XXVIII. Snitch

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Hay un sentimiento maravilloso cuando se sostiene a una criatura en brazos, es una calidez, y una armonia entre los latidos propios y los del pequeño ser que tenemos en nuestros brazos. Incluso retenemos la respiración, para no alterar aquel sueño sagrado. Es maravilloso sentir que dentro de nosotros poseemos una suavidad y una ternura infinita para acunar a otro ser pequeño en nuestras manos. Podemos ser el peor de los pecadores, podemos ser el diablo más sadico y más despreciable; pero cuando acunamos en nuestros brazos una vida pequeña y sumamente dependiente; nos convertimos en manteca derretida, nos volvemos maleables y flexibles, listos para sostener la cabecita aqui, para abrazar los bracitos alla y nunda descuidamos de acariciar con la yema de los dedos aquellos piecitos que aunque no andan, ya dan pasos en la vida.

Así se encontraba Draco, en el silencio de aquella habitación, abrazando con suavidad y firmeza el tibio cuerpito de su primogenito. Acompasando su corazón a los latidos del corazón del bebé; paseando perezoso un dedo por la espaldita desnuda. Su hijo. Aún sentia que el corazón se le desbocaba cuando evocaba esa denominación con la criatura. No podia terminar de creer que aquello que estaba viviendo no era un sueño, si no mas bien una realidad. Sentia como si de un lapsus atemporal se hubiera hecho de su cuerpo, no terminaba de caer en la cuenta de que efectivamente 4 meses despues del nacimiento de los hijos de Theo, Hermione entro en labor de parto, y en menos de lo que se dice "Snitch" tenia a su hijo abrazado contra ella.

Decir que fue un parto express es decir mucho. Sonrio con nostalgia al recordar esa noche.

Habian salido con la familia Nott, a celebrar el aniversario de la pareja y el cumplimes numero 4 de los gemelos. Draco no estaba muy seguro de querer salir, no con una Hermione a pocas semanas de dar a luz; pero la castaña insistia, alegando que necesitaban salir un poco para despejarse. Pues esos 4 meses habian sido bastante bravos; el pergamino que habia dejado olvidado en el escritorio de ella habia sido una carta de su madre, escueta y sencilla, en lineas generales y sin ahondar en sentimientos cursis, le pedia que fuera feliz, que hiciera que su vida valiera la pena, que disfrutara todo cuanto lograba. Y que jamás se arrepintiera de sus elecciones.

Draco sabia lo que significaban aquellas lineas, lo sabia con la certeza con la que se sabe que esta lloviendo. Su madre moria, y moria arrepentida de la vida que habia llevado. Con la misma sencillez con la que ella le escribio su despedida, él simplemente trazo un Gracias. Y pocos dias despues se entero por un peridodico magico frances, que su madre habia muerto. No asistio al funeral, y mucho menos visito su tumba. Su madre, habia causado tanto o más daño que su padre; su indiferencia, sus silencios, y su participación invisible tanto en la guerra como en la vida de su hijo, le habian ganado a pulso un rencor dificil de llevar y dificil de recibir. Draco no queria odiarla, no deseaba hacerlo... pero su madre nunca freno las palizas o torturas de Lucius, su madre jamás curo sus heridas o beso su coronilla cuando una pesadilla lo atacaba. Su madre era neutral y pasiva, sin actuar, sin atacar y sin defender.

Hermione lo entendio a la perfección, aunque no estaba de acuerdo con él. Habia tratado de convencerlo de ir a llevarle flores, habia intentado que él la perdonara no por lo que hizo o no hizo, si no más bien porque era su madre y ella le habia dado la vida. Pero el rubio se negaba, no le interesaba. Así que pasaron esos meses recluidos en la casa de ella, compartiendo la rutina laboral hasta que el embarazo de ella avanzo; compartieron cenas, almuerzos y desayunos. Poco a poco compartieron nuevamente la intimidad, y las heridas que tenian fueron sanando con besos y caricias, con palabras de amor que nacian de las lágrimas y por palabras hirientes que nacian del amor más salvaje y cruel.

Aprovechando la cena de los Nott, Hermione arrastro a Draco hacia un restaurant muy concurrido de la ciudad. Comieron conversando sobre los niños, sobre los nuevos roles, sobre el trabajo y sobre nada en particular. Y aunque la comida era todo menos apetitosa gracias a la tradición del matrimonio, pero poco importaba y la estaban pasando realmente bien.

30 escalones al ParaisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora