CAPÍTULO 26: El Camino

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Habían pasado nueve días desde que Lake Mile cayó, y desde que quedé completamente sola. Con la carretera como única referencia y horientación.

La corriente del aire movía hojas secas al recorrer mis pasos por el pavimento agrietado. El sol molestaba una vez más mis ojos, iba paso tras paso con el brazo sobre mi cara por lo antes mencionado, cuando a lo lejos miré unas casas espaciosas pero no lo suficiente para convencerme.

Necesitaba un lugar en el cual quedarme. Pasaba las noches junto a una fogata que de milagro podía encender.

Hambre, miedo y sin esperanza, sin un hogar. Pero si iba a tomar una casa, tenía que ser lo bastante segura.

Lo peor de todos estos días, era el hecho de estar sola, sin nadie con quien hablar, o incluso con quien discutir.

Estaba harta de esa situación, tenía que acabar. Tenía que dejar de vagar.

Aún recordaba lo que había vivdo en Lake Mile. Risas, miedos, peleas, y una que otra conversación que deseaba olvidar, aunque no podía.

Toda esa nostalgia llenó de aire mis pulmones. Luego de un suspiro, regresé a la realidad, y me dispuse a encontrar por fin un lugar.

Miré unas casas separadas entre sí; con extenso terreno, orillas pacíficas, y uno que otro árbol. Me parecieron perfectas, pero algo en mí no perdía la esperanza, quería encontrar a los demás, pero cada día esa idea se alejaba de mis manos.

Seguí por el camino esperando encontrar algún auto o rastro de alguno de ellos, no me importaba hasta saber si ya todos habían muerto.

Se iba a hacer de noche y mis pies estaban inflamados de tanto caminar, a penas podía sentir mi cuerpo, estaba exhausta, sólo quería reposar en algún lugar.

Observé un vecindario poco común, en la entrada habían rejas de seguridad, seguro de los refugios de soldados o algo parecido. Dejando todo eso de lado, la cuadra se veía bastante segura.

Me adentré más al lugar cuando vi una casa en especial, más grande que las demás, observé que las cortinas de la ventana superior estaban cerradas, lo cual me llevaba a pensar que no había nadie viviendo ahí, no por un largo tiempo.

El jardín era un poco más grande que el de las demás casas, tenía dos amplias ventanas al frente y una puerta de madera que se veía muy pesada. Pero saber lo que había dentro me intrigaba.

La puerta estaba abierta, no me sorprendió, tal vez gente pensó igual que yo y la saquearon. Entonces ¿qué importancia tiene ya? Seguro ya no hay nada adentro.

Pensé en marcharme pero mi mano no se despegaba de la perilla. Cuando la giré, ésta rechinó y se golpeó contra la pared, el sonido rebotó por las demás, para luego dejar todo en completo silencio. Di un paso al frente esperando encontrar un cadáver dispuesto a comerme, pero nada.

Entré a otras habitaciones, con mi escopeta en alto, pasé por la cocina, abrí los cajones, subí las escaleras, nada.

No había ni una cosa que me indicara que alguien vivía ahí, así que me tranquilicé un poco y fui a la cocina.

Al llegar, ni siquiera pensé en revisar el refrigerador, toda la comida debió haber estado podrida.

Abrí la primera puerta de la alacena y ésta contenía al menos una docena de latas de comida llena de conservadores. No pude sostenerme más y abrí una, tomé una cuchara y comencé a devorar el montón de elotes en escabeche. Lo sé, es asqueroso, pero ¡Diablos! Sí que tenía hambre.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2016 ⏰

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