Capítulo 35.

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Cuando me ve, se pone una mano el pecho y suspira. Luego, apoya ambas en sus rodillas y recupera la respiración que ha ido perdiendo por la aparente carrerita que ha hecho hasta aquí.

-Estamos bien, Louis, cariño – le dice Lucie y se levanta del sofá.

Se dan un abrazo. Pero no un abrazo normal, no.

-No te asustes, Maggie – me sonríe la mujer cuando ve cómo de extrañada los miro -. Es que es mi pequeñito – se vuelve a girar hacia Louis -, ¿a que sí? ¿A que sí, pesesito? – pone una voz como si se dirigiera a su hija de dos años y estruja los mofletes de él poniéndoselos rojos -. Es mi otro bebé – lo suelta al fin.

Louis se acerca al sofá, siguiéndola y haciendo muecas con su mandíbula por el dolor de los pellizcos de Lucie. Para mi sorpresa, coge a Abie y la eleva por los aires haciéndola estallar de nuevo en carcajadas. Y es que me lo como, porque le brillan los ojos, sonríe risueño y se relaja después de haber entrado en casa asustadísimo.

-Vaya seguridad – dice Lucie cuando Louis se sienta con la pequeñita a mi lado en el sofá.

Por instinto, miramos todos hacia la puerta de la entrada que ahora está tirada en el suelo. Louis ríe y yo hago un gesto de que está de la cabeza este tío, pero a quién se le ocurre.

Entonces, me cuentan que son como los familiares que ninguno de ellos ha tenido. Que se quieren y se cuidan por encima de todo. Pero que el sentimiento de macho alfa se pone por delante en el comportamiento de Louis y Hugh, haciéndolos actuar como si no se conocieran, como si fueran incluso enemigos.

-Pero siempre están juntos en esos chanchullos – dice Lucie, mirando con una sonrisa a Louis que se la devuelve no muy a gusto, como odiando que cuente la verdad escondida.

Habla de las grandes sumas de dinero que consiguen juntos y que luego se reparten. De todas las tardes que han pasado mejorando sus tácticas en el póker, en el billar, jugando al fútbol. Porque a Hugh le encanta el fútbol, su sueño había sido ser entrenador desde pequeño, pero. Y Lucie sonríe cuando me habla de los ojos tan brillantes que se le ponen a Louis las veces que le marca un gol. De que Hugh le ayudó a Louis con el Latin Lovers y, luego, él le devolvió el gesto igualmente con uno de sus locales que casi nunca se llenaba. Y es que resulta que Hugh también tiene unos cuantos pubs.

-Un día – ríe al recordarlo -, Hugh me dijo que Louis… - no puede, las carcajadas brotan y hacen que en las esquinas de sus ojos empiecen a crearse pequeñas lágrimas -. Que un día Louis le amenazó estampándolo contra la pared, diciéndole, que si no le daba lo que le tocaba, se había enterado por un amigo que tenía una mujer y una hija que podrían acabar muy mal – y consigue terminar comenzando a reír y a llorar, y a llorar y a reír. Miro a Louis con una sonrisa por el ataque de risa de Lucie y él rueda los ojos y se encoje de hombros -. Son imbéciles, de verdad. A veces me pregunto si no tienen ningún problema.

La mujer más simpática y agradable que a lo mejor me he podido encontrar en toda mi vida, sigue contándome cosas sobre ella, su niña y sobre Hugh y Louis mientras este último intenta poner la puerta de un modo que parezca que no ha pasado nada. Pero cansado, la deja en un lado y corta nuestra conversación pidiéndome que vaya a la cocina. Y que no entiendo por qué, porque si no quiere que nos escuche Lucie lo va a seguir haciendo ya que ni hay puerta de la cocina y la ventana que conecta con el comedor pues.

-¿Qué tal después de haberme ido? – me pregunta de espaldas, sacando una cerveza del frigorífico.

Se le nota enfadado por el tono de su voz y opto por quedarme callada.

-¿Y con el tío ese? – me mira y cierra bruscamente la puerta del frigo.

Ruedo los ojos cuando me doy cuenta de a lo que se refiere.

-Louis, que no ha sido nada, no ha pasado…

Y con una fuerza que llega a asustarme, estampa la lata de cerveza antes de abrirla contra la encimera, cabreándome por su actitud de gilipollas y demandando un gritito de Lucie preguntando si está todo bien.

-No me mires así y deja de tocarme los huevos. Te lo digo en serio – se acerca, entonces, de repente -. Porque me los estás tocando mucho.

-¿Te tranquilizas? – digo, molesta, empujándolo levemente hacia atrás.

-No me puedo tranquilizar cuando ese tío te ha comido entera, Maggie.

-Serás pesado.

-Mira… - casi grita entre dientes, echando chispas por sus ojos y agarrándome muy fuerte de la muñeca. Tanto que hasta llega a hacerme mucho daño.

Entiendo que le moleste, que vale que esté enfadado. Pero a mí es que no me puede ir así por la vida, agarrándome de tal forma que parece que quiere separarme la mano del resto del brazo. Por mi mirada dolorida, porque el dolor supera a mi enfado interior, él suaviza su expresión y me va soltando levemente. Se pasa una mano por su pelo ya no tan bien peinado y se da la vuelta. Acaba por poner ambos brazos en el borde de la encimera y dejarse caer. Está cansado, enfadado y cabreado, pero muy, muy agotado. Que se le nota en los ojos, en esas ojeras y en esos rasgos que muestran que todo lo que desea ahora es cerrar los ojos por un buen tiempo. Es lo que hace, fuerte, y luego los abre para mirarme.

-Espero que no te haya follado en el baño.

Y ya esto es el colmo de los colmos. Pero será gilipollas e imbécil a la vez el capullo este. Me acerco y, porque no está en buena posición como para darle una gran bofetada en toda la cara, que si no lo haría, lo empujo hasta la pared.

-¿Qué te pasa? – le doy un empujón haciendo que rebote en los azules amarillos que deberían ser blancos -. ¿Te crees que yo me hubiera dejado a hacer semejante cosa, gilipollas? – vuelvo a darle en el pecho.

-Bueno, has dejado que te chupe toda la oreja. Y porque no le ha dado tiempo a llegar a la boca – me encara levantando pecho.

-Pero ¿quién te crees que soy? – le machaco de nuevo el pecho, esta vez con rabia -. ¿Una puta? ¿Una puta zorra que se quiere acostar con todo el mundo menos con su novio que es la persona a la que más quiere, idiota?

Mis palabras lo han dejado callado, tocado y hundido. Y mis ojos lo han hecho sentirse culpable. Se relaja contra la pared e intenta acercarse a mí, pero soy más rápida y doy un paso hacia atrás.

-Ya te vale. Encima que he estado a punto de ser secuestrada y a saber qué más, me vienes con tus putos celos de tío amargado.

Y cuando veo que se vuelve a poner rígido, cabreado y atento, me digo que la he cagado. Porque posiblemente Will no le haya dicho nada sobre que lo he desobedecido, que he hecho lo que me ha dado la real gana. Solamente que al llegar a casa, la mujer de Hugh estaba perdida, asustada y buscando nuestra ayuda.

-Te he dejado al cuidado de Will.

-Y yo quería saber donde estabas. Estaba preocupada.

-¿Sabes lo que me importa que estuvieses preocupada? – da pasos amenazantes hacia mí, provocando que ahora sea yo la acorralada contra la barra -. ¿Sabes la mierda que me importa?

En mi mente le escupo todos los insultos existentes mientras que mis ojos se vuelven más aguados y rojos y brillantes.

-¿Sabes lo que me importa que te hubieran llegado a coger? – golpea con su índice mi pecho, haciéndome de nuevo daño.

Trago intentando hacer desaparecer ese nudo que no me deja respirar. Y lloro, como siempre, termino llorando.

-No te hagas la puta víctima.

-¡No me hago la víctima! – de nuevo, lo empujo -. ¡Me estás tratando fatal!

-Chicos…

Me paso la mano por la nariz y, apoyada sin fuerzas en la encimera, giro junto a Louis la mirada para dirigirla hacia Lucie, que está en la puerta con Abie en brazos.

-Nosotras nos vamos yendo mejor ya – sonríe.

-No – dice de inmediato Louis -. Pasáis la noche aquí.

-Louis, no hay…

-Que pasáis la puta noche aquí – escupe a la vez que se acerca a la puerta. Lucie entra con la niña para dejar salir a la bestia animal andante de Louis, que se da la vuelta en el marco de la puerta -. Todas.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora