Capitulo XXXVII

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¿Por qué no logro ver nada?

¿A dónde voy?

¿Por qué corro con tanta prisa?

— ¿Por qué aun dudas de mí?— Escuche decir de una gran voz— He quitado la venda de tus ojos, y aun así no me logras ver. Quítate pues la venda de tu corazón, y sígueme; no volverás a estar a oscuras porque yo soy la luz, la que has buscado toda tu vida.

Quite lentamente la venda, pero aún seguía viendo todo a oscuras. Entre en desespero y detuve mi corrida. Poco a poco se fueron encendiendo pequeñas luces a mí alrededor. Intente acercarme a ellas pero antes de llegar desaparecían.

— ¿Ves?— Dijo la gran voz de nuevo— Me confundes con luces falsas que te ofrece la oscuridad, ellas no te darán la felicidad, y mucho menos te llenaran. Te mostrare cual es mi luz, la luz que nunca cesa, la luz que sí llena y hace desaparecer toda impía oscuridad

La oscuridad fue totalmente disipada por un enorme destello de luz. La luz fue tan intensa que no tuve más opción que cerrar los ojos

—Este soy yo— Dijo la gran voz— ¿Aún dudas de mí?

—No— dije tembloroso— No dudo de ti

—Entonces es hora

La oscuridad volvió a mi alrededor y no quedo ni un destello luz. Comencé a sentir un fuerte ardor en mi pecho, es como si algo me estuviera quemado el corazón.

—Ya no temerás al ver mi luz, pues no ya no habrá oscuridad en tu corazón, sino, que mi luz vivirá en ti.

El ardor aumento más, y más. Su luz quemaba toda oscuridad de mí, caí al suelo al no poder contener el dolor y con un gran salto desperté.

La respiración la tenía muy acelerada, al igual que los latidos del corazón. La piel estaba tan sensible a lo que mi ser sentía que se erizo. Todo fue tan real, no pude ser solo un sueño. Comencé a llorar sin hacer algún gemido, solo las lágrimas salían de mis ojos. Sentía el pecho aun ardiendo, jamás olvidaría ese momento.

Dure más de media hora cautivado por aquello. Luego fui al baño a lavarme la cara y expulsar la floja flema que había causado al llorar.

Ya no tengo dudas, el Dios de ella es real

Al salir del baño miro hacía la cama de Peter y veo que aún está dormido, al parecer no ha sentido mi estremecer.

—Peter—Toque sus hombros con intención de que despertara— Peter

— ¿Ah?— dijo al estirarse en la cama— ¿Qué pasa Johann?

—Quería saber cómo seguías— dije preocupado

— Estoy bien, gracias por preguntar. Ahora déjame dormir— dijo al voltearse

— ¿Eso quiere decir que sí harás la presentación conmigo?

No respondió, hacía como si ya estuviera durmiendo

—Peter, responde— Lo moví un poco

—Okey, okey— dijo para que dejara de moverlo— Estoy bien, ya no me siento tan triste, pero tampoco me siento entusiasmado. Y para serte franco no tengo ánimo, y tú mejor que nadie sabes que si ánimo no soy nadie. No podría transmitir ni una pizca de emoción al tocar otro violín, y el violín sin emoción no es más que una distorsión.

— Sí, es cierto lo que dices. Pero yo mejor que nadie sé que no hay nada que te dé más ánimo que tocar el violín— dije al intentar convencerlo

La Distancia Más CortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora