Capítulo 23

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Mi terapeuta dijo que escribir lo que sentía en una hoja sería útil. Claro, prefería que lo hiciera en papel en vez de hacerlo en mi piel, pero ¿cómo describir el sentimiento que tenía al perder a mi mejor amigo? No podía plasmarlo en simples y banales palabras, sólo deseaba unas cuchillas y dejar que mi mente hiciera el resto.

Pero no podía, se lo había prometido a Zak.

—¿Cómo te sientes?

Otra vez esa pregunta ¿por qué todos eran tan idiotas?

—¿Cómo cree que me siento?

—Tengo algunas teorías, pero dímelo tú.

—Me siento muy mal, es lo que quiere oír ¿verdad?

—No se trata de lo que yo quiero, se trata de que digas la verdad para que pueda ayudarte.

—Si me ayudará como ayudó a George, paso.

Pude notar la molestia en su rostro, pero no me importó. Estaba cansado de ser "el bueno" con todo el mundo y seguir fracasando, mientras que los "malos" siempre triunfaban. Haría un cambio, un profundo cambio.

Luego de la sesión, que finalizó antes porque la psicóloga se sintió intimidada, regresé a casa y me acosté en mi cama. El funeral sería en dos horas, pero no me sentía capaz de levantarme para ir a despedir a mi amigo. Y justo cuando cerré los ojos para intentar descansar, el teléfono sonó.

—¿Ringo?

—Lo siento, el viejo Ringo no puede venir al teléfono ahora.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Oh, porque está muerto.

—Deja de decir estupideces ¿vas a venir?

—No lo sé, Lennon. Sé que si voy me derrumbaré y no quiero hacerlo.

—No puedes faltar, era tu mejor amigo.

—Tú lo has dicho, era.

Suspiró.

—Richard, por favor. Sé que te sientes como mierda ahora, pero todos estamos igual. Pattie está a punto de tomar sus cosas y largarse a quién sabe dónde, Marian no comprende nada y no deja de llorar, Jane acaba de dejar a Paul y ahora tengo un cara de bebé con TOC ordenando toda mi puta casa porque no puede llorar.

—Oh... ¿Quieres que vaya a ayudarte?

—No es necesario, Yoko le acaba de dar un té de manzanilla para calmarlo, y al parecer ahora dibujará con Marian.

—Es buena ¿eh?

—No tienes idea —a pesar de no poder verlo, supe que estaba sonriendo.

—Me alegro por ti ¿sabes? Pudiste salir de toda esta porquería y ahora estás mejor que nunca.

—Bueno, mentiría si dijera que no extraño las cuchillas aunque sea un poco...Pero todo eso quedó atrás, amigo.

—¿Y qué hay de Paul?

Silencio. John movió el teléfono, tal vez asegurándose de que McCartney no lo escuchara.

—¿Qué hay? Nada, no hay nada.

—¿Solucionaron las cosas?

—Pff, claro que no. No hay nada que solucionar, Ringo. No soy el juguete de nadie, menos de ese estúpido cara de bebé.

—John, creo que al menos deberían hablarlo.

—Lo sé, y tienes razón. Además la banda seguirá y...

With A Little Help From My FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora