Capitulo XI

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Estaba en el suelo y me levanté sin saber cuánto tiempo llevaba ahí. Mire a mí alrededor y solo pude ver un árbol inmenso con unas grandes raíces. Ahí recordé lo que había sucedido. Ella había corrido, es lo último que recordaba.

Rápidamente seguí el poco rastro que quedaba hasta el rio pero busqué en los alrededores y no había nada. Pensé lo peor, de seguro había sido llevada por esos hombres al pueblo, al reino. En el caminé me encontré con alguien más a quien tuve que preguntar si había visto esos hombres con una chica. El anciano me indicó que sí y explicó qué camino habían tomado.

Al seguir el camino llegué al dichoso pueblo y noté que la puerta estaba abierta puesto que se iba a dar un anuncio importante. Me acerqué abriendo paso entre la gente y logre visualizar quien daría el anuncio, era el rey y a su lado estaba ella sujeta por los que me golpearon.

—Querido pueblo del norte —dijo el rey—, hoy daré anuncio al comienzo de esta guerra con el pueblo del sur, me han llegado mensajes de amenazas referente a que regrese a esta mujer. Pero yo no recibo ordenes de nadie, no la regresaré porque ella me pertenece a mí, junto a su a esa piedra. Desde ahora el pueblo del norte y el pueblo del sur vivirán en guerra hasta que los derrotemos. Y si alguien del norte llegase a tener contacto con aquellas tierras será expulsado, o mejor asesinado delante de todos para que se sepa las consecuencias de ser amigo de alguien del sur.

A ella se la llevaron al palacio. Me acerqué pero había guardias por todos lados. No podía entrar y buscarla como si nada, tenía que idear un plan. Luego de unos minutos pensando se escucharon cuernos como de guerra a fuera del pueblo. Todo el mundo andaba alborotado, y se escuchó un sonido en todas partes, significaba que eran atacados. El rey salió y les dio la orden a todos los soldados que estaban afuera del palacio a que fuera a la puerta a proteger la ciudad. Mientras se iban me escondí detrás de un árbol.

Me escabullí por la puerta de servicio durante el escándalo por el ataque, nadie notó mi presencia. Llegué a la sala del palacio y todo se encontraba en total tranquilidad seguí por un pasillo con varias puertas, la última llamó mi atención puesto que estaba simplemente ajustada. Decidí dar un vistazo y me encontré con el despacho del rey. No dudé en hacer ruido tratando de llamar su atención.

— ¿Quién anda ahí? —dijo el rey al desenvainar su larga y brillante espada.

Me escondí debajo de la mesa, no había muchos escondites de donde elegir. El rey se acercaba cada momento más a mí, pero tal parece no sabía que estaba ahí. Levanté un poco el mantel de la mesa y pude ver de espalda de un encapuchado del pueblo del sur junto a ella, iban cruzando la puerta de la salida. Solo faltaba librarme del rey para unirme a ellos e irme al sur. Pero escuchaba los lentos pasos del rey acercarse cada vez más, impidiendo mi salida de la mesa con facilidad. Y justo cuando estaba al lado de él, contuve la respiración pero algo salió mal, tropecé con un jarrón, y al escuchar el rey levantó el mantel y ahí me vio como un niño indefenso. Levanto la mesa.

— Me informaron sobre ti, y como te colocaste te resististe por esa mujer—Dijo el rey— ahora el reino necesita una nueva reina y ella es la indicada. Así que lo siento— Agrego en risa

—Ella nunca será tu reina.

— ¡Cállate! hoy morirás—Con un movimiento brusco de su mano derecha su espada cortó parte de mi ropa.

—Para tu información ella ya se ha escapado mientras que estas acá conmigo.

— ¿Cómo? —Preguntó girando hacia la puerta de salida. Aunque ni yo mismo quién era ese hombre que la había ayudado a salir ¿La ayudaba cierto o la movían de sitio? A ella no se le veía preocupada.

La Distancia Más CortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora