Capítulo 4.

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El chico arranca a toda velocidad y yo estoy petrificada en el asiento de atrás. Cuando el sentido común me dice que tengo que escapar sí o sí, me acerco a la puerta izquierda silenciosamente e intento abrir. Luego muevo el picaporte muchas veces y a lo bruto cuando la frustración puede conmigo.

-Está todo bloqueado, chica - me mira desde el espejo delantero.

Trago saliva con el corazón a mil cuando me doy cuenta de que nos encontramos yendo hacia la periferia de Selville. El agobio me supera y lloro silenciosamente, intentando no parecer débil ante este chico que parece agradable pero que me ha secuestrado a sangre fría.

Vuelve a mirar por el retrovisor para comprobar que no he vuelto a probar escapar. Suspira.

-No llores - me dice con una cara cansada -. No te va a pasar nada - sonríe.

Esa sonrisa te la podrías tomar como la más sincera que te han dado en la vida, pero en la situación en la que me encuentro sólo veo una sonrisa diabólica de alguien que me quiere descuartizar.

Para al principio de un par de bocacalles por las que me acuerdo que pasé con Louis. Se baja del coche y lo rodea entero para abrirme la puerta. Me niego a salir.

-Venga, sal. Tienes que salir - me dice con una mirada significativa.

A la sexta vez de pedímerlo, y ésta con la amenaza de que va a hacer salir el coche de la carretera con nosotros dos dentro para estrellarnos si no salgo, le hago caso y salgo lentamente del coche. Cuando estoy fuera, corro. Aunque los tacones los haya dejado en el coche para poner en marcha mi plan de huida en tal que saliese, ese que he tardado seis órdenes de salida en maquinarlo, no corro demasiado lejos pues él vuelve a cogerme. Mientras me lleva hasta la entrada de una de las tantas casas con pintas de que están abandonadas, me pincho los pies con todo tipo de cosas que hay por la acera.

-¿Te doy un consejo? - me dice al oído antes de entrar por la vieja puerta de madera -. No hables ni hagas nada, y sobre todo, no intentes escapar. Hazme caso, no te va a pasar nada - me vuelve a sonreír como lo ha hecho antes, y esta vez, esa sonrisa sí que ha causado un efecto tranquilizador -. Yo voy a estar todo el rato a tu lado.

Vaya, qué considerado el chico que me ha raptado que no se va a separar de mí en ningún momento. Qué buena persona.

Con las lágrimas todavía en los ojos, asiento.

El castaño abre de un golpe sordo la puerta y una nube de humo que inunda la casa llega hasta nosotros provocando que tosa. Me lleva firmemente hasta lo que creo que sería el viejo salón.

Es entonces cuando lo veo. Ahí sentado pendiente de unas cuatro o cinco cartas y con un cigarrillo en la boca. No sé si ha mandado a la pandilla esa a que formara aquel lío para tenerme con él, pero ni se inmuta en mirar quién ha entrado.

El chico sin nombre, alias el que me ha secuestrado, hace que nos coloquemos en una esquina para no molestar al igual que están otros hombres llenos de tatuajes y vestidos completamente de negro. Después de unos diez minutos, un rubio se planta dejando en el juego sólo a dos.

-Tomlinson, Tomlinson... - ríe un moreno, que se reacuesta en su silla y se rasca la barriga -. ¿De verdad quieres seguir jugando? - pregunta. Louis aparta por un momento su vista de las cartas y la levanta hacia donde me encuentro. Rápidamente la dirige hacia el tipo que le ha preguntado -. ¿Ese silencio es un sí? - Louis aspira de su cigarrillo hasta acabarlo, con una mueca muy sexy, y tira el resto hacia atrás. Después, suelta el humo que ha retenido durante un momento a la cara del otro -. De acuerdo. ¿Qué apostamos?

-Quiero tu coche.

El otro chico ríe.

-Trato hecho. Yo quiero a la que acaba de llegar - la cabeza del moreno indica mi posición -. Porque si Liam la ha traído para verte perder será por algo, ¿no?

-Toda tuya.

-¡¿Qué?! - grito e intento soltarme de los brazos del castaño, pero él vuelve a taparme la boca.

El moreno ríe y a Louis se le escapa una pequeña sonrisa ante mi chillido. Aunque espero que esa sonrisilla sea porque sabe que va a ganar y que no me voy a tener que ir con su oponente.

De repente pienso que es todo tan irreal. Es como un sueño. No, como una pesadilla. Y entonces me pregunto cómo he podido pasar de ver películas de princesas a estar en casas destrozadas y sin rumbo, con delincuentes además. Aunque esto de que te apuesten en una partida de póker como si fueras dinero o algo material, además de lo más peligroso que te puede pasar, es un subidón de adrenalina increíble.

-Póker de reinas - dice el moreno, poniendo cuatro cartas boca arriba.

Louis no mueve ningún músculo y un "la han cagado" de mi gran amigo, ese que no me suelta porque me quiere mucho, retumba en mis oídos.

Las lágrimas vuelven a aparecer y niego con la cabeza cuando el moreno se me acerca y me acaricia la mejilla.

-Vamos - hace una seña y tres de los que obsevaban la partida salen del salón con sacos de deporte negros y con todo lo que ha ganado el moreno rebosando en sus manos -. ¿Señorita? - me tiende la mano.

Liam me susurra algo al oído que no he podido captar y me suelta. El moreno coge mi mano y me lleva hasta el precioso Ferrari rojo que había apostado como Louis a mí.

Ah, y menos mal que Liam iba a estar todo el rato a mi lado.

Era por esto por lo que me quería aquí Louis, entonces. Me quería apostar y dejarme con un tío que da una mala espina increíble para vengarse de haber escapado la otra noche cuando él pegó a esos matones por mí.

Qué bien. No quiero parecer exagerada ni melodramática, pero veo que esta noche voy a morir.

Sin rechistar, siguiendo el consejo que me dio Liam antes de entrar, me meto en el asiento del copiloto. El moreno rodea el deportivo y se coloca a mi lado. Su mano se posa en mi rodilla.

-¿Cómo te llamas, preciosa? - miro su mano y luego dirijo mi mirada a él. Sus ojos son de un azul claro, pero no tan bonitos y brillantes como los de Louis. Su pelo está engominado en un tupé que lo hace bastante atractivo si también miras su camiseta de tirantes que enseña sus trabajados brazos -. ¿Eh?

-M-Maggie.

El chico asiente con una sonrisa y aparta su mano de la rodilla para llevarla hasta mi mejilla. Hace que me acerque y me da el beso más asqueroso que en la vida he podido tener. Está bueno, pero ni sus ojos, pelo, camiseta y sobre todo brazos han conseguido despertar un deseo que me hubiese hecho disfrutar del largo beso. Intenta ponerse más encima de mí. No le doy tiempo y lo aparto antes de que toque algo que no deba.

-No...

-Vale - ríe, volviéndose a sentar -. Mi cama es mucho más cómoda.

Necesito respirar y el aire no me llega.

Acelera hasta alcanzar los ciento cincuenta por hora y, después de unos cinco minutos con la música que ha puesto a todo volumen, nos adentramos en un túnel.

Todavía inquieta, miro por el espejo retrovisor. Nos sigue un deportivo negro. El mismo de Liam. ¡Es Liam! Qué irónico que el mismo que me ha secuestrado venga a mi rescate.  

Y de repente, dos coches iguales que el de Liam, salen detrás del suyo como unas alas. Ante eso, abro los ojos como platos. Empiezan a correr más y Liam queda detrás, y todo esto sin que el moreno que tengo al lado se dé cuenta, pues mueve exageradamente la cabeza al ritmo de la música y parece metido en su mundo de excesos. El mismo rubio que se había plantado casi al final de la partida de póker, sale de la ventanilla del copiloto de uno de los coches que se han adelantado y empieza a golpear con un bate de béisbol la parte izquierda del coche, donde se encuentra el moreno. Los cristales de su ventanilla salen disparados y grito a la vez que me tapo con mis piernas. El moreno pierde el control del coche y chocamos contra una de las paredes del túnel. No es un gran choque, pues sus sentidos se ponen ahora en alerta. Un "¡mierda!" sale de su boca. Da marcha atrás, pero el otro coche donde no iba el rubio pega contra el costado. Creo que lo han matado y creo que yo me estoy casi muriendo. Es que siempre tengo razón, aparte de que mis instintos de mujer nunca fallan. He dado bruscamente contra la puerta y el brazo parece que me va a estallar. Me sacan del coche y veo cómo los mismos que han armado lo de la fiesta de Cloe, abren el maletero del Ferrari y empiezan a sacar sacos y más sacos negros. El rubio se mete en su coche y los tres se marchan. Liam los sigue detrás. Y yo estoy en el mismo asiento y con el mismo acompañante de anoche.

angst || l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora