Prólogo

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Mi nombre es Abraham, y hoy mi madre me ha dicho que visite a mi abuelo. En mi niñez disfrutaba cada segundo de los momentos que pasaba con mis abuelos en su casa; pero ya las cosas no son iguales al de ese entonces, pues mi abuela se ha ido... Desde su partida, mi abuelo esta solo en casa. Me sorprende que lo que paso con mi abuela no ha cambiado su apasionada rutina, pues aún sigue tocando cada tarde esas melodías con el gran piano que esta frente a la chimenea.

Desde el mueble donde estoy logro ver como disfruta cada sonido de su piano. Recuerdo que de pequeño él me sentaba en su regazo y tocaba para mí una de sus piezas. Hoy a pesar de él estar ciego sigue siendo el mejor pianista ante mis ojos.

Al estar en su casa hay pocas opciones para el entretenimiento de un chico de mi edad, pues no hay televisor, no hay internet, y mucho menos señal para mi teléfono. Las únicas opciones que tengo son, buscar un buen libro en su vieja biblioteca o escucharlo tocar una y otra vez esa misma melodía que toca desde que mi abuela se fue.

No quiero interrumpirlo, así que me levanto del mueble y voy a su vieja biblioteca. Al revisar su biblioteca noto que está totalmente cubierta de polvo, pues los libros no son el hobby ideal para un ciego. Decido sacar libro por libro y colocarlos sobre la mesa, para luego quitarles el polvo. Entre que los voy llevando a la mesa uno de ellos cae al suelo, dejo los otros que cargaba sobre la mesa y regreso por el que se había caído.

Era muy pequeño para ser un libro. Además, en sus bordes parecía salirse lo que era una fotografía. Al recogerlo soplo sobre él para quitar el polvo, y detallo que es una clase de Diario.

—Abraham... ¿Qué se ha caído, está todo bien?— Preguntó mi abuelo al dejar de tocar el piano.

—Sí abuelo, solo ha sido un diario que se me ha resbalado

— ¿Un diario dices?—Preguntó extrañado

—Eso parece— Lo abrí y vi la fotografía que salía al borde del diario— Tiene una fotografía de una chica y un chico. ¿Acaso eres tú con mi abuela?—Estaba sorprendido por lo jóvenes que se veían ambos en la fotografía

—Has encontrado su diario— Dijo mi abuelo al sonreír— Esa fotografía fue nuestra primera fotografía

— ¿Es el diario de mi abuela? Vaya...— Me senté en el mueble con el diario— Abuelo... ¿Ella te hace mucha falta?—Suspiró

—Por supuesto que sí— asintió con la cabeza— Ella fue mi compañera de vida—Dijo con la voz entrecortada—Se levantó y lo ayude a sentarse a mi lado en el mueble.

—Disculpa, no debí hacerte esa pregunta que te hiciera sentir mal— Dije al ver que le había afectado

—Es normal que la voz se me entrecorte al hablar de ella, siempre lo fue–Agrego en risa. Y sonreí

— ¿Abuela te gustaba mucho, verdad?

—Mucho queda poco Abraham, queda poco...— Enfatizó—Ella era mi delirio, era mi amor. Al yo tocar el piano fuese donde fuese ella se sentaba a mi lado. Al principio y final de cada melodía estaban sus labios —Sonrió y luego soltó un leve suspiro al pensar en ella—Sabes Abraham...ella fue la que presento el sentido a mi vida cuando yo mismo lo desconocía.

—Así sería de bonita su historia de amor— Acote al sonreír— Que ella fue la que le presento sentido a su vida

— Tuve el privilegio de vivir junto a ella la mejor historia de amor, la historia que me enseño la distancia más corta

— ¿La distancia más corta?—Pregunte extrañado— ¿cómo así abuelo?— Se rió de mi al no entender a lo que él se refería. — No se ría, mejor cuénteme la historia para poder entenderlo—Él había sembrado mucha curiosidad en mí

— ¿Seguro?— preguntó— Nuestra historia no es fácil de contar, y muchos menos la mía...

—Anda abuelo, aprovechemos que usted ha parado de tocar el piano por una vez— Ríe levemente

—Está bien— Sonrió. Luego levanto la mano y dejo solo un dedo arriba—Solo hay una regla para que este viejo te cuente su historia

— ¿Cuál?

—Cuando comience a contarla ya no podrás hablar hasta que la termine

—Okey, preguntas al final— Reí levemente

—Bien... —Inhaló y retuvo una gran cantidad de aire para comenzar— La única forma de contarla es partiendo desde aquella vez que cerré los ojos, y comencé a soñar

La Distancia Más CortaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora