Capítulo 18

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Me levanté y puse dos panes en la tostadora, mientras esperaba puse agua a hervir. Cuando mi té estuvo listo le agregué cinco cucharadas de azúcar, y cuando los panes estuvieron lo suficientemente tostados los unté cinco veces con mermelada.

—Buenos días.—Jane bostezó mientras se acercaba y besó mi mejilla.

—Hazlo una vez más.

—¿Qué?

—El beso, dame otro.

—¿Para qué?

—Sólo hazlo.

Ella, confundida, acató mi orden, tranquilizándome al instante.

—Gracias.

—De nada, creo.—Dijo extrañada, para comenzar a preparar su desayuno.

Al terminar de desayunar lavé los platos, poniendo dos gotas de detergente en la esponja y dando cinco o diez vueltas en cada plato, dependiendo de qué tan sucio estaba. Luego sequé mis manos dos veces y fui a vestirme con colores capicúa.

Caminé a los estudios evitando pisar las rayas que separaban las baldosas, las grietas en éstas y las sombras de los faroles; llegué cinco minutos tarde.

Acomodé los instrumentos antes de saludar, me molestaba que no estuvieran ordenados.

—Eh... ¿Paul?

—¿Qué pasa, George?—Dije sin mirarlo, aún concentrado en la posición de los atriles y las guitarras.

—¿Estás bien?

—Claro que sí ¿por qué?

—Estás organizando todo el estudio.

—Es que esto está torcido.

Nuestros terapeutas, que se encontraban ahí como todos los días, se miraron levemente preocupados.

—Ya, ahora está perfecto.—Sonreí una vez que hube finalizado mi trabajo.

—¿Ya podemos empezar?—Preguntó John.

—Claro.

Grabamos cuatro tomas de Nowhere Man, una canción que, según John, sería una pista para la leyenda de mi supuesta muerte.

—Esta salió perfecta, se queda.—Dictaminó Martin.

—Eh...

—¿Qué pasa, Paul?

Todos voltearon a verme.

—¿Podemos hacer una toma más?

—No es necesario, esta es la mejor.

—Por favor, sólo una más.

Martin suspiró y dudó por unos segundos, que me parecieron horas.

—Bien, sólo una más, para estar seguros.

—¡Agh, Paul! ¿Por qué quieres grabar otra vez?—se quejó Ringo.

—Tiene que estar perfecto.—contesté sencillamente.

Grabamos una vez más, pero John comenzó a reír a mitad de la canción y tuvimos que parar. Me aseguré de que grabáramos cuatro veces más, así quedarían diez opciones para elegir.

Después de grabar otras canciones dimos por finalizado el día y cada uno regresó a su casa, acompañado de su correspondiente psicólogo.

—Paul ¿cómo te sentiste hoy mientras grababas?

—Bien, pero todos se equivocaban constantemente y eso es frustrante.

—¿Eso crees?

—Lo aseguro.

—¿Sientes una necesidad de arreglar todo lo que te rodea?

—Sí.

—¿Te da miedo la imperfección?

—Mucho miedo.

—¿Siempre fue así?

—Pues...Sí, pero ahora lo siento más. O sea, me molesta mucho más que antes.

—Paul, en vista de lo que dices, y del comportamiento que observé hoy, creo que al fin puedo darte un diagnóstico real.

—¿Ah si? ¿Cuál es?

—Tienes trastorno obsesivo compulsivo, TOC abreviado.

—¿TOC? Tiene tres letras, detesto el número tres. ¿Qué es este trastorno, doctor?

—Es una forma de canalizar la ansiedad mediante conductas obsesivas. Tu rechazo al número tres y tu manía con los números dos, cinco y múltiplos de éste último, por ejemplo.

Me quedé en silencio. Por un lado me sentía bien, pues al fin me prestarían la atención que quería, pero por otro lado la palabra trastorno daba vueltas en mi cabeza. ¿Tan mal estaba?

—Comenzaremos un tratamiento con un fármaco antidepresivo que acaba de salir al mercado, se llama Tofranil. El único problema es que tiene algunos efectos colaterales, pero lo controlaremos.

—Está bien.

James Paul McCartney, diagnóstico: Ansiedad y TOC.

Suena bien.

With A Little Help From My FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora