción y acabe entre rejas.

Además, si termino allí dentro, será a gusto.

La tunda de golpes que se ha llevado Matt ha sido impresionante, hasta me quedaba atónito del gran trabajo que estaba haciendo. Así, por encima, supongo que le roto dos costillas y se ha quedado sin huevos, además de que va a tener moratones en la cara por meses.

Pobrecito.

Ya en la autovía, camino a casa, apago todas las luces por si algún coche infiltrado y lleno de policías me continúa siguiendo y no me he dado cuenta. Y puedo decir, que después de bastante tiempo, estoy sereno y tranquilo. Me dejo resbalar por el asiento relajándome y sonrío débilmente por la nueva llamada de Maggie. Cuando vuelve a cortar la llamada, seguramente cansadísima de esperar por las miles que me ha hecho, piso fuerte el acelerador y si alguien me seguía, ya me ha perdido de vista.

El móvil vuelve a iluminarse en el asiento del copiloto y esta vez llama Liam.

-¿Qué?

-Hola, Louis. Cada día me gusta más cómo saludas.

-Hola, Liam, mi amor, ¿qué tal, cielo? ¿Bien? – dejo escapar un poco de mi sentido del humor.

Noto como mi amigo saca una sonrisa por el otro lado de la línea.

-Esta noche Niall ha preparado una cena.

-¿Sí? Cuéntame más.

La verdad, esta noche estoy contento.

Oigo un soplo por su parte por mi sarcasmo, pues se ha dado cuenta de que me importa una mierda que hoy a Niall le haya dado por cocinar.

-Nos quiere presentar a… espera que no me acuerdo como se llama – escucho que le pregunta a su hermano y compañero de piso y de vida el nombre de una chica -. Silvia. Es española.

-¿Es la del taller? – sonrío.

-Sí – siento que hace lo mismo.

-Vale, venga. ¿A qué hora estoy allí?

-A las ocho.

Y sin más dilación, cuelgo para llegar a casa y ducharme.

Aparco en el descampado de al lado de casa y me quedo un rato apreciando mis hermosas joyas. Tengo un Audi R8 GT negro, ése que me acompaña en todas mis travesuras, un Lamborghini, un Bentley, un Ferrari y dos Land Rover. A veces, parece que tengo todo un séquito de coches, pues los chicos muchos días dejan aquí los suyos ya que saben que estarán seguros. Además, espero seguir comprando más de estas máquinas. Me alegré un montón cuando me pude permitir el Bentley Continental Supersports. Un sueño cumplido, diría yo. También, otra adicción que me entregó la familia Singht.

-¿Te vienes a dar una vuelta, campeón? – me dijo un día Bram, desordenándome la melenilla que llevaba.

Yo, feliz, con una sonrisa de oreja a oreja, me monté en su Ford Mustang rojo del 67, una auténtica belleza. Me llevó a un concesionario de coches en Selville este y me dijo que todo aquello era un secreto, que no se lo dijera a mamá Norma. Me acuerdo como me tapé la boca con las dos manos y me reí por la broma que me suponía. Ese día fue el principio de mi droga hacia los coches. Probamos un descapotable que me encantó porque me hacía cosquillas en la cabeza, pues en esos tiempos cuando yo tenía unos seis años, tenía el pelo larguillo simulando una cabeza champiñón. Pero estaba mono. En realidad, siempre estoy guapo. Bueno, ese día se compró un Bentley verde oscuro.

Eso sí que se podría considerar la octava maravilla del mundo.

Me enamoré de ese conjunto de cacharros y el que ahora tengo es una vaga imitación a aquel modelo, agotado en todo el mundo. Es que hasta para conseguir coches tienen suerte los Singht.

También veo unos balones de fútbol en la esquina de la valla de alambre.

-¡Gol, tío, gol! – Bram me subía a su hombro y me daba vueltas en el aire. Se alegraba un montón cuando conseguía adelantarle, aunque, claramente, él me dejase, y marcaba gol en una improvisada portería con dos maceteros mientras Norma nos veía jugar con una sonrisa.

Me apuntó de los cinco a los siete años, hasta mis últimos días con ellos, al equipo de Selville y siempre que él estaba en casa, me llevaba a los entrenamientos y jugábamos juntos en el jardín de su antigua casa. Cuando él no estaba, bailaba con Norma.

Cómo los llegué a querer. Casi como a unos padres.

Veo que un hombre me espera en la puerta de casa, solo. A la vez que me voy acercando, noto su gran masa muscular y su rapada cabeza. Sus ojos tan sumamente claros asustan en la noche. Cuando me tiene cerca, me tira un maletín de piel marrón.

-Ahí tienes. Lo dicho – me dice, haciendo una seña por si quiero abrirlo y comprobar que no me tima.

Pero de Hugh me fío. De hecho, siempre hacemos muy buenos trabajos. Que venga solamente a entregarme lo que le obligué me parece raro, ya que siempre manda a algunos de los que trabajan para él para hacer este tipo de cosas, por lo que espero sosteniéndole la mirada.

-Verás – carraspea -, necesito que me hagas un trabajillo.

Sonrío y dejo el maletín en la puerta del portal para luego pasar la mano por mi barba creciente. Luego, me saco un cigarrillo.

-Te escucho.

-Vienen detrás de mí unos tipos, porque se han dado cuenta de que los timé la última partida de póker que tuve con ellos – me dice. Lo puedo notar un poco nervioso, cosa rara en él -. Deshazte de ellos.

-Vale, pero eso cuesta.

-Te daré todo lo que me pidas.

Ante sus ojos brillantes y su tono notable de súplica, me apoyo en la pared y aspiro terminándome el cigarrillo para tirarlo al suelo ya como una colilla. Que él llegue a suplicar, sobre todo a mí, también es bastante confuso.

-¿Todo lo que pida?

-Absolutamente todo.

Juro que esa es la faceta de un hombre asustado y velando por los seres por los que daría la vida.

-Te han amenazado con Abby y Lucie.

-Sí. Y me temo que si ideo algo en contra de ellos… terminarán sabiéndolo y perderé. Por eso recurro a ti… Eres astuto, Louis. Puedes hacerlos desaparecer con un simple chasquido de dedos.

-Y tú con unos cuantos puñetazos – digo, envidiando por un rato sus músculos.

-Pero eso sería una sentencia de muerte hacia Lucie y Abby… Y… Louis, son lo que más quiero en esta vida, no sabría qué hacer sin ellas dos. Ayúdame.

-¿Quiénes son?

-¿Conoces a Blake y a su pandilla? Los camellos más importantes de toda Selville.

Mi silencio es una afirmación.

-Ellos son. Y serán unos niñatos, como tú, pero tienen contactos y… pueden conmigo.

-Vaya, Hugh, pierdes facultades, viejete – me hago el divertido, dándole unos cuantos golpes en el hombro -. Se lo diré a estos. Tranquilo, yo me encargo.

-Gracias, Tomlinson – me tiende la mano.

Y yo, con una ligera sonrisa, se la estrecho.

***

Solamente he tardado 2 días en subir. pERO QUÉ RECORDDDD TÍO. 

*aplausos*

*vitoreos*

*¡quiero un hijo tuyo!!!!*

Nos leemos <3

PD.: SE AGRADECEN COMENTARIOS, VOTOS, OPINIONES, ETCCC ETC ETC ETCCCC.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora