XI. Lazos Rotos

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Advertencia: Leer bajo su responsabilidad, situaciones extremadamente adultas, un no-lemon... y basura cerebral mezclada con experiencias bochornosas. 

La noche estaba en su punto maximo, la luna testigo muda de la danza de las estrellas en su titileo constante, iluminaba una pequeña casa de dos plantas; donde en la sala una bata rosa, estampada infantilmente descansaba en el suelo, junto a una corbata; en el primer escalon una camisa y un par de pantuflas dormian placidamente, por la mitad de la escalera, un par de zapatos italianos de fino cuero se cubrian con un camison blanco. Y al final, sobre la barandilla de madera brunida, un par de pantalones oscuros, pulcramente planchados en otra vida, custodiaban una diminuta prenda verde esmeralda. Aquello era dignamente lo que uno puede llamar "tormenta de pasion" o "personas sexualmente apuradas". Toda aquella escena era solo un prefacio para lo que en la alcoba mas grande de la pequeña casita sucedia.

Sobre aquella cama, sin palabras ni pensamientos; dos cuerpos se elevaban hacia la cumbre del extasis, arañando y aferrandose al cielo que estallaba tras sus ojos. Apretaban, mordian, acariciaban y succionaban cualquier trozo de piel que se les presentara enfrente, mientras en una danza hipnotica unas caderas blancas como la leche se clavaban entre un par de piernas tiernamente bronceadas. No habia aire suficiente, ni mas cercania que abarcar. Estaban fundidos, soldados uno en el cuerpo del otro; y con sus manos y bocas marcaban la piel del otro con ferviente necesidad, pues aunque la distancia entre ellos no existia, sentian que aquellas pieles asfixiaban el calor que pugnaba por salir y hacer estallar todo.

Los gemidos y gruñidos, eran musica celestial; un cantico mistico hijo de la pasion de dos seres que no pensaban, no razonaban y si nos fijamos bien hasta puede que ni siquieran respiraran. Los corazones bombeaban enloquecidos, como aquel miembro que palpitaba y era abrazado constrictoramente por las blandas paredes de ella.

Abrieron sus ojos, cegados ambos por el placer; con las pupilas dilatadas y una nebulosa eclipsando todo aquello que no fuera el otro. Hierro fundido, chocolate derretido. El calor era abrazador, evidencia de eso eran los monticulos de sabanas y frazadas desperdigadas en el suelo al rededor de aquel templo de pasion que algunos ilusos llaman cama.

Habia palabras atascadas en sus gargantas, frases hechas, producidas especialmente para esas ocaciones; comentarios trillados que realmente a nadie le interesaba oir en ese preciso momento como la obviedad de "sos muy estrecha"; "sos tan hermosa", "yo te aviso" y demas basura que a muchos se les ocurre decir en aquel instante donde lo unico que una mujer quiere escuchar es el divino pitido en los oidos y sentir los dedos de los pies enrularse de puro extasis. Pero no, hay una verborragia masculina que jamas puede faltar; y para Jane aquello no iba a ser diferente.

-Estoy... estoy a punto- Y ella desconecto un instante el placer para meditar sobre aquellas palabras; el porqué se detenian a decir aquello en lugar de terminar y punto. Dicen que nosotras las mujeres podemos fingir los orgasmos. ¡Pues claro! Si ustedes los hombres se frenan justito ahi para avisarnos de algo que estamos esperando. ¡Estupidos!

Y entonces sucedio, con una ultima estocada; llegando casi hacia su matriz, la escencia mas pura y masculina del universo se derramo dentro de ella como un géiser. Como si su fuerza vital hubiera escapado de su cuerpo por medio de su semen, Draco se desplomo sobre el tierno cuerpo de ella.

Los pulmones esforzandose al maximo para reunir el aire suficiente para que ambos cuerpos siguieran con vida; luchaban codos imaginarios con codos imaginarios con ambos corazones que no lograban recuperar un ritmo estable. El cabello negro de él, cosquilleba en la nariz de ella.

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Cruzando el basto oceano, y en alguna parte de Escocia que ningun Muggle podria hallar. Un castillo refulgia de vida y alegria. Bandejas con copas llenas de liquidos ambarinos flotaban entre los invitados aglomerados en el Gran Comedor, algunas parejas demostraban sus nulas capacidades de baile, grupos aqui y alla charlaban amenamente, disfruntando la noche y conmemorando el quinto aniversario de una victoria.

30 escalones al ParaisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora