Capítulo 11

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Todos nos quedamos en silencio unos segundos. ¿Hija? ¿De qué estaba hablando?

-Oímos mal, creímos que dijiste que esta niña es tu hija.-Paul rió como si fuera el mejor chiste del mundo.

-Es lo que dije. Voy a adoptarla.

-¿Estás loco? George, casi te mueres, no puedes pensar en adoptar una niña ahora.

-Lo venía pensando hace días.

-Pero no puedes hacer eso. Debe tener familia, y no porque seas un Beatle te la darán así como así.-Protesté.

-Marian ¿por qué no vas a jugar afuera con Rings?

-Está bien-Sonrió, mostrando la falta de uno de sus dientes de leche.

Ambos salieron y Paul cerró la puerta.

-¿Crees que tiene familia, John? ¿Realmente crees que si la tuviera, me molestaría en adoptarla?

-Bueno...

-Ya averigüé todo lo necesario. De hecho, me la iban a entregar hoy...Pero dudo que lo hagan ahora.

-Se nota que tienes algo especial con la niña.

-Lo sé, por eso quiero que sea mi hija.

Brian volvió a entrar al cuarto.

-Oh, George. Qué bueno que despertaste, estaba tan preocupado.

-No es cierto, sólo le preocupaba qué le dirá a la prensa.-Acoté.

-¿Es eso cierto?

-Y-yo...Eh...

-Eres increíble, Brian.

-Me preocupa su imagen, es mi deber asegurarme de que nada les pase.

¿Dónde estás cuando lloro hasta dormir, entonces? ¿Acaso curas mis heridas? ¿Acaso te preocupamos realmente?

-Señor Epstein ¿puede venir un momento? El doctor lo llama.-Dijo una joven enfermera, tratando de no interrumpir.

El judío asintió y salió del cuarto.

-¿Por qué te desmayaste, George?

Él apartó la mirada, claramente incómodo.

-Sólo me bajó la presión...Estoy bien.

Si me pagaran por cada vez que dije "estoy bien", creo que tendría tanto dinero como para comprar todo el continente y me sobraría para construir una casa de campo y una mansión. No exagero.

-Volvamos a hablar de Marian-Paul desistió de averiguar la razón del accidente de nuestro amigo-¿Crees que Pattie querrá tener una hija tan pronto? ¿Sobre todo una que no es suya?

-La verdad, no me importa. Seré el padre de Marian aunque me cueste mi relación.

-Qué tierno.-Pestañeé como mujer y hablé con voz chillona. Paul rió, George rodó los ojos.

-Me quiero ir de aquí...

-Pronto, baby brother, pronto.

Paul será un gran padre. Y sus hijos serán hermosos.

Si él hubiera sido mi padre, todo habría sido distinto. No me habría abandonado, habría estado conmigo siempre y tal vez no sería víctima de esta depresión.

Pero la vida lo puso tarde en mi camino. Aunque, mejor tarde que nunca ¿no?

Fui al baño, cerré la puerta, arremangué mi camisa y vi atentamente mi reflejo. En mi rostro, grandes ojeras surcaban mis ojos, y mis labios estaban resecos y agrietados. Las lastimaduras empezaban desde un poco antes que el ombligo y se extendían hasta los muslos. Había más marcas desde los antebrazos hasta las muñecas.

Me gusta mirar mis heridas, no pregunten por qué. Simplemente disfruto ver cada línea rojiza que atraviesa mi cuerpo y trato de recordar por qué la hice. Cada herida tiene una historia. Recuerdo que la primera que hice, una ahora apenas visible bajo tantas recientes, fue cuando supe de la muerte de mi madre. En un ataque de ira, rompí un espejo y los vidrios me cortaron el antebrazo izquierdo.

Dolía, pero se sentía bien.

Buscaba buenas razones para cortarme, no lo hacía por idioteces. Me relajaba de forma fascinante. Dada mi incapacidad para llorar, esto me ayudaba a desahogarme. Aunque temía que algún día terminara gritando mi problema a los cuatro vientos y todos, excepto Paul, me mirarían raro y se burlarían. Ese era mi mayor miedo, no morir, como seguro están pensando.

Cuando salí, vi que George lloraba en silencio. No había rastros de Paul. Brian y el médico se miraban sin expresión.

-John, quédate aquí. Iré a buscar a Paul y Ringo.

-Vale...

El mánager regresó poco después, con ambos chicos.

-Bien, George, esto es importante. Lo primero que debes hacer para superar esto, es decírselo a tus mejores amigos. Ellos no te juzgarán-resaltó esta frase mirándonos seriamente-sino que, al contrario, harán todo lo que puedan para ayudarte. Todos los doctores de aquí también, y yo, claro.

-Pero no puedo...

-Claro que puedes, Georgie.-intervino Starr-Confía en los chicos como confiaste en mí.

-Realmente no puedo-sollozó-No vale la pena.

-Bien...Intentemos otra cosa. Paul, dile a George algo que te guste de él.

-Eh...Está bien. Me gusta su talento para tocar la guitarra.

George sonrió, mientras las lágrimas dejaban de fluir de a poco.

-Ringo, tu turno.

-Me gusta su sonrisa.-Ambos se sonrojaron un poco.

-¿John?

-Eh...Me gusta que sea tan delgado.

Ringo me miró con ira, al igual que el doctor y Brian. George volvió a llorar. ¿Qué hice ahora?

-¡No soy delgado, soy horriblemente gordo!

-Al menos no eres feo y sin talento como yo-Dijo Paul.

-¿Tú? ¿Feo y sin talento? ¡Por favor, McCartney!-gritó Ringo-Aquí el único feo sin talento soy yo.

-Yo tuve dos intentos de suicidio, creo que el premio me lo llevo yo.-Interrumpí.

De golpe los tres estábamos compitiendo sobre quién estaba peor, hasta que George interrumpió.

-¡Cállense! ¡Estamos aquí porque tengo bulimia y anorexia!

With A Little Help From My FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora