Capitulo XXV

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Al terminar de leer la última frase del diario observe que estaba la vieja fotografía de nosotros, estaba conmovido, es como si hubiera traído a mí todos los recuerdos que por alguna razón borre hace años.

Cuanto me gustaba ella antes, moría por ella cada vez que la veía.

—No sé qué decir, es como si hubiera recuperado una parte faltante que de hace años no está en mi memoria—Dije apenado por lo que le había hecho

—No te preocupes, yo también intente borrar esos recuerdos. Al escribirlos ahí era para sacarlos de mi cabeza y que se perdieran en esas páginas viejas del diario—dijo Aurora—Aquel día en el hospital la luz no estaba de lo más favorable para ver tu rostro y reconocerte, pero al leer tu nombre en tus datos mi memoria atormento a mi corazón suavemente, no sabía el porqué de las cosas que pasaban en mi interior. Ese día no logre identificar el nombre en mi memoria, pero al llegar a casa sabía que algo me faltaba, busque mi diario y empecé a leerlo de nuevo. Luego de leerlo el rompecabezas estaba completo y supe que eras el mismo Johann, tocabas el teclado, eras venezolano, y lo más importante comías empanada en el negocio de mi madre de pequeño. Regrese al hospital rápidamente pero ya te habías ido, y lastimosamente la nostalgia me invadió al saber que ya no te volvería a ver aunque estuvieras en París, pues mi memoria me había fallado en el hospital.

—Eso explica por qué no me habías dicho nada con respecto a que nos conocíamos. Disculpa que al regresar del hospital no estaba, pero es que ya no quería estar más allí, te busque y te habías ido.

—No te culpo—dijo con una leve sonrisa—A nadie le gusta los hospitales para quedarse, solo para curarse

—yo ni para curarme, prefiero que me cure mi mamá—desvié la mirada del diario hacia ella, y sonreí— Sabes yo tampoco pensé que te volvería a ver, hoy en la mañana fue una sorpresa.

— Yo menos, pensé que no te volvería a ver más.

— Creo que así hubiera sido sino fuera por Peter que me llevo al puesto de empanada.

—Sí, tu amigo—dijo entre risa— Él llegó muy emocionado al puesto al saber que vendíamos comida venezolana, y aparte hambriento. Al escuchar su acento mi madre y yo notamos que era venezolano, era raro tener compatriotas en el puesto. Cuando termino de comer dijo que iría a buscar a su amigo, que de seguro se sorprendería al ver el puesto. Su voz me era familiar pero aun no lograba entender de donde la había escuchado.

—Cuando te lo pase al teléfono, que yo estaba en el hospital y no sabía la dirección.

—Sí, luego lo supe cuando llegaste y escuche tu voz. Mi madre también te había reconocido y por eso jugaba a las indirectas conmigo.

— Sabía que actuaba extraña, por eso mire hacia donde ella miraba y ahí te vi.

—Si, a ella le alegro su visita y no supo cómo disimular. Ya le había hablado de ti, que te había visto en el hospital por eso sugirió que viniera con ustedes.

— ¿Pero porque te sugirió eso? — Pregunte apenado— sí ella mejor que nadie sabe el daño que te hice.

Aurora se quedó callada, miro al suelo por unos segundos y empezó a jugar con el pasto

— Es que al momento de hablarle de ti de nuevo me fue imposible no sonreír, y hacer que mis ojos dejaran de brillar al solo tu nombre pronunciar—Siguió jugando con la grama de forma apenada—Yo aún siento y lo calle hasta ahora, ya no puedo hacerlo luego de lo que paso al tomar tu mano.

Pero como es posible que aun sienta por mí después de todo lo que la hice pasar. Es imposible.

—Aurora pero yo fui un chico muy desconsiderado contigo, no merezco eso. Yo nunca te explique el porqué de mis acciones solo te hacia sufrir y ya.

La Distancia Más CortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora