Capítulo 34.

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Mi mente siempre ha sido una película. Quiero decir, siempre me imagino las cosas a lo bestia, como en una peli. Total, cuando el tal gordo ese, Will, nos ha interrumpido a Louis y a mí en la azotea para decirnos que unos tipos lo buscaban, me he dicho que querían matarlo a lo película de acción y tal.

Bueno, no me equivocaba.

-¡¿Qué?! – grito con un hilo de voz.

Pero por el otro lado solamente se escuchan carcajadas, borrachas. Y yo en vez de actuar con decisión y valor, dirigiéndome a algún lugar o a alguien quien me pueda ayudar –Will-, me quedo parada en la acera congelándome más de lo que me he quedado al escucharlos.

-Maggie, Maggie – lo oigo jadear por la otra línea. Y es que él suelta otra carcajada -. Que estoy con unos amigos. No te preocupes – vuelve a reír -. Dile a Will que te lleve a casa, ¿vale?

El teléfono queda pegado a mi oreja y cierro los ojos con fuerza al igual que los labios. Controlo la respiración y me digo que no es bueno atentar contra los amigos de Louis, y menos cuando son tan macabras y te hacen esas graciosas bromas. Cuelga y estoy por tirar el móvil a la acera en un acto de rabia, porque ni siquiera me ha dado tiempo a gritarle.

Cuando mis piernas responden, cruzo a la otra acera. Paso por bocacalles y por tiendas y bares ya cerrados. Y en una de las pocas esquinas que me faltan para llegar a la discoteca, alguien me chistea. Es entonces cuando mi sentido peliculero vuelve a ponerse en marcha. En mi cabeza empiezan a crearse imágenes de chicas a las que violan y luego matan. O a las que retienen para venderle algo de droga. O a las que atracan y les quitan todo lo que llevan de valor encima. Veo navajas y sangre en mi cabeza y el corazón comienza a bombardear mucho más deprisa. Intento correr, o andar rápido con la mierda de los tacones estos.

-Eh, Maggie.

Pero, como en una película, me paro de repente cuando oigo mi nombre. No miro para atrás y pienso que acaban de rematar la escena. Vuelvo a tomar el paso, rápido y con la vista al frente, no queriendo saber qué cosa es aquello que me ha ladrado. Sin embargo, antes de que alguien que espera fuera de la discoteca o que está ahí fumándose algo, tomando el aire, pueda verme, me cogen de la muñeca. Y delicadamente.

Me giran y veo a tres chicos de la edad de Louis, más o menos. Uno está encapuchado, lo que me llama bastante la atención, también porque parece más de mi edad. Lo que veo son unos ojos verdes, muy, demasiado brillantes para la poca luz que nos rodea. Me atrevo a decir que mucho más que los de Harry. Es alto, más que Louis, y lleva unos pantalones negros rotos y una chaqueta de cuero del mismo color encima de otra que tiene la capucha.

-Maggie – dice uno, haciéndome apartar la mirada del de los ojos verdes.

-¿Qué?

Después de mi respuesta, los que no están encapuchados se miran y se sonríen con satisfacción. Han encontrado el tesoro, algo muy valioso que los ayudará en algo.

-Entonces, tú eres Maggie ¿no?

Me callo porque voy a cagarla.

-Es ella – dice el alto, el que todavía no ha mediado palabra. Me recorre con esos ojos de pies a cabeza y hace que intente bajarme el vestido por mera incomodidad. Su mirada es fría como sus iris y el ambiente se vuelve más. Como se quedan callados, me da tiempo a mirar a los otros dos. Son más bajos, rubios y de ojos marrones. Son gemelos, porque se parecen mucho y llegan a marearme, cuestionándome si no me he tomado copas de más -. Ven con nosotros.

-Lo siento, pero no… - niego con la cabeza un poco nerviosa y me quiero dar la vuelta, pero el alto vuelve a atraparme.

Me estremezco por lo fría que tiene la mano. Mi mirada viaja desde esa, subiendo por su brazo, hasta su cara. Me doy el tiempo de observar sus rasgos, y la respiración empieza a hacerse cada vez más rápida cuando sus ojos verdes claros y brillantes conectan con los míos. Los dos hermanos rubios se quedan mirando cómo nos sostenemos hasta que habla:

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora