Capítulo 25

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La ceremonia había terminado hacía dos o tres horas, pero yo permanecía sentado en una roca que había sobre una colina, mirando el valle que se extendía debajo de ésta, y pensando. Pensando en el día en que había conocido a John en aquel festival, en lo nervioso que me puso que me mirara fijamente y en la sonrisa que se formó en su rostro al notar eso.

—Te ves como un loco sonriendo mirando a la nada ¿estás bien?—una voz femenina me sacó de mis pensamientos. Parpadeé varias veces para despabilarme y volteé a verla, aunque el sol me impedía identificar bien sus rasgos; sólo pude notar que su cabello era rubio y brillaba resplandeciente bajo la luz del sol.

—Puedes llamarme "El loco de la colina"—bromeé, aunque lo que menos quería en ese momento era reír. De alguna manera ella supo que no me sentía bien, por lo que me dedicó una pequeña sonrisa y se sentó a mi lado.

—Me llamo Linda Eastman, tú debes ser Paul McCartney.

—¿Me vas a decir mi futuro también?

Ella rió.

—¿Qué haces aquí, Paul?

—Vine al funeral de mi mejor amigo.

Su sonrisa se desvaneció lentamente, creo que no esperaba una respuesta así y, sobre todo, dicha con tanta naturalidad.

—Hablas de George ¿no es así?

Asentí con la cabeza.

—Lo lamento...

—Si con cada "lo lamento" que nos han dicho pudiéramos traer a George de nuevo, ya habríamos tenido suficientes como para revivirlo cuatro veces.

—Lo siento, no sé reaccionar bien ante estos temas, lo único que te podría decir son clichés que seguro oíste millones de veces ya.

—A veces tanto aclarar oscurece ¿sabes?

Linda suspiró y entrelazó sus manos.

—Sé que no preguntaste, pero vine a un retiro espiritual.

—Eso no es más que basura hippie, estás desperdiciando tu dinero —ella alzó las cejas con sorpresa, tal vez el tono de mis palabras había sido muy grosero.

—La meditación es muy sana, Paul, supongo que no la has probado.

—No, no tengo tiempo para tonterías.

Como si estuviéramos conectados, ambos miramos el horizonte. El sol había comenzado a ponerse, y me quedé unos minutos disfrutando la vista; hacía mucho que no veía el atardecer en un lugar tan rodeado de naturaleza como lo era la India.

Estaba totalmente relajado, pero salí de mi trance cuando sentí el click de una cámara. Cuando volteé a ver a Linda, ésta tenía una sonrisa de oreja y veía atentamente la fotografía que acababa de tomar. Carraspeé para llamar su atención, y ella rápidamente alzó la mirada con un leve sonrojo en sus mejillas.

—Lo siento, es que te veías tan tranquilo que...Lo siento, pu-puedo borrarla si quieres.

—Déjame verla —pedí sin pensarlo. Ella me pasó la cámara con su mano temblorosa, y yo la tomé con ambas, con cuidado de no dejarla caer. Observé la foto con atención: estaba con la mirada perdida, fija en el horizonte, mi expresión era neutra, mi cabello estaba despeinado y se podía apreciar la sombra de una barba naciente. Estaba encorvado y con el cuello apuntando al frente, recto, posición que solía traerme dolores de cabeza más tarde, pero nunca notaba que estaba en esa posición.

Ver esa foto me hizo sentir bien, los colores seguían cierto patrón y nada estaba fuera de lugar, además me gustó cómo me veía. Eso no me pasaba hacía años.

With A Little Help From My FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora