Capítulo 13.

280 9 0
                                    

-¿Novio? – pregunta con una sonrisa.

Soy yo la que ahora aprieto la mandíbula. ¡A su amigo le han disparado y está aquí discutiendo conmigo en vez de dejarme ir para no volver! Con cara de pocos amigos, me giro dispuesta a irme, pero su mano agarra brutalmente mi muñeca.

Hago una mueca de dolor cuando me atrae a él de un tirón.

-Sé mi novia – me dice en los labios.

Trago lentamente y niego con la cabeza. Sus ojos se vuelven casi naranjas del fuego que desprenden. La rabia lo come y la descarga con mi muñeca, que cada vez me duele más.

-Lo que quieras. Pero que sepas, que esta vez no te voy a dejar ir. Que voy a estar pegado a ti hasta que me digas que quieres ser mi novia.

-¿Me estás amenazando?

-Tú me estás vacilando, guapa. Ten cuidado - mi mirada viaja a mi muñeca y él lentamente me suelta -. Ahora sí que me vas a tener miedo. Espera aquí fuera.

Entra en su casa de nuevo y cierra con un gran portazo. Salto asustada por el ruido y por lo que me acaba de decir. Al momento, mis pies se mueven rápidamente corriendo por las escaleras, sin hacer caso de su orden, y lágrimas aparecen en mis ojos. Resbalan y resbalan como gotas de agua por una ventana en un día de tormenta. ¿Cómo he podido confiar en un tío como él? ¿Cómo me he puesto en tal peligro sólo por el capricho de estar a su lado?

Salgo a la calle y el mismo aire frío me golpea. Un olor bastante raro entra en mis fosas nasales y toso. Corro hacia la derecha, sin rumbo, sin conocer esta parte de Selville. El apestoso olor no cesa y me dificulta al correr. Miro por todos lados a ver si encuentro algún lugar acogedor o al menos que no parezca que lo han atracado, pero no encuentro nada. Sólo hay niebla gris.

¿Y ahora qué hago? ¿Cómo salgo de aquí? ¿Cómo hago para que Louis no me vuelva a encontrar? Cómo hago para mantenerme a salvo.

-Eh.

Me giro y por la esquina por la que acabo de pasar, salen tres chicas. Las tres están fumando por lo que logro ver. Hago caso omiso y me doy la vuelta, pero la que estaba más adelante me lo impide tirándome del pelo.

-Te hemos llamado. ¿Es que tu mamá no te ha enseñado a saludar de vuelta por educación?

-Eso dudo que tú lo tengas – digo mirando asustada a las tres.

La morena que tengo en frente lleva unos pantalones cortos simulando unas bragas y una camisa de cuadros cortada por la mitad. No lleva zapatos, va descalza. Las dos que están más atrás van casi igual, nada más que una lleva una minifalda de tubo. La primera chica me echa todo el humo a la cara.

-Qué collar más bonito.

Un dolor punzante atraviesa la parte de atrás de mi cuello cuando me lo arranca. Las otras dos chicas se adelantan.

-Y el abrigo también, ¿eh, Maddie?

-Esos zapatos parecen caros – me dice la rubia, girándome a ella cuando intento traer de vuelta mi abrigo -. Quítatelos – me obliga con una repentina navaja en el cuello.

Parpadeo lentamente para centrarme en lo que está pasando y que no está siendo una pesadilla. Me deshago de los zapatos con lágrimas cayendo como ella me ha dicho e intentan también quedarse mi camiseta, pero una figura negra estampa a la quien logra quitármela contra la pared, haciendo que caiga incosciente al suelo. Las otras dos salen corriendo con parte de mi ropa.

Y con mi vista borrosa, logro ver a quién las ha hecho huir.

-¿Por qué te has ido? – abarca mi cara con sus dos manos, limpiando mis lágrimas con sus grandes pulgares -. No te quería asustar. Ha sido lo de Harry. Me ha enfadado demasiado. Lo siento, Maggie. Si quieres que me aparte, lo haré.

Su cara preocupada me da un poco de seguridad, sin embargo recuerdo lo sucedido anteriormente y algo en mí aparta sus manos de mi cara. Luego miro a la chica tirada ahí en el suelo, derrochando sangre por su frente, y luego a él, preguntándome si alguna vez seré yo la que acabe así por no hacer lo que me pida o por enfadarlo.

-No te preocupes por ella. Sólo es un golpe en la cabeza.

-¿Sólo un golpe en la cabeza? ¡La has matado! – digo cubriéndome el pecho, cubierto únicamente por mi sujetador y helándose por el frío de aquí.

-¿Preferías ser tú la muerta?

-¡No me iban a matar! ¡Estás loco, Louis! No te me acerques, en serio – digo dando un paso atrás cuando él intenta tocarme de nuevo.

-Chicas así abundan por aquí. Atracan a cualquiera que pase. Hasta a mí. Por una menos, no pasa nada.

-¿Te estás oyendo? Tienes serios problemas, Louis. Deberías ir a un psiquiátrico y que te quite lo que sea que tengas. No sé lo que te ha pasado, si te ha pasado algo, para que tengas una mente así. Necesitas ayuda y yo no voy a ser la que te la dé - le digo entrecortadamente, con el sabor de todo lo que ha pasado en esta última hora en la boca -. Ahora quiero que me lleves a casa y que no vuelvas a ponerte en contacto conmigo, porque si lo haces – me acerco duramente a él, clavando mi dolida mirada en la suya -, te juro que llamo a la policía y hago que te pudras en la cárcel.

Veo que sus ojos brillan por un momento tristes.

-¿Estás segura de que harías eso? – me pregunta con una nueva sonrisa de lado y paseando su mirada por mi cuerpo. Cuando llega de nuevo a mis ojos y no obtiene respuesta, lame sus labios cautivando mi mirada -. Yo creo que hablas mucho, pero que luego no haces nada. Que eres tú la enamorada aquí, porque en la vida he visto a una chica que le brillen tanto los ojos cuando me ve.

-A mí no me brillan los ojos cuando te veo, gilipollas – digo dando otro paso atrás, viendo sus intenciones de acercarse.

-También se te dilatan las pupilas – clava sus ojos en los míos -. Mucho.

-Y a ti.

-Ya. Y se despiertan cosas cuando te veo así – ríe.

Exasperada miro a mi alrededor, pero aún teniendo todos los caminos libres, no tengo salida. Aquí solamente lo tengo a él.

-Louis.

-Maggie.

Por unos segundos, nos quedamos en silencio. Y él logra acercarse a mí. Es cuando me acaricia el brazo y nuestras miradas vacilan entre el roce y nuestros ojos. Brillantes.

-Estás helada – me susurra.

-Louis – repito, pero esta vez con la voz rota y con las lágrimas al borde del abismo.

Sus brazos viajan lentamente por mi cintura y me cubre en un abrazo. Un ‘shh’ llega a mi oído erizándome y cierro los ojos. Sus manos recorren mi espalda de arriba abajo brindándome calor.

-Quiero que estés conmigo – me susurra en el oído, abrazándome más fuerte -. Haré lo que sea porque me digas que sí. Me voy de Selville durante dos días, en ese tiempo puedes pensar lo que quieres hacer.

-Ya tengo la respuesta, Louis.

Su cabeza deja de estar apoyada en el hueco que hay al lado de mi cuello y me mira fijamente.

-¿Y cuál es?

 -No quiero ser nada tuyo. Olvídate de mí.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora