No le di importancia la ruptura de la correa. Ni siquiera me tome el tiempo de averigüar cuál fue la razón. Tras recapacitar en dónde estaba, me di cuenta de que estaba muriendo de hambre.
Di pasos cortos, ya que me dolía debajo de la costilla, apenas podía moverme. Noté que no estaba en una tienda de mariscos ni nada por el estilo, sino que estaba en una tienda de pesca, es decir, sólo venden cañas de pescar, anzuelos, gorros de pesca, botes y probablemente algo de carnada.
Sorpresivamente vi un lugar de esa pequeña tienda en donde logré observar unas latas de atún. Ese lugar, el cual veía desde afuera, tenía una puerta de madera gastada y entreabierta.
La pude abrir por completo y noté que enseguida de las latas se encontraba un cinturón un tanto extraño, era como de pescadores expertos. Ese objeto incluía unas "aberturas" las cuales me servirían para guardar mi cuchillo y algunas dos pistolas que me encuentre cuando me vaya. También tenía un agujero un poco grande en donde entraba mi escopeta. (Imágen disponible al inicio del capítulo 4)
La verdad, no podía abandonar esa escopeta, ya me había "encariñado" con ella, si podría decirse así. De hecho, la estimaba tanto y me recordaba de algún modo a mi familia. También me hacía acordarme de Mitch y sus "conversaciones" con ella. Por eso, aunque suene extraño, la llamé "Edna". Por la esposa de ese hombre.
"Edna, Edna, tan cómoda que estás... Ahora que eres sólo un arma" pensaba tontamente, estaba en esos momentos en los que envidio cualquier cosa, no importa qué tan pequeña sea, y, hasta digo cosas sin sentido.
"Ese tal Fred, ¿Dónde está? ¿Y su hijo? ¿Acaso están muertos?" Seguían pasándome estupideces por la cabeza, "Si aún continúan con vida..... son unos malditos afortunados..." veía el mismo cartel de "Pesca para tí: Fred e hijo" pero ahora en forma de un "logo" donde había una foto de padre e hijo en un frasco que decía "Gracias × La Propina".
Mi costado ahora me ardía, al parecer, tenía alguna "infección" o algo así. También sentía crugir mi estómago. Obviamente tenía hambre.
Abrí desesperadamebte una lata con una navaja que estaba en el mostrador, y con mis manos devoré el atún que estaba dentro. Observé la otra lata y al parecer no había señal de atún.
Por lo que veía, sabía que eran sardinas. A mi nunca me "encantaron" del todo. De hecho, siempre las odié. Pero al mismo tiempo mi estómago me decía "¡CIERRA LA BOCA Y COME LO QUE SEA NECESARIO PARA NO MORIR!".
Tomé una, la introduje en mi boca y, sin vomitar la comenzé a masticar. Tomé la segunda, luego, la tercera. Una tras otra sin parar.
Ya iba para la penúltima, cuando de repente sentí un muy intenso dolor en el estómago. Me ardía como el INFIERNO. Me alejé de la mesa y, mientras cojeaba, llegué a una puerta también de madera al final de un corredor "¿A dónde llevará?".
Tomé el picaporte, y la abrí rápidamente mientras ese dolor pulsante corría por mi cuerpo "¿Qué me está sucediendo? ¿Acaso estoy a punto de morir?".
Y es que comenzé a marearme, obviamente no era normal, pero no me importaba, ni quería empezar a alarmarme. Fue tan rápido que no sabía lo que hacía, me dolía tanto que sólo entré a la habitación.
Verme hacerlo de esa manera tan rápida era sorpresivo. Pero más sorpresa me llevé al ver a un muchacho como de quince años ambulante en la habitación. Se tambaleaba y caminaba torpemente.
Uno tiene que ser estúpido como para no darse cuenta que es un "muerto". Lo que me llamó más la atención fue que esa cara podrida escondía algo.
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MORDIDAS QUE CONVIERTEN
Science FictionEl planeta Tierra. El lugar que ha hecho que todos sepan lo que en verdad somos, lo que hemos hecho para sobrevivir y abastecer nuestras necesidades. Sabíamos que algún día llegaríamos lejos, que cometeríamos un error. Pero nadie hizo nada. Denise s...