Capítulo 2

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Cada uno disimuló a la perfección a la hora de ir a los estudios. Maquillaje para ojeras y heridas, camisas de manga larga y una gran sonrisa en el rostro. Se saludaron amenamente entre ellos y después de un pequeño intercambio de palabras, comenzaron su ensayo.

Las voces armoniosas, las guitarras afinadas, el bajo marcando el tiempo junto a la batería, hacían una combinación perfecta. Todos mantenían la concentración y disfrutaban esos ínfimos minutos en los que nada les preocupaba. La letra de la canción era triste, pero la rápida velocidad disminuía el efecto que tendría si, por ejemplo, fuera una balada. La voz principal, la de John, sonaba perfectamente para la letra. Se sentía un perdedor, siempre haciendo reír a todos, cuando había pasado mucho tiempo desde que él había reído sinceramente. ¿Cómo era posible que nadie lo notara? ¿Acaso sus ojos no reflejaban la tristeza que aquejaba su alma?

De todos modos, si así fuera, nada sería diferente pues sus amigos estaban encerrados en su propio mundo.

—Tomemos un descanso ¿Les parece?

—Está bien.

John y George dejaron sus guitarras a un lado, igual que Paul lo hizo con su bajo. Ringo se levantó de su batería. Los brazos le dolían por las marcas, pero no dijo nada. Lennon pasaba por lo mismo, sumado a ese sabor amargo que le habían dejado en la boca esas pastillas. Por su parte, McCartney no sentía nada, estaba como en un trance, con la mente en blanco. No tardó mucho para que ese espacio se llenara con comparaciones tales como John tiene el cabello más lindo que yo... Los ojos de Ringo son hermoso, no como los mios... Desearía ser tan delgado como George...

Harrison, por su parte, se debatía entre comer ese sándwich que lo tenía antojado hace rato, o tomar un vaso de agua. Su estómago se retorcía, necesitaba tomar una decisión.
Estaba a punto de buscar los ingredientes para su bocadillo, cuando unas palabras resonaron en su cabeza como martillazos.

¡¡Fatty!! ¡¡Fatty!!

Fatty. Así lo llaman cuando era pequeño. Cuando aun no era víctima de la bulimia y la anorexia. Suspiró con resignación y tomó un vaso de vidrio de la cocina. Lo llenó con agua del grifo y lo bebió de a poco.

—¿George?

Volteó a ver a su amigo de ojos azules.

—¿Qué pasa?

—¿Te sientes bien?

—Sí...¿Por qué?

—Normalmente para esta hora el refrigerador está vacío y tú con migajas en toda tu boca.

—Comí antes de venir.

—Y yo soy un princesa ¿no?

—Pues, si quieres...

—No seas tonto. ¿Te pasa algo?

—Ya te dije que no, Ringo.

—Confía en mi, Harold.

—Tú confía en mí cuando te digo que no me pasa nada.

Ringo suspiró. George no hablaría, eso estaba claro.

Pero George quería hablarle. Quería pedirle ayuda, contarle todo lo que le pasaba.

Pero desistió de la idea y siguió bebiendo su agua.

-.-.-.-

—John ¿qué haces?—Paul se sentó a su lado.

—Escribo.—Murmuró sin despegar la vista de la hoja.

¿Por qué no eres como él? Tan creativo siempre, haciendo canciones geniales...Por eso nadie te quiere.

—¿Qué te parece?—Le dio la hoja llena de garabatos, palabras tachadas y reemplazadas, apenas legibles.

—¿Baby's in Black?—Lo miró con el ceño fruncido.

—¿No te gusta?

—Me encanta.

John sonrió.

—¿Me ayudas a seguirla?—Le extendió su guitarra para zurdos.

—Claro.

Pasaron el siguiente rato escribiendo, y luego Paul sugirió que mejoraran esa canción que había escrito a los 17 años, llamada I'll Follow the sun. Era como una advertencia para el día que muriera.

One day you'll look to see I've gone
For tomorrow may rain,
so I'll follow the sun

—Tell me oh, what can I do—Terminó de cantar Lennon.

—Suena genial, hermano.

—Gracias, aunque creo que hay que cambiarle el ritmo. Es muy lenta.


No le gustó el ritmo que hiciste. Eres un idiota.

Está bien...


-.-.-

Al terminar el día todos juntaron sus cosas.

¿Vamos por unas hamburguesas?—Sugirió Paul.


John y Ringo asintieron mientras en la mente de George iniciaba el usual debate: ¿Comer o no?
Su estómago gritaba ¡! pero su cerebro gritaba ¡No!

Paso, chicos. No tengo hambre.


Las palabras salieron mecánicamente de su boca y sus tres compañeros voltearon a verlo confundidos.

¿Desde cuándo George Harold Harrison French no tiene hambre?

—No es para tanto...En serio.

—Sí lo es. ¿Qué tienes?

—Nada.

—¡George!

—¡¿Qué!?

—¡¡Dinos qué te ocurre!!

—¡¡No me pasa nada!! ¡¡Déjenme en paz!!


Salio del lugar dando un portazo. John, Paul y Ringo se quedaron unos segundos mirando la puerta, como cayendo en la cuenta de lo que recién había pasado.

¿Creen que esté bien?

—No lo sé...Seguro tuvo un mal día.


Fueron a un restaurante de comida rápida. Charlaron tranquilamente sin saber que mientras disfrutaban esa mezcla de carne, pan, lechuga y tomate, junto a papas fritas y grandes vasos de gaseosa, George lloraba amargamente frente a la taza de té que sería su cena.

With A Little Help From My FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora