IV. Posesión

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El fin de semana se me paso sin pena ni gloria; desde que Malfoy me dejo en la puerta de mi casa, una vez que ingrese al interior, me encerre en el baño y pase varias horas abrazando mi cuerpo bajo el chorro de la lluvia, en un estupido intento por borrar de mi piel las huellas del ataque y la caricia de los labios del estupido hurón. Cuando sali del baño, estaba amaneciendo; asi que me prepare un cafe bastante cargado y me puse a estudiar. Adelante facilmente tres trabajos de cada carrera, hasta que mi mente era un embrollo de leyes, tecnicas de intubacion, y formúlas pedagogicas. Saturada, y sobre el mediodia cai rendida en cama, abrazada al saco de Malfoy. Dormi hasta entrada la noche, y volvi a desconectar mi cerebro para seguir estudiando. El domingo no fue diferente; estudiar, dormir, estudiar, dormir.

El lunes pase por una cafeteria cercana a la universidad para comprar un cafe y algunas galletas. No saldria del campus hasta la noche y luego tendria que ir al pub. Mi labio aun estaba inflamado, pero sabia que alguna de mis compañeras me ayudaria a cubrir el moreton con maquillaje para no perder el dia. Luego de pagar mi pedido, y tratar de guardar el vuelto en mi cartera, maniobrando con la humeante taza de cafe y la bolsilla de galletas; choque con una persona, derramando mi cafe sobre ella. Levante la cabeza disculpandome a la velocidad de la luz para toparme con unos ojos mercurio mirarme con una ceja en alto. Silencie mis disculpas cuando lo reconoci.

-Ah eres tu- dije secamente. Fruncio el ceño por mi hostilidad; pero ¿Como explicarle que no me hacia gracia cruzarlo, tirarle mi cafe y qué estaba llegando tarde a mi primera clase?

-Buenos dias para ti tambien, Jane- siseo con desagrado; haciendo enfasis en mi segundo nombre. Me frene en seco, y lo mire con el ceño fruncido.

-Mira, no es un buen momento; lamento lo del cafe, pero estoy llegando tarde- dije suspirando. Cada segundo que pasaba se sumaba a otro; y a su vez formaban minutos y los minutos significaban retraso y el retraso no era bueno para mi. Lo vi alzar la ceja, incredulo. Quizás pensaba que mi vida era tan sosa que se limitaba a coquetear con borrachos por propinas en el pub.

Me tomo del brazo, y sin dejarme reaccionar; comenzo a arrastrarme por el mar de gente que habia llenado el local, hacia la puerta. Cuando el aire helado del exterior me golpeo; note que aun no soltaba mi brazo, asi que de un tiron nada disimulado.

-Bien. Lamento lo de tu camisa; pero en serio. Estoy llegando tarde. Y ya debo irme- Di un paso al costado, respasando mentalmente cuanto tiempo me tomaria caminar las 5 calles, recorrer los pasillos y entrar a clase. Ya habia perdido 5 minutos valiosos, me quedaban 20 minutos para llegar sin atraso. Pero evidentemente Malfoy no tenia pensado contemplar mis planes.

-O ¿Podrias acompañarme a desayunar para compensar el mal rato del viernes y el hecho de que mi camisa olera a expresso por el resto del dia?- Senti que mi mandibula cai a mis pies contra la acera. ¿En serio? ¿Qué demonios esta sucediendo?

-No creo que sea buena idea, y de verdad tengo que irme.- Tenia una lista considerablemente larga con las razones por la que aquella idea era mala idea; primero y principal, él era Draco Lucius Malfoy sangrepura, etilista, arrogante y estupido hurón; y yo era Hermione Jane Granger, hija de muggles, sangresucia. Segundo, mis clases. En 5 años jamás habia faltado o llegado tarde a clase, no iba a cambiar ahora. Tercero, qué podia salir de desayunar con él, nada bueno seguro. Cuarto, en la noche ya tendria que verlo para devolverle su saco, mas que suficiente verlo. Y quinto... Era Draco Malfoy; por Dios. Comence a mirar para ambos lados de la acera en busca de un modo de escape; pero rayos, no habia nada alli, asi que enfrente sus ojos.

-¿Se puede saber que esta maquinando esa cabeza tuya?- pregunto siseando en un tono bajo y casi seductor. Casi; porque no dejaba de ser él mismo.

-¿No voy a librarme de ti hasta que desayunemos juntos, verdad?- pregunte titubeando, no pensaba compartir mis pensamientos con él. Sacudio la cabeza, dejando que su cabello negro se agitara por el movimiento, me pregunte entonces el porqué de aquel cambio, y desheche aquella duda enseguida; no me incumbia.

30 escalones al ParaisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora